Por HERMANN TERTSCH
El País Lunes,
30.10.2000
TRIBUNA: FÚTBOL
GASPART CUMPLE CIEN DÍAS COMO PRESIDENTE DEL
BARÇA
Resulta que han sido millón y medio de pesetas. Más le
cobran a un indigente por no tener asegurada la furgoneta de chamarilero.
Terrible sanción por actitudes infames, incitación a la agresión y ya no sólo
verbal y además apología de la violencia y del odio. Millón y medio pueden ser
una cantidad disuasoria para un obrero o un ama de casa campesina, pero no para
Joan Gaspart, y quienes imponen tal multa saben lo que hacen, son conscientes
de ello. Resulta que la dirección de un equipo cuyo presupuesto se lanza a las
decenas de miles de millones sin problemas y que presume de ser un club sano de
finanzas recibe un castigo del que todos saben que no es castigo ni nada. Es un
sarcasmo pero también una afrenta, al jugador que aquel sábado no pudo lanzar
de esquina, al equipo en que juega y que por ello se vio directamente
perjudicado y a una afición al fútbol, incluidos los no insensatos del
Barcelona que vieron cómo un partido se veía condicionado por una violencia
verbal propagada por poderosos medios e inusitada perversión.
Resulta que una campaña de medios auspiciada y alimentada
por la dirección de un club otrora honorable y hoy dirigido por un forofo logra
impedir que el equipo contrario juegue según los criterios que cree más
idóneos. Y que los métodos para que así sea son la amenaza, los insultos y la
agresión directa con el lanzamiento constante de todo tipo de objetos al campo
de juego.
Si los mecheros y los teléfonos móviles hubieran volado en
otros campos de la geografía española habríamos tenido sin duda sanciones
ejemplares, clausuras de estadios para demostrar la eterna disposición de las
autoridades deportivas "contra todo tipo de expresión violenta".
Aquí, como dicen los argentinos, "millón y medio, nomás". Es
decir Peanuts.
Si a un señor Gaspart, como a un Gil y Gil o a un Lopera, se
les puede permitir un lenguaje de desprecio e incitación al odio como sucede,
cómo nos vamos a quejar que en los escalafones más ínfimos de la hinchada
algunos recurran al navajazo o el arma arrojadiza para desfogarse. Pero sigan
todos así hasta que algún día no tengamos un muerto aislado en los aledaños del
Calderón, sino unas decenas en algún campo, incluido algún jugador visitante
que fue a sacar un córner pese a haber sido advertido por la prensa deportiva
local de que no debiera osarlo.
La repugnancia que produce la militancia cuando espoleada
por sus dirigentes se llegan a estas simas de miseria, tan sólo hacen que mi
estima por ese gran profesional y, según dicen quienes lo conocen bien, gran
persona, que es Figo, ha aumentado lo indecible con el espectáculo del Camp
Nou. Qué gran señor este jugador enfrentado a una horda detestable de corifeos
del odio agitada por unos dirigentes a los que llamaremos tan solo
irresponsables por falta de ganas de asomarnos a los tribunales. Primero se
arrebata el honor al individuo, después se legitima que sea agredido y después
se le despoja de su derecho a jugar o a existir, como futbolista o como
persona. Asco dan estos ejercicios fascistas de terrarium, aunque sea en
experimentos en estadios de postín.
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