domingo, 14 de mayo de 2017

LA ACTITUD BELIGERANTE DE EE UU DESPIERTA EL RECELO DE SUS ALIADOS

Por HERMANN TERTSCH
El País,  Madrid, 17.02.02

La política de Washington asusta a los países amigos casi más que a los enemigos

Aliados tradicionales se sienten despreciados por una arrogancia que los convierte en comparsas

Tras la tragedia del 11 de septiembre, los aliados de Estados Unidos, pero también un sinfín de naciones enfrentadas a aquel país desde hace décadas por motivos diversos, se apresuraron a proclamar su solidaridad y su disposición a colaborar en la persecución de los culpables. La megapotencia ha gozado del apoyo y la comprensión de la mayor parte del mundo. Sin embargo, la vocación unilateralista de Washington y su abierto menosprecio de opinión e intereses ajenos amenazan con romper puentes con amigos y enemigos.
El palacio Cilagán es una joya arquitectónica otomana bañada por las aguas del estrecho del Bósforo. Allí se topan Europa y Asia, allí lucharon y convivieron cristianos, judíos y musulmanes con mucha mayor violencia y pasión que en Toledo. Pero allí también se confirmó, mucho más que en España, la inevitabilidad de la convivencia. Si ésta apenas era intuible en los cruentos encuentros en el siglo XV, hoy es certeza. Sólo faltan las fórmulas para este convivir de civilizaciones, pero también la confianza en que la mayor potencia del mundo actual, que dicta civilización por doquier y tiene más poder e influencia incluso que el Imperio Romano en su momento de mayor esplendor, haga gestos de entender al 'otro', a aquellos que discrepan de una línea que parece cada vez más despojada de dudas y por ello asusta tanto a amigos deseosos de ser leales como a enemigos declarados.
En aquel impresionante edificio junto al Bósforo se reunió por primera vez el Parlamento otomano, en 1907. Poco después, el recién encumbrado Mustafá Kemal Atatürk, hizo allí lo nunca hecho. Rompió con una civilización basada en el Corán y en la escritura árabe para imponer, por la fuerza, el alfabeto latino a un país islámico y volcarse desde la dictadura a una modernidad que pasaba por la secularización del Estado. Los métodos fueron implacables, pero casi nueve décadas después, son muchos los que piensan que no sólo fue un gran estadista sino también un visionario, producto de su tiempo, pero lúcido perceptor de los problemas que el islam como ideología política podía causar a los pueblos.
Decía Rudyard Kipling que 'el Oriente jamás podrá unirse a Occidente'. En Estambul, hace unos días intentaron llevarle la contraria. Se consiguió en gran medida. Pero ese éxito arroja enormes sombras sobre otro encuentro tan capital para la seguridad de todo el mundo como el antes referido. El choque de civilizaciones, esa terrible profecía autopropulsada, puede ser neutralizada, se dijo en Estambul. Pero el abismo que se abre entre aliados culturales que han formado la realidad de este siglo, es más profundo que nunca, sostienen muchos, y la cooperación transatlántica entre Estados Unidos y Europa, temen, se tambalea. Crecen las suspicacias mutuas, la desconfianza y las dudas sobre lealtades. El mundo iba hacia la uniformidad, decían algunos, tras la caída del imperio soviético hace casi tres lustros. Son cada vez más los que argüyen que la superpotencia única que existe en el mundo, embriagada por el poder, sumida en el rechazo a cualquier consejo y el menosprecio a políticas de consenso, puede equivocarse fatalmente hasta crear situaciones irreversibles.
Hace unos días, el palacio Cilagán volvía a ser un lugar de encuentro para la historia. La Unión Europea, los países candidatos a entrar en la misma y los miembros de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) se reunían para hablar de Civilización y armonía: la dimensión política. Era un foro sin precedentes. Y perfectamente oportuno para calibrar sensibilidades europeas e islámicas ante la evolución de los acontecimientos desde el 11 de septiembre.
La inmensa mayoría de los participantes, 70 delegaciones nacionales y más de 60 ministros de Asuntos Exteriores, coincidían en que la operación militar en Afganistán había sido un éxito. Pero exactamente los mismos mostraban sin rubor su miedo a la dinámica adoptada por la Administración del presidente Bush en la crisis y su nada disimulado pánico ante la cada vez más evidente decisión de Washington de iniciar, antes de fin de año, el derrocamiento del régimen de Sadam Hussein por la vía militar.
Washington estaba ausente en Estambul. También lo estuvo el antiamericanismo. Ni los iraníes, calificados por Bush como miembros del 'eje del mal' en su discurso sobre el estado de la nación, utilizaron retórica de trinchera. Pero todos, y en primer lugar los aliados de EE UU, expresaron su preocupación por la deriva solipsista de la Administración del presidente Bush.
Si el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Joschka Fischer, dice, en unos términos sin precedentes, que Washington debiera saber distinguir entre 'países aliados y países satélites' no hay duda de que la relación transatlántica acumula tensiones muy peligrosas. Y si el antiguo jefe de la Guardia de la Revolución iraní, Mohsen Rosie, dice que 'no debemos negarnos a formar una coalición porque la dirijan los norteamericanos', está claro que hubo en pasados meses la oportunidad de crear una base sólida de cooperación internacional que la actitud de Estados Unidos parece estar echando por la borda.
El antiamericanismo clásico es, como dice el historiador Dan Diner, una especie de reflejo moderno del antisemitismo del siglo XIX. Es muy fácil de echar la culpa de todos los males propios a alguien que es más rico o más fuerte. El victimismo árabe de las últimas décadas se parece al que fomentaba el zarismo ruso y al del régimen alemán en los años treinta del siglo pasado. Achacar todos los problemas políticos, económicos y sociales de países gobernados por Estados corruptos, incapaces, totalitarios y brutales como son la mayoría de los islámicos a conspiraciones judeo-masónicas o a la perversidad de la CIA es un recurso manido.
Pero el problema de relaciones públicas y de menguante solidaridad emocional de autoridades y poblaciones en el mundo hacia EE UU no está en aquellos que llevan décadas acumulando la percepción, real o falsa, de afrentas. Está en aquellas sociedades que se han sentido siempre miembros de una comunidad de valores atlánticos y hoy se consideran ignorados y despreciados por una arrogancia del gran aliado que los convierte en meras comparsas.

DE LA FOBIA AL MIEDO

A varios miles de kilómetros de la cumbre de la UE y la OCI sobre la 'armonía entre civilizaciones' de Estambul, se ha generado un nuevo movimiento con muy diferentes intenciones, el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNAC), liderado por William Kristol. Su doctrina es simple: el imperio de EE UU es real y los norteamericanos han de asumir un imperialismo sin complejos. Su darwinismo político y militar sería una excentricidad si no se percibieran tantas sinergias con la actual Administración de EE UU.
En Europa han saltado todas las alarmas desde que el secretario de Estado, Colin Powell, se ha sumado a la retórica de los halcones del Pentágono. Los antiamericanos vocacionales o ideológicos son, como fenómeno pasional, una anécdota o problema social si es colectivo. Fobia.
Pero el miedo y el desasosiego que genera ahora Washington entre sus aliados es un fenómeno nuevo que lanza graves sombras sobre la seguridad global.



Javier Solana, Ígor Ivanov, Colin Powell y Joschka Fischer bromean en la reunión de ministros del G-8 en Roma en 2001. REUTERS

TURQUÍA SE PREPARA PARA LA GUERRA Y PIDE A IRAK QUE ACEPTE LA VISITA DE LA ONU

Por HERMANN TERTSCH
El País,  Estambul, 14.02.02

CERCO A SADAM HUSEIN

Alemania advierte a Estados Unidos de que ser aliados no significa ser satélites

La cumbre ministerial de la Unión Europea y la Organización de la Conferencia de Países Islámicos (OCI) concluyó ayer en Estambul con muchas interrogantes compartidas, pero también con dos certezas ampliamente asumidas. La primera es que antes de llegar el otoño Estados Unidos intentará derrocar militarmente al régimen de Sadam Husein en Irak y la región volverá a estar en guerra abierta. La segunda certeza es que jamás desde la creación de la OTAN ha existido tal fractura en la Alianza Atlántica como la que hoy se abre entre Europa y EE UU.
El Foro entre la UE y los países islámicos bajo el lema 'Civilización y armonía: la dimensión política', concluyó ayer con un éxito en el esfuerzo de diálogo para neutralizar la movilización de prejuicios entre civilizaciones y el pesimismo de comprobar cómo Washington se aleja no ya de las sensibilidades del mundo musulmán, sino también, y de forma radical, de las europeas.
En Turquía han comenzado los preparativos para una intervención contra Irak que, tanto delegados árabes como europeos en el Foro de Estambul, dan por tomada. En el último Consejo de Ministros en Ankara ya se estudió el impacto del conflicto armado sobre la economía turca. Y el presidente del Banco Central, Sereyya Serengecty, ha esbozado ya su estrategia de intervenir los mercados de forma puntual y diaria durante la intervención militar. La Bolsa turca ha caído 20 puntos en una semana y sólo ayer reaccionó con el aumento de poco más de un punto porque el secretario de Estado Colin Powell declaraba que la intervención no sería inminente. Nadie contaba con que fuera inminente fuera de los mercados, pero era opinión general en el Palacio Ciragan a orillas del Bósforo, al concluir esta reunión sin precedentes entre la UE y la OCI, que había comenzado la cuenta atrás.
Las delegaciones europeas, por su parte, no ocultan su indignación por la deriva unilateralista y militarista de Washington y las formas que la misma está tomando. No hay precedentes en la posguerra para frases como la pronunciada en una entrevista por el ministro alemán Joschka Fischer, nada más salir de Estambul, en referencia a la actitud norteamericana: 'Yo no soy antiestadounidense en absoluto, pero pese a todas las diferencias en peso y tamaño, las alianzas entre democracias no se basan en el seguidismo. Una cosa son los socios y otra los países satélite'. No hace una semana desde que su colega francés Védrine descalificara como simplista la política antiterrorista global de la Administración de Bush.
Miembros de sus delegaciones mostraban en Estambul una sintonía que no se veía desde hace años en el otrora sólido eje franco-alemán. 'Dice el secretario de Defensa Rumsfeld que no es la coalición internacional la que decide la campaña militar antiterrorista, sino ésta la que define la coalición. Si Washington sigue así, su coalición acabará extendiéndose desde Nueva Jersey a California', dijo un alto diplomático alemán.
Los turcos están en peor situación que casi todos los demás. Son vecinos del al parecer ya definido escenario bélico próximo, principales afectados después de Irak, pero difícilmente pueden sustraerse a las demandas de Washington. El plan de estabilización de su economía, que prevé financiación de 16.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional en tres años, tiene a Ankara atada de pies y manos. Están en contra de la intervención, pero también resignados a que, si se produce, como creen asegurado, habrán de prestar los mismos servicios con sus bases, que vienen utilizándose para el cierre de los espacios aéreos iraquíes desde la guerra del Golfo.

