miércoles, 10 de mayo de 2017

LOS MIEDOS ENFRENTADOS

Por HERMANN TERTSCH
El País,  Ondarroa, 13.05.01

REPORTAJE

En muchas partes de Euskadi convive el miedo a ETA con un nuevo miedo, quizás sin motivo pero real, sembrado por el nacionalismo, a una España vindicativa

Bar Gaztedi, en la alameda de Ondarroa (Vizcaya), bien entrada la tarde, en pleno final de campaña. El dueño del local ve una bolsa redonda junto a una pared, no lejos de la barra. '¿Qué es eso?', pregunta nervioso y se apresura a examinarla de cerca. La bolsa es semitransparente, por lo que pronto pasa el sobresalto. El camarero sonríe aliviado. Era un balón de fútbol. No es muy explicable la reacción de susto. En el municipio de Ondarroa, todos conviven con un poder absoluto de Euskal Herritarrok. Y quien se lleva bien con esta fuerza no ha de temer bombas desde hace más de tres lustros. Pero los nervios están crispados. Juegan malas pasadas.
Markina, un día antes. Un amigo desde la infancia saluda con gesto adusto al periodista y le espeta: 'No sé cómo te atreves a venir por aquí después de lo que has escrito y dicho'. Ahí acaba la conversación. Otros son menos hoscos en este pueblo, que siempre ha sido tranquilo y amable. Hablan, en voz baja, para criticar el Pacto de Estella, lo que alguno llama los 'errores' de Arzalluz y Egibar al frente del PNV, fuerza mayoritaria en el pueblo. Pero todos hablan con temor de la inminente amenaza de una 'reconquista' por parte de las fuerzas de Jaime Mayor Oreja, a quien alguno parece confundir con el general Mola y los tercios de requetés.
Lekeitio, dos días después. Las pescaderas venden cabrachos, salmonetes, rodaballos y merluzas magníficas en su mercado diario junto al puerto. Hace un día estupendo. Pero hay muy poca gente en los bares y restaurantes de este delicioso puerto de mar. Unos arrantzales (pescadores) jubilados hace tiempo chiquitean por los bares del puerto. Hablan, como casi todos los mayores en este triángulo vizcaíno, un vascuence que mezclan con perfecta naturalidad con frases en castellano. Y hablan mucho más de Mayor Oreja que de Arzalluz, presidente del 'partido de toda la vida', o de Arnaldo Otegi, el etarra 'reconvertido' a la política que, con EH, ostenta también su dominio total en el escenario político del pueblo.

