Por HERMANN TERTSCH
El País Jueves,
25.10.01
COLUMNA
La protección y la defensa del Estado de Israel son
imperativo moral para Europa. Son obligaciones que emanan de nuestra historia,
un elemento de nuestro acervo democrático, plenamente interiorizado por los
europeos, dirigentes y ciudadanía. El compromiso de Washington con Israel tiene
más que ver con imbricaciones prácticas, desde el papel de Israel como
permanente cabeza de puente de los intereses norteamericanos en Oriente Próximo
hasta la gran capacidad de ejercer influencia sobre la administración que
tienen las organizaciones judías norteamericanas. En Europa, por el contrario,
se asume como deber moral y político ineludible.
Pero parece llegado el momento de que los dos grandes
protectores de Israel a ambos lados del Atlántico coordinen urgentemente su
política para defender a Israel de quienes ya se erigen en los mayores enemigos
de su seguridad y que no sólo están dentro, en casa, sino en el Gobierno.
Porque el señor Ariel Sharon y sus conceptos sobre seguridad, aplicados en los
últimos meses y sobre todo últimos días, son ya una amenaza insoportable, y no
sólo para los palestinos que mueren a diario y están condenados a la asfixia y
la miseria. Sharon y compañía son parte del frente enemigo de cualquier
proyecto que pueda prometer a los niños israelíes una vida futura con
esperanzas y seguridades a las que tienen derecho. El odio, el desprecio y el
culto a la fuerza se lo niegan. Es de esperar que Sharon haya de responder por
ello ante su pueblo y los demás.
La política -por llamarlo de alguna forma- del Gabinete
israelí, y especialmente la actual invasión de ciudades y territorios
palestinos, son una agresión no ya a Gaza y Cisjordania, sino a todo el mundo
civilizado. Esto, cuando nos aprestamos a una larga campaña contra el
terrorismo internacional en la que está en juego el futuro de todos, incluidos
los niños israelíes. Por eso supone un acto de máxima deslealtad, de traición
cabe decir, a los aliados que desde la Declaración de Balfour tras la Primera
Guerra Mundial, la creación de Israel en 1948 y siempre desde entonces han sido
los máximos valedores y protectores de Israel frente a los enemigos
tradicionales que exigían su destrucción. No extraña que haya causado
indignación en Washington el desprecio del primer ministro israelí hacia los
intereses norteamericanos y europeos en la gran coalición internacional
antiterrorista, que es tan lograda en sus inicios como frágil ante la larga campaña.
Había ya poco nivel de comprensión en la Casa Blanca tras la
grave impertinencia de Sharon de comparar la política norteamericana de
acercamiento a los países árabes con una reedición del vergonzoso acuerdo de
Chamberlain y Daladier con Hitler en Múnich en 1938. Pero lo que sucede estos
días exige hechos e inmediatos. Washington tiene instrumentos para frenar a
Sharon, aunque sean dolorosos para unos y otros. Y la UE, para demostrarle que
no puede deducir de la impunidad tras sus hazañas en Líbano una impunidad
política indefinida.
Pero hay más culpables. Lo son el Partido Laborista y su
líder, Simón Peres, por su permanencia en un Gobierno al que no modera en
absoluto, sino legitima en la panzerpolitik de Sharon. Por
patriotismo, responsabilidad, tradición y mera autoestima, Peres debía de haber
acabado con un Gobierno que lleva al país al aislamiento y al desastre. Se ha
limitado a ser rostro bueno de una política catastrófica.
Y culpable, en puesto destacado, es ese terrorista en el que
muchos vieron una evolución al estadista cuando sólo mutaba hacia la satrapía,
creando un semiestado corrupto para sí y los suyos, malversando el dinero
europeo, reprimiendo a la disidencia y lanzando a los niños a la muerte cuando
le convenía: Yasir Arafat. Despreció en Camp David hace un año el mejor acuerdo
posible y aupó así a Sharon al poder. Curiosas alianzas de unos enemigos de
Israel que son una maldición para la región y la seguridad mundial. Llegó por
eso la hora de que el mundo se defienda y tome medidas contundentes para acabar
con los juegos de estas dos caras de una misma moneda que sólo compra muerte.
Israelíes, palestinos y el mundo entero lo necesitan y lo agradecerán.
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