'Tenemos afecto por Irak y los iraquíes, que son y seguirán siendo nuestros vecinos. Por eso les recomendamos que acepten cuanto antes las condiciones de las Naciones Unidas y abran las puertas a los inspectores. Se lo recomendamos por su bien y por el de todos. En cuanto cumplan, todos les apoyaremos en todo lo posible. Pero el primer paso es suyo', decía ayer a preguntas de EL PAÍS el ministro de Exteriores turco, Ismail Cem. La alarma es común a países islámicos y europeos. Tan sólo miembros de la delegación iraní mostraron ayer confianza en que Irak cumpla a muy corto plazo con las demandas de Washington. 'Creemos que se darán cuenta de que han de hacerlo'. Desde la presidencia española de la UE, el ministro Josep Piqué ya había emplazado a Irak a 'darse prisa' en cumplir con unas condiciones que desoyen desde hace más de un lustro.

EUROPA Y LOS PAÍSES ISLÁMICOS COMBATEN LA AMENAZA DEL CHOQUE DE CIVILIZACIONES

Por HERMANN TERTSCH
El País,  Estambul, 13.02.02

Ministros de Exteriores de la UE, de países candidatos y de la OCI dialogan en Estambul

Ayer comenzó en Estambul una reunión sin precedentes. Los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, de los candidatos al ingreso en la misma y de todos los países de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) se dieron cita a orillas del Bósforo con la intención de abrir un proceso de acercamiento entre Europa y el islam, neutralizar la amenaza del choque de culturas, agudizada tras los atentados del 11 de septiembre, y buscar fórmulas de luchar contra el terrorismo y las lacras que lo alimentan como la pobreza, la desigualdad y el fanatismo.
La cumbre que concluirá hoy tiene el objetivo declarado de desactivar esa 'profecía que se quiere autoconfirmar' del choque de civilizaciones que no sólo es evitable, sino es imprescindible evitar porque arrastraría a todo el mundo al desastre. Los ministros de países tan dispares como Gabón y Lituania, Arabia Saudí y España, Alemania y Somalia, Austria y Tayikistán o Reino Unido e Indonesia coincidieron en su diagnóstico de que la falla cultural entre civilizaciones puede convertirse en un abismo por el que podría caer en la catástrofe el mundo entero si no se corrigen, enmiendan o disipan las injusticias, las humillaciones, el miedo al otro, la arrogancia unilateralista y los odios que alimentan la espiral de violencia. Todos se manifestaron enemigos declarados del terrorismo como el practicado en Nueva York y Washington el 11 de septiembre. Pero hubo llamadas claras a definir el terrorismo como tal. El derecho a luchar contra la ocupación extranjera, contra la colonización y a favor de la dignidad y derechos humanos fue reivindicado por muchos participantes, presumiblemente en referencia a Palestina.
Hubo diversas ausencias por distintas causas. El vicepresidente de la OCI, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Yasir Arafat, no pudo asistir ya que se halla asediado en su casa en Ramala por el Ejército israelí. Pero la crisis de Oriente Próximo estuvo omnipresente y prácticamente todas las intervenciones revelaron que la radicalidad de la política del Gobierno de Ariel Sharon ha acercado mucho las opiniones respecto al mismo a ambos lados del Bósforo. Tampoco estaba Estados Unidos, cuya presencia en un foro en el que participan Irán e Irak, dos miembros del eje del mal diseñado por el presidente norteamericano George Bush, no parecía compatible con su actual política. No estaba Rusia, como tampoco Israel. Irak e Irán fueron foco de inmensa atención.
La iniciativa de la convocatoria de este foro bajo el lema de Civilización y armonía: la dimensión política, partió del ministro turco de Asuntos Exteriores, Ismail Cem, pero la inauguración la protagonizaron dos españoles, el ministro de Exteriores, Josep Piqué, como presidente del Consejo de la UE, y Javier Solana, Alto Representante para Política Exterior y Seguridad de la UE. Solana insistió en que 'no se da el diálogo entre civilizaciones como diálogo entre dos bloques' porque estos clichés ignoran la complejidad de la identidad común entre Europa y el islam.

SOBRE SOLEDADES

Washington tiene razones para preocuparse. Y no sólo ante la certeza de que hay millones de musulmanes que se alegran de sus desgracias o tragedias como la del 11 de septiembre. No por maldad, sino por resentimiento ante una arrogancia que muchos ven dispararse día a día. En Estambul se reunieron ayer algunos de los aliados más leales de Estados Unidos con varios de sus peores enemigos. Y estaban de acuerdo en más cuestiones de las que puede digerir el atlantismo. El espíritu de Estambul, la necesidad de entendimiento descartando prepotencias, de que hablaba el ministro turco Ismail Cem es probablemente la antítesis de la idea del mundo de Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, la pareja de halcones del Pentágono. Y aunque para satrapías cínicas como la iraquí estos lemas no signifiquen nada, la mayoría de los participantes se lo han tomado en serio. El resultado es que Washington está hoy un poco más solo que ayer. Pero dos no bailan si uno no quiere y Bush parece creer que puede bailar solo. En Estambul casi todos están convencidos de que tienen que bailar juntos.



Un periodista de Qatar escucha al ministro español Josep Piqué, en la reunión de Estambul. ASSOCIATED PRESS

EL FINAL DEL ATLANTISMO

Por HERMANN TERTSCH
El País  Martes, 05.02.02

COLUMNA

Winston Churchill fue un hombre genial, estadista en tiempos de crisis nunca igualado, defensor de la alianza atlántica, escudo de los valores que hicieron aliados naturales al Viejo Continente con la Nueva Potencia. También era un gran cínico. De ahí que, como recuerda el historiador Paul Kennedy, cuando los japoneses bombardearon Pearl Harbour, Churchill escribiera en su diario aquella celebérrima frase de 'ahora sí que estamos ya todos salvados'. Churchill no se alegraba de muertes norteamericanas. Pero estaba convencido, como sucedió, de que aquella tragedia en el Pacífico, induciría a Washington a corregir sus graves errores en la percepción de la guerra contra el nazismo que arrasaba Europa. Renacía el atlantismo, la solidaridad entre quienes a ambos lados del océano compartían y comparten ciertos principios de libertad en un mundo repleto de satrapías y dictaduras.
Al presidente norteamericano, George Bush Jr., o a quienes le escriben sus intervenciones sobre política exterior, se les atribuye una gran debilidad por las citas de Churchill. Pero los tiempos han cambiado y el gran abusador de referencias al viejo zorro de Marlborough está dinamitando precisamente el legado que para la historia más apreciado le era a éste. Los tiempos cambian. Pero hay también principios que debieran prevalecer.
Bush acaba de presentar unos presupuestos de guerra que desafían a toda lógica. Con el incremento del 14,5% en gastos de defensa, Washington pasará a gastar en armamento más que los dieciséis siguientes inversores en armas de todo el mundo. En seguridad interior, casi duplica gastos. Ahí quedan sus propósitos de 'menos Estado' que eran letanía previa a cualquier propósito. Y ahí quedan los restos de inversión pública en sanidad, educación e infraestructura.
Pero las decisiones de Washington no sólo tienden a la militarización de la sociedad norteamericana y a la lógica de que el castigo es la única arma a utilizar frente a ciertas y múltiples amenazas. También están echando por la borda las oportunidades que la tragedia del 11 de septiembre ofrecían al mundo libre para afrontar los riesgos en común. Roosevelt convenció a su país, convencido a su vez por Churchill, de la necesidad de compartir riesgos con Europa. Bush parece decidido a hacerlo todo solo, salvo algún brindis al sol. Pero la soledad es fría incluso para los gigantes. Bush no se ha equivocado en la guerra, pero puede llevarnos después a todos al fatal error.

En Europa, por mucho que se favorezcan incrementos en gasto de defensa, ningún Estado puede permitirse obscenidades presupuestarias semejantes. Pronto, las estructuras militares de ambos lados del Atlántico serán tan dispares que europeos y norteamericanos no podrán, aunque quieran, actuar juntos. La angustia era perceptible en Múnich en la cumbre de defensa y seguridad del pasado fin de semana. Y la pretensión de Washington de actuar sólo en lo que le conviene para delegar a Europa todo el peso de operaciones de pacificación y sus gastos es poco menos que un insulto. Los Gobiernos que lo acepten serán devorados por sus opiniones públicas. La seguridad de Europa no tiene garantía sin la Alianza Atlántica. Nadie sabe qué sucederá en Rusia o Ucrania o tantos otros focos potenciales de conflicto cercanos. Pero igual que Ariel Sharon no puede, por mucho que mate, evitar que maten a sus ciudadanos, Bush nunca será, con este diseño de política, capaz de garantizar la seguridad de los norteamericanos. Ni siquiera en su país. Por no hablar en el exterior. El atlantismo era una forma de combinar conocimiento del mundo con poderío económico y militar. Quien lo dinamite, si no lo ha hecho ya, habrá de responder ante las víctimas de una catástrofe infinitamente mayor que la de las Torres Gemelas.

