El País Martes,
20.03.07
COLUMNA
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Angela Merkel, la canciller de Alemania, ha ido a Polonia a
contarles a las autoridades de Varsovia, encabezadas por los gemelos Lech y
Jaroslaw Kaczynski, presidente y primer ministro de esa gran nación
centroeuropea, que debieran abandonar una actitud de adolescentes embarcados en
conflictos inútiles y cruzadas ridículas, nos crea disgustos a todos en la
OTAN, en la UE, en las relaciones transfronterizas y en la proyección de
Polonia en el mundo que desde los años ochenta hasta que ellos llegaron ha sido
perfectamente inmaculada. Ha ido a decirles que no vivan de la revancha ni el
miedo. Merkel tiene razón en intentar tranquilizar a uno de los gobiernos más
miedosos y revanchistas de Europa. Dicen que tuvo éxito y los Kazcynski
empiezan a comprender que no inventaron el mundo, que otros construyeron una
magnífica Polonia democrática y que el hecho de que ellos todo lo ignoren no
significa que nada exista. Pero todos los revanchistas e insuficientes viven
ante todo el miedo.
Merkel es una personalidad sorprendente, lo ha demostrado,
en su capacidad de transmitir mensajes no gratos y con limitación manifiesta de
daños. Quienes la infravaloran lo pagan. En política interior y exterior. Lo
hace mejor que sus compañeros de partido en la CDU y CSU, mejor que sus colegas
de coalición del SPD y por supuesto que muchos de sus aliados europeos por no
hablar de su gran aliado atlántico, Washington, que vuelve a lanzarse a una
ofensiva de enredo con esta ocurrencia de su escudo antimisiles que tendría que
haber presentado durante muchos meses bien en Europa para convencer a aliados
tan quemados y recelosos de que valga la pena el empeño. No es que Polonia y
Chequia no tengan razón porque motivos hay para crear paraguas antimisiles en
diversas partes del mundo contra países con malas intenciones. Pero la
insondable torpeza de Washington en buscarse un apaño económico con dos aliados
ex miembros del Pacto de Varsovia para unas instalaciones militares sin hablar
previamente con el resto de la OTAN y por deferencia con Rusia, no deja de
generar problemas. The lame duck que es este presidente en sus dos
últimos agónicos años resulta terrorífico cuando se embarca en soluciones
imaginativas. Es algo así como la sinrazón compulsiva. "No le da la
cabeza". Y la terrible caricatura que comienza a cristalizar de los
errores propios de Washington, de miserias, deslealtades y precauciones
europeas además de las consabidas ofensivas de la mala fe sistemática que
quienes gozan de nuestro sistema solo desde la vocación de destruirlo nos
llevan a una sola consecuencia que es la acción y reacción por miedo. El escudo
de misiles y la resistencia al mismo son miedo al miedo al miedo del miedo. La
OTAN dice que no es cuestión suya, la Unión Europea niega saber nada, los
Estados miembros dicen que decidan otros y Rusia se siente como una muy cómoda
dama ofendida cuando en realidad debiera estar en el punto de mira de todas las
críticas por sus sistemáticos abusos, estos últimos meses en aumento, en sus
ventas y glorias del cambalaches nuclear y armamentístico con los peores
enemigos de las sociedades libres.
Mucho vuelve a moverse exclusivamente por el miedo en las
sociedades desarrolladas también, entre ideologías y entre países. El miedo
retorna para beneficio de los peores. Los daños miden en tragedia individual o
abismo cultural o metafísico e inabarcable. La topografía del terror debiera
estarnos gravada con el mensaje sagrado de la renuncia a la venganza como la negación
total a la impunidad y la injusticia. Pero de nuevo en horas estelares de
profanadores, resulta melancólico recordar a Isaac Spielrein, revolucionario
bajo ese Lenin que evocaba el candidato socialista por Madrid el sábado,
fundador de la psicotécnica en la URSS que criticaba poco a su jefe Alexei
Gastew, que quería hacer de todos los seres humanos con el plan de la
Maschinisazija, la mecanización del obrero y ser humano, a base de miedo. Lo
ejecutaron el 26 de diciembre de 1937. Por un error a la hora del cálculo del
miedo. Merkel ha viajado a Polonia a quitar miedo. Se le agradece porque otros
sólo se dedican a multiplicarlo.