El País Lunes,
17.04.06
NECROLÓGICA
Periodista y escritor, fue corresponsal diplomático de EL
PAÍS y obtuvo notable éxito con sus novelas, una de ellas llevada al cine
Félix Bayón fue primero periodista y ejerció en diversos
medios. Luego, novelista de éxito. Con Adosados fue finalista del
Premio Nadal, la llevó al cine Mario Camus, y su guión, del que fue coautor,
fue premiado en los festivales de Chicago y Montreal. Después, con Un hombre
de provecho, logró el Premio Ateneo de Sevilla, y hace un mes presentó su
último libro, De un mal golpe, una historia policiaca ambientada
precisamente en Marbella.
Hace apenas diez días su risotada -toda una masiva batería
de risa buena, limpia y amplia- sobresaltaba literalmente a los transeúntes en
la esquina de las calles de Serrano y de General Oraa. Sentado en una mesa de
la recién abierta terraza del Hevia de Madrid, en un mediodía luminoso, Félix
Bayón casi asustaba a los clientes y peatones desconocidos con su risa rotunda
y su entusiasmo tan genuino y contagioso. Tenía motivos este hombre de suerte
para ser especialista en ésta una de las principales expresiones de felicidad
humana. Que Félix Bayón muriera el sábado en Marbella, a la edad de 54 años
-que tan temprana ya se nos antoja- y haya dejado un vacío infinito a Sagrario,
su mujer, y a su hijo, Pablo, y también una definitiva ausencia a quienes le
conocimos, quisimos y gozamos como amigo, no debiera hacer olvidar a nadie que
este hombre ha vivido más y mejor que la mayoría, también de los longevos.
Porque la ciencia le regaló en 1992, con un trasplante -"con un corazón de
un maravilloso vasco fuerte y jovencito", como solía decir con pudorosa
emoción- 13 años, 13 regalos maravillosos cultivados día a día con infinita
gratitud, inteligencia y emoción, en los que este amigo creció hasta cotas de
humanidad que le hacían un ser tan completo en la lúcida y plácida degustación
de la vida y sus más genuinos bienes y virtudes como perfectamente inasequible
a los ataques del desaliento y el miedo y por supuesto a la agresión externa de
la mezquindad.
Si Félix hubiera muerto cuando le falló su primer gran
corazón, se habría ido ya como algo más que lo que nuestro común y siempre
recordado amigo y maestro Francisco Eguiagaray llamaba con sorna una
"estupenda promesa": "Magníficos inicios con derroche de
talento, sin tiempo para defraudar y la culpa achacable a la muerte". Como
Eguiagaray y otro amigo de Moscú, Hernán Rodríguez Molina, también muerto hace
poco, tenía Félix un concepto cuasirreligioso de la amistad como también un
sentido de la ecuanimidad que lo hacía inasequible a compromisos más o menos
aviesos con la realidad y desde luego perfectamente incapacitado para el baile
del sectarismo. Todo ello lo convertía en esencialmente incompatible con
algunos de los usos y costumbres más habituales de la profesión hoy en día.
Pero fue después de aquella muerte abortada en julio de 1992
cuando Félix resurge a la vida con un as del que carece la inmensa mayoría de
quienes en su generación y en las posteriores, entraron en el periodismo como
en un campo de caza sin veda alguna y hoy son menos libres que las colecciones
de presas que tienen en casa disecadas. Félix pasó los últimos 14 años de su
vida pletórico de lucidez, generosidad, humor, inteligencia y libertad. Por eso
se podía reír tanto y tan bien hasta un minuto antes de morir. Le ha dado
tiempo a mucho más que a conocer mundo, hacerse un nombre como periodista,
cosechar unos éxitos en la novela -la última esa profecía marbellí que es De
un mal golpe- que iban a más y de los que hablaba con tanto interés como
inteligente desapego. Su primera novela, Adosados, fue finalista del
Premio Nadal de novela en 1995, fue llevada al cine por Mario Camus, y su guión,
del que fue coautor, fue premiado en los festivales de Chicago y Montreal. Con
otra de sus novelas, Un hombre de provecho, consiguió en 1998 el
Premio Ateneo de Sevilla, y hacía un mes había presentado su último
libro, De un mal golpe, una historia policiaca ambientada en Marbella.
Supo muy pronto que le interesaba a este gaditano nacido en el
año 1952 aún en plena era de plomo. Se fue a Madrid a estudiar Ciencias
Políticas y Periodismo que aún cogió en las postrimerías de la Escuela Oficial.
Trabajó en el Diario de Cádiz, en Informaciones y en Le
Monde, antes de unirse a nuevos proyectos, como muchos otros de aquellos
jóvenes periodistas pletóricos de ansias de libertad de información y de
expresión en todos los campos, pero también de honestidad, de transparencia y
de decencia para sacar a España de su postración y subdesarrollo y a la
sociedad de su miedo y su ignorancia. El principal de estos proyectos fue sin
duda EL PAÍS y Félix Bayón estuvo en el mismo desde un principio con una
capacidad profesional, un entusiasmo y una cultura que lo convirtieron en
enviado especial en mil conflictos desde el conflicto del Sáhara a la caída del
Sha en Teherán. Después se convirtió en el corresponsal de EL PAÍS en Moscú,
corresponsal diplomático y jefe de cultura.
En la referida comida en Hevia hablaba emocionado del buen
alemán que habla su hijo Pablo que apenas tenía dos años cuando tenía previsto
morir por primera vez. Su casa en Marbella parecía una mansión romana en la que
Félix y Sagrario habían creado un microcosmos de equilibrio, inteligencia,
humor y calidad culta en el que Pablo ha gozado de un lujo que lógicamente no
puede ni intuir. Sin solemnidades hablaba Félix de su suerte que sin duda tuvo
siempre y le habríamos deseado más larga porque más completa era imposible.
Tantas veces rió durante el mencionado almuerzo en su breve
estancia en Madrid que es imposible saber si lo hizo con más fuerza al
despotricar sobre el pozo negro de lujo de Marbella, al recordar a colegas hoy
triunfantes, más o menos respetables, al comentar piruetas grotescas de la
política nacional o rememorando escenas gloriosas con amigos muertos. Nuestro
Peter Ustinov gaditano, nuestro sabio y generoso Félix Bayón tenía siempre mil
motivos por los que reír.
FÉLIX BAYÓN
Félix Bayón (Cádiz, 1952) estudió Ciencias Políticas en la
Universidad Complutense y Periodismo en la Escuela Oficial de Madrid. Tras
ejercer en Diario de Cádiz, Informaciones y Le Monde, se
incorporó a
EL PAÍS con el lanzamiento del periódico hace 30 años. Fue
corresponsal en Moscú, corresponsal diplomático y jefe de la sección de
Cultura. Colaborador de la cadena SER, en la actualidad pertenecía al consejo
editorial de Grupo Joly. Falleció de un infarto de miocardio el pasado sábado
en Marbella.
Félix Bayón. JUAN CARLOS CAZALLA
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