GUANTANAMERA

Por HERMANN TERTSCH
El País  Jueves, 24.01.02

COLUMNA

Era previsible que las primeras almas sensibles en alarmarse por el irreversible drama del afeitado de las barbas de los talibanes trasladados a la base norteamericana de Guantánamo fueran aquellos que jamás han hecho reproche al régimen de Fidel Castro por sus detenciones arbitrarias, tortura sistemática, años de reclusión aislada y ejecuciones por capricho. Acontece esto allende esa simple verja y afecta a mucha más gente y en principio toda menos implicada en dar muerte al infiel o menos fiel que esos prisioneros fotografiados en sus monos naranja que tan infinita piedad han suscitado en los últimos días. El sectarismo yeyé de ciertos círculos europeos se rige, ya sabemos, por el principio de que 'el enemigo de nuestro enemigo es nuestro amigo'. Doctrina tan rudimentaria lleva inevitablemente a dislates. Y no sólo en el País Vasco. Dicho esto, es cierto que convertir en realidad los argumentos propagandísticos del enemigo es un profundo error. Y Washington ha vuelto a caer en él. Como tantos otros (o quizás más), creen que se lo pueden permitir. Hay una máxima en la vida que decreta que los errores suelen ser desafortunados.
Después del 11 de septiembre, EE UU ha tenido, y aún tiene, una oportunidad histórica de desmontar las desconfianzas acumuladas a lo largo de más de un siglo en el continente que siempre supuso su referente tanto para la afirmación como para la negación: Europa. Los 'padres fundadores' de ese inmenso éxito que ha sido el proyecto nacional de EE UU llegaron a aquel suelo decididos, por un lado, a hacerse un mundo aislado de Europa, sinónimo para muchos de persecución religiosa, despotismos, violencia étnica, pogromos y otras desgracias. Por otra parte, llevaban a aquellas nuevas tierras unos principios que no podían negar su origen europeo. De ahí la eterna ambivalencia en las relaciones transatlánticas. La Constitución norteamericana es tan europea como la Declaración de los Derechos del Hombre. Pero el Atlántico es muy ancho y las culturas a sus dos orillas son hoy muy distintas.
El 11 de septiembre rompió un mito norteamericano en el que los vapuleados europeos jamás se han podido permitir el lujo de creer que es el de la invulnerabilidad. Los europeos llevamos milenios sabiendo -y comprobando- que algún enemigo externo nos puede asesinar en nuestra propia casa. Los norteamericanos lo saben desde hace apenas cinco meses. Los europeos sabemos que lo que sucede fuera de nuestras puertas nos atañe porque puede repercutir de inmediato de puertas adentro. Los norteamericanos, algunos, empiezan a percibir esa misma sensación de precariedad histórica ahora. No sólo ellos están perplejos ante tan brutal inflexión en la percepción del mundo de la sociedad que se sabe la única superpotencia. Aunque lo será, como todas, transitoriamente.

Por eso EE UU debería extraer lecciones de la percepción de la vulnerabilidad, gran consejera de individuos y naciones. La primera lección está en saber que todos necesitamos aliados, muletas, amigos y ayuda. Para tenerlos es necesaria la reciprocidad. Para que así sea, Washington tiene que entender las sensibilidades ajenas, las de Europa como las del pueblo palestino, las de los musulmanes en general como las latinoamericanas. George Bush, por no hablar de Ariel Sharon, no puede garantizar la invulnerabilidad de su país. Por eso Washington tiene que actuar de forma asimilable por sus aliados. Y esto excluye los castigos bíblicos, no sólo la pena de muerte. Los talibanes en Guantánamo no tienen por qué ser tratados con cariño. Pero son prisioneros de guerra bajo la Convención de Ginebra o son individuos sujetos al código penal. Los limbos jurídicos, como en el que se encuentran los hombres con mono naranja, son nefastos. No ya para ellos, sino para quienes tienen que defenderse de ellos. Implacablemente. Pero juntos. Y por tanto desde el permanente esfuerzo por entender las sensibilidades del amigo. Sin ese ánimo de cohesión, también estética, estamos condenados a nuevos éxitos de los auténticos enemigos, de los cretinos bienintencionados y de quienes en las democracias han hecho del rencor hacia la sociedad libre su máxima de vida.

viernes, 12 de mayo de 2017

LA CDU ALEMANA GIRA A LA DERECHA

Por HERMANN TERTSCH
El País  Domingo, 13.01.02

REPORTAJE

El socialcristiano bávaro Edmund Stoiber será el rival del canciller Schröder en las elecciones del próximo 22 de septiembre

Stoiber es un político sólido, popular en su dureza en inmigración y delincuencia

Angela Merkel ha sido durante dos años la cenicienta de la política alemana

La presidenta de la Unión Cristianodemócrata alemana (CDU), Angela Merkel, anunció el viernes, oficialmente, su decisión de no presentarse a la carrera por la candidatura de su partido a la cancillería federal alemana en los próximos comicios en otoño. El canciller, el socialdemócrata Gerhard Schröder, ya tiene, por tanto, adversario en las elecciones que se celebrarán el próximo 22 de septiembre, casi exactamente cuatro años después de la arrolladora victoria del Partido Socialdemócrata (SPD) frente a una CDU quebrada por el agotamiento político de su entonces líder indiscutido, Helmut Kohl. Alemania vuelve al experimento bávaro de asalto al poder 22 años después de que se estrellara en el mismo el gran oso político que fue el legendario dirigente cristianosocial bávaro, Franz Josef Strauss.
Edmund Stoiber, un político sólido, derechista, sin complejos de adaptación, con gran éxito en su política económica y popular en su dureza en cuestiones tales como la inmigración y delincuencia, va a ser definitivamente el hombre que se mida con un canciller que goza de popularidad, pero que tendrá que bregar contra los datos económicos adversos que se le echan encima de un tiempo a esta parte.
Stoiber puede ser un adversario más sañudo que Merkel, pero nadie está en disposición de asegurar que vaya a ser más peligroso para un canciller socialdemócrata con serios problemas económicos, que domina la escena política con maestría y puede ofrecer alternativas diversas de alianza, según le sea cómodo, pero ha visto cómo en pocos meses su posición se ha debilitado de forma alarmante. Schröder sigue siendo favorito a ocho meses de las elecciones, pero es también un hecho que el canciller federal sabe que tiene que aumentar urgentemente las expectativas para no tener que verse en septiembre con serias dificultades.
Angela Merkel, alemana oriental, pupila de Helmut Kohl en la CDU después de la reunificación, ha sufrido tiempos difíciles en los últimos dos años, tras ser nombrada presidenta de un partido que se había sumido en escándalos de corrupción, estrepitosa derrota electoral y desánimo generalizado. Pero los desprecios de la casta política democristiana en Alemania fueron precipitados al calificarla de débil y bisoña.
Como tantos partidos que habían gozado de mayorías amplias durante largos periodos de tiempo, la CDU / CSU estaba sumida en la ruina moral, política y conceptual cuando esta joven política surgida de los tiempos de resistencia a la dictadura comunista en Alemania Oriental asumió la tarea de la reconstrucción de una alternativa conservadora a la propuesta centrista-populista con ribetes socialdemócratas de Schröder.
Merkel ha sido durante estos dos años la cenicienta de la política alemana. Ha sido maltratada por casi todos los caudillos socialdemócratas en los länder, defenestrada sistemáticamente por quienes debieran haber sido sus copríncipes y colaboradores y puesta en cuestión por toda la prensa conservadora, muchas veces con saña. Merkel no es tan vulnerable ni pusilánime como muchos dicen y ella aparenta. Es dura y no tiene límites en su ambición. Y sabe que a sus 47 años tiene tiempo para esperar a que Stoiber pierda. O gane. Porque Stoiber está ante su última oportunidad, dicen la mayoría de los analistas. Y no es Konrad Adenauer, que fue elegido ya octogenario, sino que se antoja mucho más parecido en su destino político a otro bávaro con las mismas señas de identidad, Franz Josef Strauss, aquel genial Mefistófeles regional, que no pudo trasladar su apabullante popularidad en Baviera a toda la RFA.
Si el viejo bávaro actual, Stoiber, lograse derrotar a Schröder en septiembre, la joven Merkel podría vanagloriarse de que su infinita generosidad hizo posible la liquidación de un efímero periodo de Gobierno socialdemócrata tras aquellos 16 años de indiscutido poder de la derecha bajo su mentor. Si Stoiber pierde, la dirigente de la CDU se convertiría en la candidata natural para las elecciones siguientes. Fracasado el segundo intento de asalto bávaro a la capital alemana, habría sido quebrada la eterna sensación de que la CSU tiene a la CDU como rehén y se habría consumado la ruptura generacional y conceptual entre liberales y conservadores alemanes y el ruralismo nacionalista próspero y autoritario de Baviera.
Por eso, la renuncia a la candidatura de Angela Merkel hay que analizarla como lo que es, una retirada táctica que en nada afecta a sus ambiciones estratégicas de ser algún día la primera mujer en ocupar la cancillería de la Alemania reunificada en Berlín. Stoiber ha sido desde un principio el favorito de muchos de los barones de la CDU en los länder que gobierna. También del grupo parlamentario en el Bundestag. Según los sondeos, con Merkel de rival, el canciller actual podría sacarle a la CDU hasta 22 puntos en las próximas elecciones. Con Stoiber serían sólo el 14%. Derrota asegurada, dirían muchos. Pero la fluidez de la política alemana no permite demasiados pronósticos. Y los fluctuantes humores entre la ciudadanía alemana no dejan a nadie, ni siquiera a un partido supuestamente unido, frente a otro manifiestamente dividido, dar alguna ambición por consumada.

