El País Martes,
02.05.06
COLUMNA
"Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales están
lanzados, su ofensiva revolucionaria en América Latina es total. Según los
presidentes de Cuba, Venezuela y Bolivia, éstos no son momentos de achicarse
frente a Washington sino de 'ataque' y de alianzas para frenar los intentos de
Estados Unidos de extender la 'maldición del capitalismo' en la región. El
sábado, los tres mandatarios firmaron diversos acuerdos económicos y políticos
para 'consolidar' la revolución en Bolivia e impulsar en Latinoamérica un
modelo de integración de izquierdas". Se podrá discrepar de la épica de la
crónica. Pero nadie dude de que refleja el ambiente festivo en la cumbre del
ensamblaje perfecto del trío de la bencina. Ayer, Evo Morales anunció
la nacionalización de los hidrocarburos, lo que en sí no es ni bueno ni malo ni
regular hasta que se expliquen sus consecuencias. Pero el entusiasmo ante tales
medidas es incontestable también allende los mares. "Los tres líderes
protagonizaron un maratón de discursos, todos ellos muy revolucionarios",
reza la crónica. Según Morales, se reunieron "tres pueblos y tres
generaciones de una misma revolución latinoamericana". Se le olvidó a otro
presente, un líder que combina las dos vertientes de un pasado siniestro,
sórdido y fracasado con un futuro igual de prometedor, aunque quizás el bueno
de Daniel Ortega tenga más dinero en efectivo esta vez como presidente de
Nicaragua para pagar silencios, comprar lealtades y asustar a quienes no
ofrecen lo uno ni venden lo otro.
EE UU es, no cabe duda, muy culpable de este grotesco
espectáculo de La Habana, en el que un dictador senil es celebrado por un
golpista fracasado y caudillo bufón cargado de petrodólares y un presidente boliviano,
sindicalista cocalero, que recaba dinero del criollo caraqueño y policía
política del gallego cubano para enfrentarse al previsible despertar de sus
propios electores. Washington ha ignorado trágicamente a América Latina. Ha
desairado a sus aliados, otorgado triunfos gratuitos a sus detractores y
mostrado un desinterés demoledor. Ha puesto a la defensiva a quienes abogan,
conservadores o socialdemócratas, por el libre comercio y las libertades
democráticas. Mientras, la demagogia militarista y antioccidental, con su
palabrería izquierdista y heredera del peor populismo castrense latinoamericano
triunfa. Sus caudillos compran armas, municipios, votos y voluntades con el
dinero con el que Chávez avasalla a la región y se inmiscuyen de forma masiva y
zafia ahora en Perú como hicieron en Bolivia antes. Cuentan, y esto es lo
grotesco, con el aplauso de cierta izquierda europea salida de las páginas
de Turistas del ideal, esa gran crónica de una lacerante inmundicia
intelectual omnipresente de Ignacio Vidal-Folch. En Madrid se ha celebrado un
acto de menos enjundia pero similar calaña con la presentación de una
hagiografía de Castro de uno de los más transparentes santones de la
manipulación izquierdista del siglo pasado, otro Ignacio, éste Ramonet. Los asesinos
Videla, Pinochet y Stroessner nunca tuvieron en Madrid bardo y corte
semejantes.
Así las cosas, ¿Por qué iba a llamar el embajador de España
en Cuba para interesarse por su situación a Marta Beatriz Roque, una
septuagenaria a la que acaban de apalear los sicarios de Castro, por cierto una
señora, como tantos de los opositores perseguidos y encarcelados por el
comandante, mucho peor tratada que la compañía Repsol en La Paz. El trío
de la bencina, todos ellos aplaudidos por nuestros profesionales turistas
del ideal, parecen reaccionar ante las buenas palabras como nuestros chicos de
la gasolina. Cuando se premia a la dictadura y a la acción de fuerza se prima y
fomenta lo que siempre se dio en llamar rufianismo. Y si el mejor ejemplo vivo
de rufianismo político que hoy existe en España es don Arnaldo Otegui, la banda
de La Habana, desengáñense, no tiene otros hábitos de conducta. Tampoco sus
víctimas. Marta Beatriz Roque, un ejemplo de dignidad, espera la misma llamada,
por cierto, que el concejal de UPN de Barañain. De solidaridad y vocación de
defensa frente a ese rufianismo. Al final va a ser que tienen mucho que ver los
aplausos al izquierdismo bayonetero e incendiario, el relativismo jurídico y
político con que te pierdan el respeto y te quiten la cartera en el subsuelo
del altiplano y por muchos otros callejones.
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