Bandas amarillas
La única propaganda electoral visible en Lekeitio es la de EH. En Ondarroa y Markina, la situación no es muy diferente. Y la propaganda electoral del PNV se ha ido incorporando al discurso de EH según pasaban las jornadas. Nadie se atreve a retirar pancartas y carteles de unos. Las largas bandas plásticas amarillas con el lema de 'EH, EH, EH, EH' son omnipresentes. Pero nadie hace nada por impedir que se retiren, manchen o cubran los carteles que quizás, en algún momento de militancia suprema, han pegado o colocado otras fuerzas democráticas. La calle aquí sigue siendo de unos.
El Partido Popular y el Partido Socialista se las verán y desearán incluso para mantener un mínimo control de los procedimientos de voto hoy, domingo, día histórico para Euskadi como las fechas clave que llevaron a la aprobación del Estatuto de Gernika. Los partidos constitucionalistas no han intentado siquiera pegar carteles en estos pueblos, en los que su propaganda es dinero tirado a la basura porque no aguanta ni minutos en las paredes antes de ser arrancada. Por no hablar de organizar un mitin, que sería un riesgo para la seguridad de los oradores de forma inmediata y de los asistentes al mismo a largo plazo si residen en dichas localidades.
Pero también el PNV ha tenido que ver cómo en todos los carteles pegados por sus militantes han sido colocadas posteriormente pegatinas acusando a Ibarretxe, al antiguo aliado en Estella, de decir 'sí' a todos los males que se ciernen, según los chicos de Otegi, sobre una Euskadi asediada por esos extraños foráneos que, sin embargo, son de allí.
No hay igualdad de oportunidades para los diversos partidos en esta esquina de Euskadi como no la hay en muchas otras. Pero sí se ha producido un gran cambio en los últimos meses en el País Vasco, también en estas zonas en las que defender la Constitución española y el Estatuto de Gernika es algo no ya mal visto, sino casi siempre peligroso. Los que se consideraban dueños eternos del batzoki por designación cuasi divina dudan y temen que les fallen por primera vez las garantías eternas de hegemonía. Es muy significativo, y sus efectos pueden ser muchos y muy contradictorios sobre los resultados que esta noche habrán de producirse tras el recuento de votos. El miedo, esa gran arma utilizada desde hace años por los violentos y sus jefes en ETA -con gran éxito, por cierto- contra los que abominan de Estella es ya un sentimiento, una emoción, que afecta a todos.
Por primera vez en décadas son muchos los abertzales que tienen miedo. Por supuesto que no a que los mate ETA, que concentra su atención en objetivos menos afines. Ni tampoco a batallones vasco-españoles o gales que actuaron en su día por esta zona, pero que todos saben que no existen desde hace casi una generación. Pero sí se percibe ya un temor real, consistente y creíble a que hoy se produzca un seísmo político que resquebraje un sistema en el que una inmensa mayoría de la región se había acomodado y que aquí muy pocos percibían como un peligro físico real.
Por primera vez existe el miedo a que caiga un régimen que había creado unos privilegios ciertos, el de la seguridad personal el primero, pero también otros muchos, como el de la impunidad para actuaciones que son delictivas en el resto del mundo, o el de los puestos de trabajo por clientelismo y las omnipresentes subvenciones que tanto 'fidelizan', como se dice ahora en el mundo empresarial. Como en todas partes del mundo, y a pesar de las insistencias en las certezas inmutables del nacionalismo como son el agravio y el victimismo, también en zonas de Euskadi con la presión ideológica, social y económica como ésta existen los cínicos y los lúcidos. No son ya uno ni dos, ni sólo intelectuales ni constitucionalistas de toda la vida, los que ponen en duda que muchos nacionalistas consideren la derrota del PNV como la única salida de una espiral del absurdo, y que otros muden de lealtades si el partido de 'los vascos de toda la vida' pierde la mayoría y así también el control del Gobierno y de la financiación, precisamente de esas lealtades que algunos consideran eternas y que, según se vio en Álava tras la pérdida por parte del PNV de la Diputación, no lo suelen ser.
Dicen algunos viejos en Ondarroa y Lekeitio que la llegada de Mayor Oreja al poder sería como la invasión de tropas moras y la entrada de los requetés en pueblos 'separatistas'. Si ha habido algún mensaje de Ibarretxe que ha cuajado aquí es el de la amenaza revanchista de Mayor Oreja, unido al 'traidor' de Nicolás Redondo -'su partido, al fin y al cabo, luchó con nosotros en la guerra'-, según contaba uno. La memoria selectiva, una vez más. Lucharon juntos en la guerra durante un breve periodo, ya que los nacionalistas se entregaron con manifiesta docilidad a unos fascistas, ésos sí realmente extranjeros, italianos para más señas.

Pedigrí
En esta parte de Euskadi no hay dudas de identidad más que entre aquellos que acudieron a la llamada de la industrialización y la pesca y han tenido hijos que han multiplicado su voluntad y militancia antiespañola para lograr pergeñarse no ya un carné de identidad vasco, sino un pedigrí de euskaldún puro al estilo del líder de EH, Joseba Permach, un ilustre zamorano que da lecciones de abertzalismo a los ciudadanos de Zarautz. Por no citar a muchos otros que multiplican las k y tx en apellidos castellanos, andaluces o extremeños en su esfuerzo por lograr participar en el concurso de exclusión ideológica y racista que los desprecia. Aquí, los vascos son, en su mayoría, vascos, si esto significa algo después de muchos siglos de navegar y combatir a favor de la Corona española. No como en Rentería o partes del Goiherri, donde hay que jurar fidelidad al 'águila negra' de Herri Batasuna para entrar en la tabla redonda del fanatismo y del etnicismo tan puro como falso.
Bilbao, miércoles antes de las elecciones, cerca del museo cosmopolita del Guggenheim, lejos de los bares baserritarras de los valles de Lea Artibai o el Alto Deba y de los falsos idilios del vasco puro y fiel, melómano con la txalaparta y sólo obediente a Jaungoikoa (Dios) y a su identidad milenaria.
Dos viejos discuten acaloradamente. Uno se defiende de quien dice que los dos últimos años de pacto fracasado entre el PNV, EH y ETA han sido un fracaso. 'Mira, del PNV no se discute. Es como el Athletic [de Bilbao]. De aquí de siempre'. El otro responde: 'Es cierto. El PNV está como el Athletic, y eso es motivo suficiente para que pague sus culpas'. Unos piensan que ha de hacerlo en Segunda. En la oposición. Otros creen que por no bajar a Segunda serían capaces de firmar un acuerdo con el mismo diablo. Arzalluz pensaba lo segundo. Incluso así, quizás baje a Segunda.

¿FIN DE RÉGIMEN?

Dos trabajadores portan una bolsa ante un cartel de Euskal Herritarrok. TXETXU BERRUEZ

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