LA RENUNCIA AL CENTRO

La economía, la seguridad, la inmigración y el peligro que todas estas cuestiones generan en el ánimo público son hoy la mayor baza electoral de todos los partidos. Son muchos los que, desde el 11 de septiembre, están dispuestos a sacrificar restricciones cuando no libertades, por bien de su seguridad física. En Alemania, Stoiber puede fácilmente lanzar el mensaje de firmeza y contundencia ante el crimen y las prácticas de extranjeros en contra del orden constitucional y los principios de la cultura alemana -o bávara incluso- y será difícil contestarle desde posiciones como la del actual ministro del Interior, Otto Schilly, antiguo abogado defensor de los miembros del Ejército Rojo (RAF) y hoy firme defensor de medidas policiales y del control que muchos consideran no rozan, sino dinamitan, los límites constitucionales.

Todas las incógnitas alemanas en la actualidad son susceptibles de ser utilizadas como arma arrojadiza de la peor demagogia. Por eso, no es difícil empeorar el clima político. Pero en todo caso, el viernes, en Alemania, la CDU/CSU tomó una decisión que marcará su futuro. Merkel podría haber decidido el voto de más de dos millones de mujeres alemanas que aún no saben qué votarán. Merkel podría haber conquistado cientos de miles de votos de alemanes orientales que jamás votarán a un bávaro. Merkel habría tenido votos de centristas que no votarán a Stoiber. Pero nadie discute que en el primordial terreno de la economía Stoiber es más competente que Merkel. Economía y mano dura en el orden público y la inmigración han prevalecido sobre la propuesta de recuperación del centro. En septiembre se sabrá qué opción ha ganado.

LAS MALAS COMPAÑÍAS

Por HERMANN TERTSCH
El País  Jueves, 10.01.02

COLUMNA

El presidente del Gobierno español, José María Aznar, es un alma sólida a la que hay muchas cosas que irritan y pocas que preocupen. De ahí que considere como reacción propia de señoritinga histérica la alarma generada en toda Europa por los métodos de gobierno de su homólogo y aliado Silvio Berlusconi. A nadie debiera sorprender que Aznar se muestre comprensivo con Il Cavaliere por muchas extravagancias que éste perpetre, ya sea nombrarse su propio ministro de Asuntos Exteriores o bloquear leyes europeas de vital importancia para España. Fue Aznar quien abrió los salones oficiales europeos a ese hombre que tiene abiertos sumarios en los tribunales de medio mundo. Y, a estas alturas, nadie esperará que Aznar reconozca un error.
Hay alianzas que pueden ser muy perjudiciales, compañías que desacreditan y amistades que definen. Berlusconi sería mala compañía aunque le votasen todos y cada uno de los italianos y lo hicieran en campañas electorales en las que nuestro Cavaliere no tuviera la práctica totalidad de los medios de comunicación a sus órdenes y sueldo. Desde ayer es en Italia, además de presidente del Consiglio, ministro de Asuntos Exteriores. Aparte, por supuesto de Il Cavaliere y, aun más, Il Propiettario, puesto éste último del que nadie -ya parece que ni los jueces- va a poder descabalgarle.
Como la acumulación de cargos y funciones por parte del líder máximo es una costumbre mal vista en Europa, porque recuerda a fórmulas de gobierno imperiales o bananeras, dicen ahora en Roma que Berlusconi asume el cargo de forma interina. Como sucesor suena el vicepresidente Gianfranco Fini, al que caritativamente se llama posfacista, porque acepta la existencia de elecciones y ha cambiado por un buen terno su uniforme de camisa nera con que, en edades más tiernas, gustaba de aterrorizar a los demócratas.
Se añora ahora la santa indignación de Aznar y tantos otros por el hecho de que el partido de Jörg Haider, un histrión derechista carinthio, participara en el Gobierno austriaco. Berlusconi, Fini y su otro socio gubernamental, Umberto Bossi, son mala compañía por legítimo que sea su Gobierno. La alianza entre El Propietario, el posprefascista y el nacionalista xenófobo y fascistoide de Padania puede ser el reflejo correcto de la voluntad de una sociedad italiana desestructurada, huérfana de referencias ideológicas o éticas tras el colapso del sistema de partidos vigente durante medio siglo. Pero esa alianza de tres individuos de nula cultura democrática es sin duda un cuerpo extraño en el seno de la Unión Europea, fuente inagotable de conflictos. Ahora sobre todo para su valedor, el hombre tranquilo de La Moncloa.
Pero hay otras alianzas que se gestan en este país que no son menos inquietantes. Resulta que, según el peculiar mediador Ramón Jáuregui, 'el PNV vive muy cómodo entre ETA y Aznar'. ¿Son lo mismo? El autor de la frase debería leerla un par de veces, preguntarse qué jugarreta le gastó el subconsciente y explicarla. Porque va a ser difícil de olvidar.

Resulta que, para incomodar al PNV, hoy feliz 'entre ETA y Aznar', el PSE tiene que liberarse del 'tutelaje' de La Moncloa y asumir la tesis del PNV de que la culpa de que en Euskadi se mate se reparte 'entre extremos'. Ferraz parece haber llegado a la conclusión de que no existe alternativa a una supremacía nacionalista en Euskadi pese a que el 13 de marzo se estuvo a 25.000 votos de lograrla. Hay, por tanto, que odonizarse, olvidarse del funeral de Buesa y negar el hecho de que el desafío al Estado por parte del PNV es hoy mayor que recién firmado el acuerdo de Estella. Buscarse malas compañías es a veces un error; otras, una inmoralidad, un suicidio político o todo ello a la vez. Aznar, Zapatero, Jáuregui y otros muchos harían bien en no hacerse demasiadas fotos con gentes como Berlusconi, Fini, Bossi, Arzalluz o Josu Ternera. Cerrar los ojos ante la obscenidad puede generar provecho a corto plazo. A medio y largo se acaba pagando.

SHARON Y BIN LADEN

Por HERMANN TERTSCH
El País  Lunes, 31.12.01

COLUMNA

Es dramático. Es trágico. Pero no es serio. Las últimas semanas, estos días de diciembre, nos están dando una percepción cruda y real de lo que puede ser la brutalidad desnuda cuando no sólo se es incapaz de asumir posturas y sensibilidades ajenas, si no se está absolutamente decidido a humillarlas y hundirlas con la arrogancia procaz de quien no teme ni el fracaso, ni la vergüenza ni la catástrofe para su propio pueblo. El primer ministro israelí, Ariel Sharon, nos está haciendo asistir a una cruel broma que anuncia drama. Con todo el volumen corporal que mueve, es ágil como nadie en la carrera hacia el desastre este hombre al que muchos israelíes votaron y otros cuantos auparon al poder con esa aritmética electoral tan curiosa como perversa.
Ahí está y nadie puede poner en duda que manda. Ni quienes le ayudaron indirectamente, como Shlomo Ben Amí o Ehud Barak, grandes dubitativos entre gavilán o paloma, ni los que en su magnífica candidez pensaron que en la cama con Sharon harían al personaje, si no más cálido, al menos más soportable para la vida en Oriente Próximo, véase nuestro premio Nobel Simon Peres. Trágicos derroteros los de todos ellos a la vista de los resultados.
Ariel Sharon es, de momento sólo en Bélgica, un criminal de guerra supuesto. Presunto. No se espera en todo caso una próxima visita suya a Bruselas. A él no le importa. Pero es de temer que a la ciudadanía israelí acabe importándole, ya no este detalle, sino las consecuencias que de él se derivan para sus propias vidas como seres humanos que ansían seguridad y bienestar y -por qué no- algo de felicidad tranquila. Porque la espiral de odio y violencia que ha desatado Sharon en las últimas semanas, por no hablar de heroicidades más lejanas, amenazan con implantar en Israel, a principios del siglo XXI, el terror a la aniquilación como fórmula de vida, más de medio siglo después de la fundación de este Estado y de los ingentes esfuerzos de tantos hombres de bien por buscar cuadraturas de círculos históricos que dieran una normalidad asumible a la gran excepcionalidad que fue la creación de dicho Estado.
Realmente es un legado que no se merecen ni quienes le votaron ni quienes hoy, que son más, le apoyan en su política precisamente por el miedo. Las últimas medidas tomadas por el Gobierno de Sharon deberían hacer comprender a Peres y a muchos otros que la colaboración ya es mera complicidad. El culto a la responsabilidad colectiva de que hace gala el primer ministro israelí en su trato al pueblo palestino -véase la obscena prohibición de acceso a los aeropuertos por criterios de raza- induce ya a comparaciones odiosas e inexpresables. Por respeto a millones de muertos quedarán en el aire. Pero es él quien vierte vergüenza sobre su país y su pueblo, no quienes desde la desesperación puedan verse abocados a paralelismos siempre improcedentes.
Sharon ha cruzado varias veces la línea roja que separa a la civilización de la barbarie. Ahora ya parece decidido a instalarse allende la divisoria. Y Washington debiera darse cuenta de que su pasividad ante tanto desafuero es la peor forma de afrontar el gran reto que tiene desde el 11 de septiembre. La política de Sharon es un torpedo en la línea de flotación de la seguridad de Estados Unidos y las democracias occidentales en general. Su arrogancia, el despliegue de rencor, la política sistemática de humillación y el alarde de violencia no sólo ponen en peligro la seguridad de toda la ciudadanía israelí, por no hablar de la palestina, sino también la de todos quienes detestan todos los fanatismos y creen en las sociedades abiertas y plurales.

