El País Martes,
11.10.05
CAMBIO EN ALEMANIA
Angela Merkel va a ser la primera mujer en la historia que
asume la cancillería de Alemania. Lo decidido ayer es lógico porque Angela
Merkel ganó las elecciones y Gerhardt Schröder las perdió. Se acabaron los
malentendidos y las farsas al respecto. Que hayan sido necesarias tres semanas
largas para que todos entendieran y reconocieran lo obvio es, sin duda, un
hecho preocupante pero más vale tarde que nunca. Fue sorprendente que en las
elecciones del 18 de septiembre la ventaja de la democristiana sobre el
socialdemócrata fuera tan sólo de cuatro escaños y no de 80. Pero más debió
serlo para muchos demócratas alemanes la resistencia de Schröder a aceptar la
derrota y sus intentos tramposos de hacer olvidar no ya los resultados, sino
todo el pasado reciente con sus lloriqueos sobre su incapacidad de gobernar.
Era demasiado incluso para tan probado carisma. Pero no dejó Schröder de
intentar embaucar a Merkel, a la que con razón intuía conmocionada por sus
expectativas frustradas y su magra victoria y debilitada en su partido. Pero
Merkel no ha quebrado y Schröder ha salvado muy bien la cara al arañar ocho
ministerios para el SPD.
Angela Merkel será durante cuatro años al menos la muy
inverosímil titular del cargo que en su día se creó para el canciller Otto von
Bismarck y que hoy es la jefatura del Gobierno de la primera potencia europea,
la República Federal de Alemania. Ahí es nada. No tiene mucho sentido especular
sobre los ministerios, ya que lo único decidido es que Edmund Stoiber será
ministro de Economía y que Exteriores y Hacienda recaerán en socialdemócratas.
En algunos sectores del SPD la resistencia a este acuerdo con la CDU es grande
y se movilizará en las próximas semanas. Pero la falta de alternativas es tan
obvia que resistir es resignar.
Sí se notarán pronto los nuevos tiempos de Berlín en una
política internacional en la que se acabará esa improvisación tan propia de
Schröder como también, sea quien sea el ministro de Exteriores del SPD, las
alianzas antiamericanas con París, Madrid, Moscú o Pekín. Las claves son:
recuperación del lazo especial con Washington, tranquilidad en Europa a la
espera de que en Francia pase algo -por favor, sin Chirac-, reafirmación de los
intereses nacionales en la línea ya esbozada por Schröder y Joschka Fischer,
más sobriedad y menos tuteo con Vladímir Putin para mayor tranquilidad de
Europa central y nada de flirteos tercermundistas. Si se cumple el pronóstico
que ponen al actual ministro de Interior, Otto Schily, como titular de
Exteriores, veríamos además un claro endurecimiento en materia de seguridad e
inmigración.
La falta de alternativa razonable ha generado ya virtud en
la negociación entre los dos grandes partidos nacionales. El SPD ha rechazado
los cantos de sirena del izquierdismo populista de Oskar Lafontaine para
marginar a la CDU. Los dos grandes partidos han decidido compartir la
responsabilidad y el riesgo en una aventura política cuyo éxito es de vital
importancia para la democracia alemana y el futuro de Europa. De repente los
dos perdedores son, de hecho y por merecimiento propio, ganadores y ejemplo. La
prioridad máxima de la gran coalición y su jefa ha de ser generar energía e
ilusión en una sociedad abatida y temerosa. Lograr hacer creer a los alemanes
en sus propias posibilidades sería su logro histórico. Merkel sólo ha cometido
hasta ahora un grave error en su fulgurante carrera, que fue decirle una verdad
tan cruda al electorado que parte de él huyó el 18 de septiembre. Si al cabo de
la legislatura los alemanes no huyen de la verdad, Merkel habrá sido la gran
canciller de hierro que necesitan y los dos grandes partidos habrán estado
a la altura que su tradición democrática les demanda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario