EL PAÍS Viena, 10.01.83
El consenso político
en el consejo de administración es la clave de la expansión de la televisión
Austríaca (ORF) en los últimos años, hasta convertirse en una de las emisoras
estatales más dinámicas e, innovadoras de Europa. El consejo de administración,
compuesto por representantes del Gobierno, partidos políticos, espectadores y
comité de empresa, dejó así de ser un foro de rencillas e intentos de
manipulación política del medio, que dificultaban la planificación a medio y
largo plazo en la gestión de la empresa. La ORF es hoy una televisión elogiada
por gran parte del público, con dos cadenas complementarias, un elevado porcentaje de producciones propias y unos costos de personal apenas superiores
al 50% de su presupuesto total, si bien los salarios de sus empleados están por
encima de la media del sector privado.
El artífice de esta práctica, según la cual todas las decisiones se
toman por mayoría mínima de dos tercios pero en la que no es infrecuente la
unanimidad de los miembros del consejo, es Ged Bacher, director general de la
ORF desde 1978. Cuatro años después de su nombramiento, Bacher puede presentar
un balance merecedor de elogios, no sólo de gran parte del público, sino
incluso del Tribunal de Cuentas de la República Austríaca.La ORF, jurídicamente
un ente público, no percibe asignación alguna del presupuesto del Estado y
lleva los últimos años cosechando beneficios regularmente, que en 1982
alcanzaron los 99,5 millones de chelines austríacos (unos 725 millones de
pesetas). Sus ingresos provienen, en más de un 50%, del canon por receptor de
televisión y radio; en un 40% , de la publicidad, y el resto, de licencias,
ventas de programas y subvenciones. El canon por aparato de televisión es de
123 chelines al mes, unas 910 pesetas según el cambio actual.
El monopolio de radio y televisión que detenta la ORF está firmemente
asentado, y la eventual autorización de emisoras privadas, caballo de batalla
en anteriores confrontaciones electorales, parece haber pasado a segundo
término en la agenda de los partidos austríacos de cara a las elecciones que se
celebrarán en la primavera próxima.
La competencia de tres cadenas de televisión de Alemania Occidental
(ARD, ZDF, Televisión Bávara) y de la televisión suiza, en aumento a medida que
se implanta la televisión por cable, no parece poner en peligro la hegemonía de
la ORF, que, a su vez, cuenta con audiencia habitual en los territorios de
cobertura de las televisiones antes citadas. Si la audiencia de la ORF en
Alemania Occidental y Suiza se estima en un mínimo de 800.000 personas, en los
países del Este fronterizos con Austria la aceptación del público es aún mayor.
Dos cadenas complementarias
En Hungría, los periódicos regionales publican diariamente la
programación de la televisión Austríaca, y en Checoslovaquia podrían alcanzar
el millón y medio los telespectadores habituales de la ORF. La programación de
la ORF consta de dos cadenas de televisión; dos programas nacionales de radio;
diez emisoras regionales de radio, así como una emisión en inglés, una de onda
corta en cuatro idiomas (entre ellas, el español) y el servicio de teletexto,
que permite al usuario leer en la pantalla un noticiario nacional e
internacional a cualquier hora de la programación.La puesta en marcha de la
segunda cadena como programa completo e independiente y la emisión matinal de
la primera cadena, que consiste fundamentalmente en repeticiones de programas
nocturnos, ha supuesto un fuerte aumento de las horas de emisión. Así, mientras
la mayor cadena de televisión alemana, WDR, emite diez horas diarias, la ORF
emite diecinueve. De la programación diaria de la ORF, aproximadamente el 70%
es de producción propia.
Uno de los pilares del éxito cosechado en los últimos años se basa en
una oferta paralela y complementaria, sin competencia entre las dos cadenas y
en una sincronización entre ambas programaciones, que permita al espectador el
cambio de cadena sin perder parte de los programas que interesan. Para ello es
imprescindible una estricta puntualidad en los comienzos y finales de los
espacios, difícil en el caso de la ORF, que sólo emite cuñas publicitarias
antes y después de los informativos.
La primera cadena emite preferentemente programas de amplia audiencia,
de entretenimiento, deportivos, infantiles, de música popular y telefilmes de
producción propia. El segundo canal presenta una programación para un público
más exigente, con obras teatrales, música, crítica literaria, reportajes y
documentales, cine y programas de debate.
Sueldos y salarios
Uno de los programas de más éxito en los últimos años es Club 2, una mesa redonda sobre temas de
actualidad, al estilo de La clave. El hecho de tener beneficios y una gestión
económica transparente no ha evitado que los altos sueldos y las privilegiadas
prestaciones del personal de la ORF sean motivo de crítica en la opinión
pública.Los 3.227 empleados de la ORF cobran de acuerdo con una escala de
salarios correspondientes a dieciocho categorías. El personal de limpieza de
los estudios, encuadrado en el grupo uno, cobra entre 7.000 y 14.800 chelines,
entre dos y tres veces por encima de lo que perciben, por el mismo trabajo, los
empleados de la empresa privada. Todos los sueldos, desde el citado grupo uno
al dieciocho, con cantidades globales que oscilan entre 32.000 y 64.000
chelines (240.000 y 475.000 pesetas), son desorbitados respecto al nivel
salarial de Austria.
Los sueldos del director general y de los directores de las dos cadenas
son establecidos por el consejo de administración. El director general tiene
asignado un sueldo mensual de 141.000 chelines, lo que supone, al cambio de
moneda actual, algo más de un millón de pesetas. Los costos del personal
aumentaron en una década (1970-1979) en un 300%, mientras los costos totales
crecieron durante el mismo período un 165%. En 1982, los gastos de personal
ascendieron a 2.320 millones de chelines. Porcentaje que representa algo más
del 50% del presupuesto total de la ORF, similar al de la televisión sueca pero
que aún así está muy por debajo de las asignaciones presupuestarias destinadas
al pago de personal en otras televisiones estatales de Europa incluida España.
Otro aspecto criticado de la gestión del director general Bacher ha
sido la política de regionalización de la
televisión, plasmada en la creación de centros regionales de televisión en
todos los Estados federales austríacos. La instalación de dichos centros,
justificada por la dirección como un intento de acercamiento al público, supuso
grandes inversiones, cuya productividad ofrece dudas. Así, en 1982 todos los centros
regionales juntos produjeron tan sólo una hora y doce minutos de programación
al día.