Sharon comienza a ser para todos nosotros, demócratas israelíes o de cualquier lugar del mundo, un peligro similar al que representa Osama Bin Laden. Uno se halla huido. Pero el otro tiene teléfono y apartado de correos. Va siendo hora de que George Bush lo recuerde. Antes de que sea demasiado tarde. Cuando un amigo enferma, el mejor favor es llevarlo al médico. Aun en contra de su voluntad.

jueves, 11 de mayo de 2017

CUITAS MARROQUÍES

Por HERMANN TERTSCH
El País  Sábado, 22.12.01

COLUMNA

Mandoble y cimitarra siguen en alto, pese a la visita del eterno sonriente del socialismo español a la corte del rey joven alauita. Aunque vuelva el embajador marroquí a la calle de Serrano como regalo envenenado del monarca a la oposición española. La historia de despropósitos en las relaciones hispano- marroquíes podría tener gracia si no fuera por las consecuencias graves, muchas dramáticas, que acarrea y los peligros con que amenaza. Todos los protagonistas de esta especie de tragedia bufa han hecho aportaciones insólitas para enrevesarla.
El presidente del Gobierno, José María Aznar, nada ducho él en percibir, no ya respetar, sensibilidades ajenas, no ha perdido ocasión de regañar a Rabat y dejar en bandeja del entorno del bisoño monarca argumentos para su francofilia no precisamente cultural sino manifiestamente pecuniaria. París es buena, Madrid mala. En la mala Madrid, el Gobierno es muy malo y la oposición a los malos, al parecer muy buena. El presidente tiene derecho al mal humor como cualquier ciudadano, pero no a manifestarlo con tanto desparpajo cuando puede afectar negativamente a unas relaciones que afectan al trabajo, al bienestar y a la seguridad de muchos españoles.
Como también es cierto que el Reino de Marruecos tiene mucho por lo que ser regañado y su nuevo monarca ha hecho poco más que algún brindis al sol en eso que algunos llaman proceso de democratización en curso y que quedó someramente demostrado en presencia de Rodríguez Zapatero cuando su amable anfitrión, el primer ministro, Abderramán Yussufi, impidió hablar a un periodista de la oposición. También es cierto que el periodista no está en la cárcel y pudo incluso acceder a la conferencia de prensa. A eso se debe referir el líder socialista español cuando dice que 'Marruecos va por el buen camino'. Porque la 'sensibilización' que descubrió en el monarca hacia la emigración ilegal de sus súbditos no ha tenido mayor efecto sobre la industria del tráfico de seres humanos y estupefacientes del que vive gran parte del aparato del Estado marroquí en el norte y el oeste del país. Por no hablar de las razones profundas que llevan a millones de marroquíes a soñar todos los días con poner mucha tierra y algo de estrecho de mar por medio entre ellos y su rey.
Los socialistas españoles, tan entusiastas en su defensa de la bandera de la República Democrática Árabe Saharaui (RASD), que no existe ni existirá, rinden ahora pleitesía a un rey que está demostrando tener todas las debilidades de su padre y ninguna de sus virtudes, que las tenía el viejo zorro. Nadie duda de la buena fe de Rodríguez Zapatero. Pero hay motivos para hacerlo respecto a la invitación marroquí. El líder de la oposición fue recibido por cuatro ministros, vio a ocho y tuvo una larguísima entrevista con el rey. Que no objetara a la intimidad del vis a vis cuando el rey ordenó al embajador marcharse durante la misma puede ser una falta de reflejos. Pero no alegra el panorama general.

Marruecos es un vecino incómodo y, por mucho que cambiase por una súbita vocación humanista y demócrata de un rey educado en todo lo contrario, nunca dejará de serlo. Pero es un vecino, hay que hablar con él y, sin duda, se puede. Siempre que se deje. Incluso de Ceuta y Melilla, antes de que pase otro siglo. Aznar no puede en todo caso dedicarse en su política marroquí a despreciar a los discrepantes ni a exigir una lealtad perruna en política internacional. Entre otras cosas porque jamás la ejerció. A Zapatero el tiempo le dirá si su visita ha supuesto algo más que la versión norteafricana del abrazo del oso.

COLONIAS: SEMILLERO DEL ODIO

Por HERMANN TERTSCH
El País  Domingo, 16.12.01

REPORTAJE

Han llevado a la existencia de dos sistemas de carreteras, uno para uso exclusivo israelí y otro, tercermundista, para los palestinos

Las colonias están habitadas en gran parte por los sectores más radicales y violentos de la sociedad israelí, muchos de ellos fanáticos religiosos

Bajo el anterior primer ministro laborista, Ehud Barak, se erigieron más asentamientos que en el mandato del derechista Benjamin Netanyahu

Los 10 muertos y 30 heridos en el atentado cometido por terroristas palestinos en Emanuel, cerca de Nablús, eran colonos de uno de los cientos de asentamientos que Israel ha construido en contra de las leyes internacionales en los territorios ocupados desde la guerrra de los Seis Días, en 1967. Estas colonias están construidas sobre terrenos expropiados de forma forzosa a sus propietarios palestinos o por la vía de la ocupación por la fuerza de las armas. Están habitadas en gran parte por miembros de los sectores más radicales y violentos de la sociedad israelí, muchos de ellos fanáticos religiosos que quieren poblar todos los territorios que consideran que son de Israel por interpretación bíblica.
Los asentamientos han sido siempre uno de los obstáculos mayores para una paz negociada, pero el Estado de Israel sigue construyendo más sin cesar. Todos los Gobiernos israelíes, laboristas, derechistas o de unidad han mantenido esta política, y se da la circunstancia de que bajo el anterior primer ministro laborista, Ehud Barak, se erigieron muchos más que durante el mandato del derechista Benjamin Netanyahu. Inspirados en el modelo de los kibutzim, las cooperativas sociales de los pioneros socialistas que comenzaron a crear pequeñas islas judías en el mar de población árabe que habitaba Palestina a principios de siglo, forman parte de una política de hechos consumados por los que cada vez más población israelí vive en territorios del futuro Estado palestino.
Fuertemente protegidos por el ejército, la policía y las armas de que disponen todos los colonos civiles, los asentamientos gozan de unas infraestructuras de las que carecen los pueblos y las ciudades palestinas y que pagan los Presupuestos del Estado, así como organizaciones religiosas judías de la diáspora. En la actualidad hay varias decenas en construcción y los existentes tienden a ampliarse mediante la usurpación de tierras palestinas. Tienen prioridad sobre los pueblos palestinos en el acceso al agua, siempre escasa. Son por ello un generador permanente de agravios, odio y tensión.
Pero, además, la voracidad territorial que desarrollan lleva continuamente a una mayor discontinuidad de los territorios palestinos y atentan por ello gravemente contra la viabilidad del futuro Estado palestino. Sin la paralización y después desmantelamiento de los asentamientos, los palestinos estarían condenados, también en un futuro Estado, a la subsistencia en algo similar a los hometowns del apartheid surafricano, de difícil cuando no imposible desarrollo económico.
En la sociedad israelí laica existe una fuerte resistencia a esta política, que, en palabras del ex alcalde de Jerusalén, Teddy Kollek, 'genera odio'. También porque supone uno de los mayores impedimentos a la paz y por los enormes costes que genera a las arcas estatales.
Como señala Mireille Winter en su restaurante B'Sograin, en Israel 'hay madres solas con hijos, miles de rusos inmigrantes desempleados, hay miseria totalmente desatendida, y, en cambio, para diez familias que se instalan donde no se les ha perdido nada les hacen un ramal de autopista, un bypass', para que no tengan que pasar por una carretera árabe. Los asentamientos han llevado a la existencia de dos sistemas de carreteras en los territorios ocupados, uno para uso exclusivo de la población israelí, y otro, tercermundista, para la población palestina, que además el Ejército israelí corta sistemáticamente.
Pero hace tiempo ya que los asentamientos no son sólo iniciativas de grupos radicales religiosos o ideológicos. En muchos construidos en la última década viven también familias que no pueden permitirse una vivienda en las cercanías de Tel Aviv o Jerusalén y que acuden diariamente a su trabajo en éstas u otras ciudades. Existen pocas dudas de que Sharon no quiere renunciar a esta anexión subrepticia de tierras ocupadas y que en su ofensiva actual para acabar con la Autoridad Palestina el mantenimiento y la extensión de los asentamientos son argumentos de mucho peso.

Destruir a Arafat

Muchos observadores subrayan la aparente contradicción entre la exigencia de Sharon a Arafat de que luche más efectivamente contra el terrorismo, mientras destruye la infraestructura de las fuerzas de seguridad palestinas. Otros, sin embargo, ven que el objetivo de Sharon es, como escribía ayer en el diario Ha'aretz Meron Benvenisti, 'deshacerse de Arafat y liquidar a la Autoridad Palestina con objeto de lograr la plena desintegración para que el régimen palestino quede a merced de gánsteres. Así podría decir que él ya lo había advertido'. Los asentamientos podrían seguir creciendo, la población palestina cada vez más concentrada en menor espacio y sin economía viable, tendría que resignarse a la miseria o comenzar su propia diáspora. Benvenisti continúa: 'Los cobardes ministros laboristas, el silencio confuso de la oposición ideológica de izquierdas, la falta de liderazgo del propio Arafat y la acumulación de odio y deseos de venganza pueden llevar al éxito de Sharon y nos sumiría en el desastre a todos'. Las cuentas podrían salirle, pero a costa de muchas vidas israelíes. Como indica el palestino Walid: 'Sharon exige a Arafat que acabe con el terrorismo con su pobre policía y sus comisarías destruidas. Parece no acordarse de que durante décadas aquí no había Autoridad Palestina, sino israelí, policía, servicios secretos y su gran ejército. Y tampoco ellos eran capaces de evitar los atentados. Ahora quieren volver a los territorios. Entonces lo recordarán porque la lucha se multiplicará, contra ellos y los colonos'.

EL SECUESTRO DE LA ESPERANZA EN ISRAEL

Por HERMANN TERTSCH
El País  Sábado, 15.12.01 

REPORTAJE

Con el acoso a los palestinos en los territorios ocupados y el estrangulamiento económico, Sharon ha empujado a los jóvenes hacia la venganza, suicida o no

Solana: 'De momentos dramáticos, en ocasiones surgen también las soluciones. Es una situación en la que todos han de tomar decisiones estratégicas'

Java: 'Nosotros fuimos siempre aliados de los palestinos, no los países árabes, que nada hicieron por ellos. Sólo la izquierda israelí puede hacer la paz'

Eli Amir es un escritor de mucho éxito que vive detrás de una valla. Es ésta una fea construcción que limita la vista panorámica desde las alturas del barrio de Gilo hacia el este de Jerusalén. Pero Amir, al que muchos llaman el Mafuz israelí (por el escritor egipcio premio Nobel), agradece el muro construido por el ayuntamiento, porque sabe que impide que alguien algún día le pegue un tiro mientras lee en el salón de casa. Sobre todo por la noche, cuando, con la habitación iluminada, se le divisaría muy bien desde el otro lado del valle. Amir sabe que, en las laderas de enfrente, todas las noches alguien sueña con matarlo. No porque sea un escritor de éxito, sino simplemente por estar allí, en una zona conquistada por los israelíes en 1967, en la que jamás ha vuelto a vivir ninguno de sus habitantes árabes ni vuelto a poner pie los propietarios de las tierras.

Prohibido el paso
Tamer Kuzamer era un bebé de un pueblo cisjordano que se puso enfermo y cuya madre no consiguió convencer a los soldados israelíes de que los dejaran pasar hacia el hospital de Ramala. Las salidas de su aldea, como de casi todas en los territorios ocupados, están cerradas.
No es que los jóvenes soldados israelíes en el puesto militar en la carretera fueran monstruos ni que no tuvieran instrucciones, como asegura el Gobierno israelí, de dar paso a través de los controles a los palestinos en casos de urgencia humanitaria. En todo caso, no eran médicos y no percibieron la situación de alarma. No dejaron pasar a la familia y el niño murió mientras intentaba llegar a Ramala por caminos de cabras.
Cuatro miembros de los Abu Rashid, una conocida familia de Gaza, murieron el miércoles por las bombas de un helicóptero israelí. Estaban disparando un mortero contra un asentamiento judío vecino a un inmenso campo de refugiados. Los enterraron el jueves entre gritos de venganza de una multitud de palestinos. Horas más tarde, una decena de colonos israelíes resultaban muertos al ser ametrallado su autobús cerca del asentamiento de Emanuel, en Nablús. Volvían a caer las bombas israelíes en Ramala y en la ciudad de Gaza. Y en la calle de Ben Yehuda, de Jerusalén, aumentaba el número de las velas en recuerdo de los 11 jóvenes israelíes muertos el primer día de diciembre cuando un terrorista suicida hacía explosionar las bombas que llevaba bajo las ropas.
La fiesta judía de januká, con el encendido de velas durante ocho días, cobraba esta semana su más trágico simbolismo. 'Hágase la luz en estos momentos de tinieblas', rezaba el título del suplemento del diario israelí Ha'aretz.
Varias generaciones de adultos han vivido desde un principio oyendo hablar o sufriendo directamente el 'conflicto de Oriente Próximo'. Hubo guerras, y en ocasiones, como la Conferencia de Madrid o las 'Conversaciones' de Oslo, esperanza de paz. Ahora nadie sabe cómo puede mejorar la situación, pero todos son conscientes de lo que puede empeorar.
Muchos hablan de guerra abierta cuando la guerra ya está en marcha, pero no puede ser abierta entre uno de los ejércitos más poderosos del mundo y un pueblo que apenas cuenta con morteros de fabricación casera, unos Kaláshnikov y, eso sí, toda la desesperación, la rabia y el odio que generan el agravio y la humillación permanente.
El optimista vocacional e incorregible que es Javier Solana, alto representante para la Política Exterior y de Seguridad de la Unión Europea, comentaba el miércoles que 'todos son conscientes de que estamos en una encrucijada. Pero de momentos dramáticos como éste en ocasiones surgen también las soluciones. En todo caso, es una situación en la que todos han de tomar decisiones estratégicas'. En una larguísima limusina escoltada, en ruta hacia el aeropuerto después de dos jornadas frenéticas de negociación y mediación entre el Gobierno israelí y la Autoridad Nacional Palestina, Solana insiste en que 'este conflicto no puede ganarlo nadie y la única solución es política', como si intuyera o supiera que aquí, en Jerusalén y en Ramala, hay gente que piensa lo contrario.

Gigante de la política
Teddy Kollek ha sido un gigante de la política israelí. Mano derecha del gran padre de la patria judía, Ben Gurión, y después alcalde de Jerusalén durante cinco lustros, este judío vienés llegó a Palestina a principios de los años treinta, cuando el Estado de Israel más que un proyecto era aún un sueño. Como tantos miles de jóvenes judíos de todo el mundo, Kollek era un pionero sionista volcado en la creación de una patria judía socialista a partir de los kibutzim. Hoy, Teddy, a los 90 años, aún rebosa energía y acude todos los días a su despacho en la Jerusalem Foundation, y se niega a compartir la verdad oficial de la nueva 'era Sharon' de que todos los males de Israel tienen su origen en Arafat y la violencia palestina. 'Por supuesto que quiero un Estado palestino viable'. Para ello considera imprescindible el desmantelamiento de los asentamientos.
Como si fueran tentáculos, los asentamientos han ido comiéndose la tierra en Cisjordania y Gaza y convertido las ciudades y aldeas palestinas en diminutos bantustanes sin comunicación entre sí, incluso cuando no tienen las salidas cortadas por barricadas y tanques del Ejército israelí, como es el caso actualmente.
'Esos colonos, a los que pagamos todos con nuestros impuestos para que se multipliquen y generen odio, se los regalamos. Como a los ortodoxos que tienen 10 o 12 hijos, no hacen servicio militar y no trabajan por dedicarse de lleno a rezar, estudiar las escrituras y hacer niños que mantenemos los demás. ¿Dónde se ha visto cosa semejante?'. Quien así habla es Java, una superviviente de los campos de exterminio nazis, que durante muchos años trabajó en un kibbutz y ahora está desolada ante el desmoronamiento de la izquierda israelí. 'Nosotros fuimos siempre los aliados de los palestinos, no los países árabes, que jamás hicieron nada por ellos. Sólo la izquierda puede hacer la paz con los palestinos'.

El peligro de los ortodoxos
Son muchos los judíos laicos que ven una mayor amenaza al Estado y a la democracia israelí en los ortodoxos que en los palestinos. 'Dentro de 20 años, los judíos se estarán matando entre ellos', sentencia con mal disimulada satisfacción Walid, un conductor palestino. 'Con estos fanáticos cada vez más fuertes tendrán una guerra civil', añade mientras conduce por las calles del barrio Hivat Hamivtar, que parece un gueto judío centroeuropeo de principios de siglo, repleto de levitas negras y sombreros y mujeres con faldones largos, pelo recogido bajo gorros e invariablemente rodeadas por grupos de cuatro, cinco o seis niños que no aparentan llevarse más de un año entre ellos.
Según el catedrático de Historia Comparada de las Religiones, Guy Stroumsa, 'con los 10 hijos o más que tiene cada familia, los ortodoxos cada vez tienen más votos y más capacidad para influir'. Y afirma que este fenómeno y la inevitable asociación existente entre la identidad nacional y la identidad religiosa, que el sionismo quiso pero no pudo romper, paralizan muchas de las decisiones políticas y reformas que el Estado habría de acometer, también respecto a la paz con los palestinos.
Ésta está hoy más lejos quizás que nunca desde que el derechista Sharon llegó al cargo de primer ministro. Son muchos los que consideran que lo consiguió gracias a Arafat, que rechazó hace un año una propuesta del anterior jefe de Gobierno, el laborista Ehud Barak, como jamás tendrá ya otra. Ahora Sharon está más fuerte y goza de más popularidad que nunca. Los atentados suicidas y la negativa de Arafat a firmar el Acuerdo de Camp David han diezmado las filas de quienes creían en el acuerdo con el líder palestino. Con su ofensiva a muerte contra la Autoridad Nacional Palestina, el acoso constante a la población en los territorios ocupados y el estrangulamiento económico de los mismos, Sharon ha logrado multiplicar la desesperación y la disposición de los jóvenes palestinos a la venganza, suicida o no.
Cuantos más muertos, menos partidarios de la negociación con los palestinos y más entusiastas de una política de reocupación de los territorios en aras de la seguridad. Y menos israelíes inclinados a exigir cuentas al Gobierno de Sharon por el declive económico. Uno de cada cinco israelíes vive por debajo del umbral de pobreza. Los problemas sociales son acuciantes. 'La situación económica es muy grave, pero parece que la gente no se quiere dar cuenta del nexo entre miseria y guerra', dice Mireille Winter, una uruguaya que llegó a Israel hace 30 años 'intoxicada de sionismo', como dice ahora con la sonrisa de quien ha perdido por el camino muchas ilusiones. Su amiga Miriam Zagiel, argentina, directora del Festival de Artes Escénicas de Jerusalén, asiente: 'Sharon ha logrado convertir la Intifada en guerra y en ocho meses ha hecho que se desvanecieran todas las esperanzas. No hay trabajo, no hay seguridad, no hay inversiones extranjeras. El desempleo se ha disparado, pero gracias a la cuestión palestina, aquí no se habla ya de economía, de educación ni de sanidad. Sólo de terroristas, sólo de Arafat. Yo no soporto a Arafat, pero él no es mi problema, sino el de los palestinos. Yo vivo aquí'.

Los pulsos de Sharon
Existe una convicción generalizada hoy en Israel y es que Sharon ha ganado todos los pulsos que ha echado hasta ahora. En parte por suerte, en parte por errores de los adversarios, en parte porque sin escrúpulos se tiene mayor libertad de acción. Su viaje a Washington fue sintomático. Acudía después de que por primera vez un presidente norteamericano se manifestara partidario del establecimiento de un Estado palestino y lo hiciera en la sede de la ONU, organización que Sharon odia casi tanto como a la OLP. Antes Sharon ya se había ganado una seria reprimenda de Estados Unidos por comparar las presiones de Washington, encaminadas a que reanudara el diálogo con los palestinos, al Tratado de Múnich firmado por Francia y el Reino Unido con Hitler. Pero los terroristas palestinos le hicieron el gran regalo político de hacer estallar una bomba en Jerusalén mientras él estaba en Washington. Sharon, que iba a que le regañase Bush, acabó dando lecciones de antiterrorismo al presidente.
La paz se aleja cada vez más y Sharon gana. Hoy no sólo tiene secuestrado a Arafat en los territorios sin poderse mover y con la pista de aterrizaje de su aeropuerto, construida con fondos de la UE, convertida en un montón de escombros. Tiene secuestrados a todos los palestinos en sus aldeas y ciudades sin poder trabajar ni adquirir los artículos más imprescindibles para una vida digna. Y tiene también secuestrados a los israelíes, atenazados por el miedo y la angustia y cada día menos capaces de plantar cara a la estrategia de guerra de sus secuestrados. Es un caso especialmente trágico del síndrome de Estocolmo.




Tres judíos de una secta ortodoxa caminan por una calle de Jerusalén ante un cartel de Arafat en el que se lee en hebreo "asesino". AP

SHARON HA GANADO

Por HERMANN TERTSCH
El País  Viernes, 14.12.01

VIOLENCIA EN ORIENTE PRÓXIMO

Final de trayecto. El primer ministro israelí, Ariel Sharon, ya está donde quería y donde más cómodo se ha sentido siempre: en la guerra. La masiva operación militar de castigo llevada a cabo por el Ejército israelí ayer en Cisjordania y Gaza pone fin a un diálogo israelí-palestino que ya era una quimera desde que Sharon llegó al poder y el líder palestino Yasir Arafat decidió jugar con dos barajas y equivocándose en todas las partidas. La ayuda de Arafat al éxito de Sharon es inestimable. Le aupó al poder con su rechazo al plan de concesión territorial del anterior jefe de Gobierno israelí, Ehud Barak. Y en los últimos meses, el líder palestino ha hecho todo lo que el primer ministro esperaba de él para poder dar el golpe de gracia a la Autoridad Nacional Palestina, al Plan Mitchell, a la mediación del general norteamericano Anthony Zinni y a los esfuerzos negociadores de la Unión Europea dirigidos por Javier Solana y Miguel Ángel Moratinos. Realmente montan un buen tándem Sharon y Arafat, Arafat y Sharon, tanto monta, monta tanto, en pedaleo veloz hacia la catástrofe de sus respectivos pueblos.
La hipocresía del comunicado del Gobierno israelí acusando a Arafat de 'responsable personal' del atentado que costó la vida a diez colonos judíos y heridas a más de treinta cerca de un asentamiento cisjordano, no puede sorprender ya. La procacidad de la retórica oficial israelí respecto al conflicto palestino ha alcanzado cotas insólitas después del regreso triunfal de Sharon de su viaje a Washington, donde, tras el atentado del día 1 de diciembre, recibía lo que de inmediato entendió como carta blanca en su particular 'lucha antiterrorista'. Aunque haya en la sociedad israelí muchas memorias sólidas que podrían enumerar la cantidad de víctimas judías, soldados y civiles, habidos en el Líbano y en los territorios ocupados cuando el responsable de la seguridad allí era el propio Sharon. Por no hablar de las víctimas no israelíes que al viejo general le importan aún menos.
Arafat tiene fama de ser especialista en supervivencia física y política. Va a necesitar toda su maña al respecto ante una situación que sin duda ha ayudado a generar, pero que desde hace unos meses ha escapado totalmente a su control. Sharon, por su parte, es especialista en humillaciones y lleva nueve meses infligiéndoselas a todos los actores secundarios en este drama, desde su triste ministro de Exteriores, Simón Peres, a la presidencia belga de la UE, a la UE en general, a los mediadores españoles e incluso a los norteamericanos Mitchell o Zinni. Por no hablar, por supuesto, de Arafat y los palestinos. Con el presidente no se atrevió en un principio, pero después de la oportuna bomba en Jerusalén, aún en Washington él también cree deber dar clases al joven Bush.

Sharon necesitaba muertos para conseguir apoyos en su lucha por desmantelar la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y Arafat se los concedió con su política de medias verdades, muchas mentiras y escasos actos en la lucha contra un terrorismo que -él no supo verlo- ha adquirido otra calidad desde el 11 de septiembre pasado. Al goteo de muertos siguió el chorreo y Arafat seguía creyendo que con castigar a quedarse en casa a unos cuantos líderes de Hamás o la Yihad había cumplido con la comunidad internacional y con Sharon. Pensaba que podía seguir canjeando condescendencia al terrorismo por el silencio de los radicales ante la corrupción de su aparato. Mientras, el primer ministro israelí le iba metiendo al Ejército en casa con su política de represalias militares, a la que cada par de días se otorgaba motivo. A última hora de ayer seguían pasando los helicópteros en dirección a Ramala por encima de Jerusalén oriental, Gaza era bombardeada y Cisjordania dividida en tres compartimentos estancos mientras los soldados israelíes registraban barrios enteros casa por casa. Arafat está preso, y la radio, la televisión, las telecomunicaciones y el aeropuerto palestino son escombros. Sharon ha ganado. Salvo milagro, la ANP es historia. Los muertos de los próximos meses y años nos indicarán el precio de la victoria de Sharon, gran orquestador de esta nueva carrera de israelíes y palestinos hacia la meta del dolor.

EL NUEVO ESFUERZO NEGOCIADOR SALTA POR LOS AIRES

Por HERMANN TERTSCH
El País,  Jerusalén, 13.12.01

Javier Solana no había llegado aún a Berlín en su vuelo desde el aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv cuando todos los esfuerzos de su frenética actividad mediadora en Jerusalén saltaban por los aires.
El alto representante para la Política Exterior y de Seguridad de la UE (PESC) no tenía ayer mayores ambiciones, según comentó a EL PAÍS en Tel Aviv, que la consecución de un plazo de 48 horas sin el ejercicio de la violencia por parte israelí y palestina para después buscar fórmulas para un hipotético marco negociador. 'Todos saben que estamos en una encrucijada. Y Arafat sabe que, en la actual situación, tiene que parar inmediatamente a los grupos extremistas en los territorios. La UE se lo ha hecho saber claramente'.
Antes de su previsto encuentro con el canciller alemán, Gerhard Schröder, habían muerto ya al menos ocho colonos judíos cerca de Nablús, en Cisjordania, y dos terroristas suicidas palestinos habían intentado hacer lo mismo en Gush Katif, en Gaza. Los muertos pueden ser más porque el número de heridos estaba en las decenas.
Solana había desayunado el martes con el primer ministro israelí, Ariel Sharon, había hablado muy seriamente con un Yasir Arafat, que en opinión de muchos está cometiendo inmensos errores, y se había entrevistado con el enviado especial del presidente George W. Bush, Anthony Zinni. Además tuvo encuentros, coordinado con el diplomático español Miguel Ángel Moratinos, veterano negociador por la Unión Europea para Oriente Próximo, con los servicios de información y de seguridad de israelíes y palestinos. Zinni también ha redoblado sus esfuerzos después de que sus interlocutores más expertos le advirtieran de que no podía amenazar con abandonar la misión en cuanto se le presentara un problema como hizo el pasado fin de semana.
Al mediodía, y pese a los ataques de helicópteros israelíes en Gaza la madrugada anterior, Solana quería creer que todos harían el esfuerzo supremo de buena voluntad por desactivar una situación que puede descontrolarse en cualquier momento, si no lo está ya de hecho. Mientras mister PESC habla con el ministro de Defensa israelí, Ben Eliezer, Moratinos está en Ramala. Los esfuerzos de los dos mediadores españoles por convencer a Arafat de que debe actuar contra los extremistas palestinos y a Sharon de que debe dejar de hacerlo para evitar una escalada, son constantes. 'Se han acabado los tiempos de las ambigüedades'.
El desastre se produce cuando Solana ya está en el aire, en ruta hacia Berlín. Tres atentados palestinos, nadie duda que coordinados, se encargan de reventar todos los esfuerzos y buenas intenciones de la Unión Europea que gestionan y sufren Solana y Moratinos.

Minutos después del atentado de Nablús, Dari Gold, portavoz del Gobierno de Sharon, avisa de que la respuesta será inmediata. Nadie duda que contundente. La vertiginosa escalada hacia la catástrofe se reflejaba ayer en las palabras y las miradas de las gentes en Jerusalén y de los portavoces de las dos partes en conflicto, que cada vez se alejan más de cualquier diálogo.

TRAGEDIA INDUCIDA

Por HERMANN TERTSCH
El País,  Jerusalén, 11.12.01

COLUMNA

'Nosotros no vamos a matar inocentes, aunque haya accidentes; es lo que nos diferencia de los terroristas palestinos', decían ayer fuentes oficiales israelíes después de que sus helicópteros de combate mataran a dos niños e hirieran a otros tres al intentar asesinar a un militante palestino que, al parecer, iba en un coche que se detuvo en un semáforo junto al coche de las víctimas. 'Nosotros estamos orgullosos de nuestros mártires, hay que dedicarles monumentos', dicen jóvenes palestinos en referencia a los terroristas suicidas que han matado a tres decenas de civiles israelíes en apenas diez días. El desprecio a la vida humana que se ha desatado en Oriente Próximo en los últimos meses es, incluso medido por los baremos de la región, obsceno.

Ayer, en Jerusalén, ciudadanos israelíes que, pese al reinado, de momento casi incontestado, de Ariel Sharon no han caído en tal desprecio, se mostraban conmocionados por la escalada de un drama que amenaza con simas de dolor sin precendentes. Y tan sólo esperaban ya, en profunda desesperanza, el próximo capítulo en un autobús o una discoteca, en un estadio o un supermercado. Miembros de la izquierda pensante y superviviente mostraban su desolación. Nadie duda de que el helicóptero no tenía intención de matar a niños. Ni tampoco de que quien ordena disparar misiles aire-tierra, como ayer se hizo, en una zona urbana en pleno día para matar a un sospechoso es tan sospechoso o más que el objetivo. Nadie podrá decir que no hay culpables tras la tragedia ya rampante en Oriente Próximo. Arafat no ha perdido ocasión de perder oportunidades, la izquierda israelí se ha autoinmolado con Shlomo Ben Amí y Ehud Barak por un lado y Simón Peres por el otro, y Sharon ríe en los consejos de ministros, mientras -o quizás porque- en esta vorágine de violencia pocos alcanzan a pensar en la miseria cotidiana que atenaza a la inmensa mayoría de los palestinos, pero también a cada vez más israelíes. Sumida la ciudadanía en el miedo y el odio al enemigo, Sharon ha conseguido que pocos le pregunten por qué ha reducido al Gobierno de una nación en un ministerio de guerra y liquidación preventiva del enemigo.

DIVIDIDOS, PERO CON SHARON

Por HERMANN TERTSCH
El País, Jerusalén, 09.12.01

REPORTAJE

La sociedad israelí, cada vez más fraccionada, comienza a quedarse con el miedo como único elemento de cohesión

Viernes por la tarde. El Sol acaba de ponerse tras el monte Herzl y la ciudad vieja de Jerusalén está desierta. Apenas quedan semiabiertos, con las puertas entornadas, un par de tiendas en el laberinto de estrechas calles que unen sus cuatro barrios, cristiano, judío, armenio y musulmán. Los turistas dejaron ya de llegar hace meses, tras los últimos atentados han desaparecido. Los grupos de soldados israelíes, apoyados en esquinas, junto a algún portal o fumando en silencio bajo alguna arcada, parecen los únicos seres humanos existentes en este paisaje urbano de tinieblas. Cuando el silencio es absoluto, se oyen pasos. Por las calles empinadas de la Vía Dolorosa, de la calle de David y Bar El Silsileh aparecen las primeras figuras. Van vestidas de negro riguroso. Son los judíos ortodoxos que bajan hacia el Muro de las Lamentaciones a iniciar así la fiesta del Shabat.
A la misma hora, en Tel Aviv, en la avenida Allenby, nombrada por el general británico que arrebató Jerusalén a los turcos en 1917, nadie se acuerda del militar. Miles de jóvenes y no tan jóvenes hacen cola para entrar en el Joyce, en el Goodbar o en otros de los locales que se suceden a ambos lados de la calle. Se disponen a iniciar su juerga del Shabat con música tecno y rock, mucha cerveza y combinados, en gran parte ya convenientemente desinhibidos gracias a una marihuana que circula con la misma intensidad que el tráfico rodado. Ya el jueves había allí atascos de tráfico bajo los neones que anuncian 'strip-tease espectacular' y 'gogo-girls fascinantes' en varios idiomas, entre ellos siempre, invariablemente, el ruso. Decenas de discotecas, bares y restaurantes con música se disputan a los clientes en las calles del centro de Tel Aviv. Unos abren a las doce de la noche y cierran a las 12.30 de la mañana siguiente. Otros no cierran jamás.
'La última vez que fui a Jerusalén fue con mis padres, tendría diez años. No he vuelto. Detesto esa ciudad llena de fanáticos y derechistas. Allí están los responsables de que no seamos aún un país normal. De que los jóvenes tengamos casi tres años de servicio militar. Y de que mi padre tenga que ponerse el uniforme e irse de casa durante mes y medio todos los años. Son iguales que Arafat'. Quien habla así es Gai, un joven comerciante de Tel Aviv. Sus amigos asienten. No son pacifistas de los que se manifiestan, cada vez en menor número, pidiendo la retirada total de los territorios ocupados.
Están tan despolitizados como la mayor parte de la juventud en Europa. Son de esa generación que creía que el proceso de paz había abierto hace una década de forma definitiva la puerta a la normalización de Israel. Están tan hartos de religión y misticismo como de la religión laica del sionismo socialista de los fundadores del Estado de Israel. Respetan, dicen, el arrojo, la entrega y la sobriedad de aquéllos en los kibutz o en la guerra, pero se niegan a semejantes sacrificios.
Ansían una normalidad que, con el fracaso del proceso de paz, ven ahora más lejos que nunca. 'Pero eso sí, votaría hoy a Ariel Sharon. A Peres y a Barak siempre los ha engañado Yasir Arafat', dice Gai. Todos asienten.
Israel tiene ya una renta per cápita de 21.000 dólares, es una democracia, al menos para sus ciudadanos; es plural; su población ha crecido espectacularmente gracias a la llegada de más de 900.000 judíos rusos. Con sus casi seis millones y medio de habitantes, de los que el 80% son judíos, más de un tercio de los hebreos del mundo han encontrado una patria en Israel. Todo judío que se sienta perseguido sabe dónde buscar refugio. Es casi todo lo que soñaron quienes fundaron este Estado. Menos la paz. Y por eso todos los éxitos no se perciben y la frustración es inmensa, las divisiones crecientes y los factores de cohesión se diluyen desde hace más de dos décadas. Los ortodoxos condenan al sionismo como ideología sin Dios, el sionismo parece ya vacío de contenido, la izquierda ha perdido sus señas de identidad, la juventud no religiosa emula en su individualismo consumista a los jóvenes en los países desarrollados de Occidente. Conviven en Israel judíos de 60 países, etíopes y neoyorquinos, sionistas y haredims (ortodoxos), ashkenazis y sefardíes, de derechas, de izquierdas o de nada, halcones y palomas, israelíes de cuarta generación y primera. Cada vez son más débiles los lazos que los unen. Está, por supuesto, omnipresente el miedo.
La multiculturalidad antes integrada bajo el paraguas del mandamiento de creación de un Estado judío se ha convertido en factor disgregador. Los rusos llegados en la pasada década viven entre ellos como los judíos ortodoxos, ven la televisión rusa y muchos ni hablan hebreo ni parecen tener intención de aprenderlo. Y los musulmanes israelíes se han unido por primera vez en medio siglo a la protesta palestina, generando así una inseguridad sin precedentes. Los ortodoxos ya lograron extorsionar al Parlamento (Knesset) su exención del servicio militar. Pronto otros grupos pueden estar en disposición de hacer lo mismo y poner al Estado ante el dilema de renunciar a la capacidad de defensa o a la democracia.
Como dice el hispanista Ioram Mercer, de la Universidad de Jerusalén, 'el único factor de unión definitivo es hoy el miedo'. La frase que más se usa ya en esta sociedad, entre padres e hijos, maridos y mujeres, amigos y compañeros de trabajo, es la de 'por favor, ten cuidado'. Es un intento de los individuos de darse seguridad unos a otros porque todo el mundo sabe que la precaución personal no sirve para evitar ser objeto de un ataque suicida. Mientras la lucha por la supervivencia directa de pasadas generaciones generaba solidaridad y militancia nacional, el miedo hoy no llama más que al nicho personal, familiar o de las diversas subcomunidades. La izquierda con voluntad negociadora está hundida y Sharon contaría hoy con más votos que en las pasadas elecciones.

LAS MIL JANUKÁS

Los fundadores del Estado de Israel nunca establecieron unas claras reglas en las relaciones entre nación, Estado, religión y territorio. Había, sin duda, tres años después del holocausto y amenazados por los vecinos árabes, dificultades para hacerlo. Pero todos los males actuales tienen relación con este hecho, desde la amenaza exterior a la agresión interna por parte del radicalismo de colonos y ultraortodoxos, hasta el uso y abuso de religión y nación en litigios de poder. ¿Puede el Estado de Israel ser un país que viva en seguridad y fronteras reconocidas, en paz con sus vecinos, incluido el Estado palestino, si cualquier estadista está siempre a merced de quien hace de la Biblia argumento político, de la religión carta de ciudadanía y de Dios árbitro de tratados fronterizos? Mañana comienza en Israel - y en las comunidades judías de todo el mundo- la fiesta de las velas, conocida como la Januká. Rememora la hazaña de los Macabeos al vencer a los muy superiores Ejércitos griegos de Siria en el siglo II antes de Cristo. Pero también, para los judíos religiosos, el milagro que permitió a los vencedores iluminar el templo durante ocho días con el aceite de una sola jornada. Ocho días de fiesta y polémica servida. Los sionistas de primera hora quisieron desterrar a Dios y a los milagros de esta fiesta y conmemorar la confianza en el esfuerzo humano y en la autodefensa nacional de los Macabeos. En unos colegios se celebrará de forma religiosa; en otros, con recuerdos a los pioneros sinionistas o fiestas de discoteca.

Una mujer israelí mira artículos en un supermercado. Fuera de la tienda, un judío ultraortodoxo. ASSOCIATED PRESS