Por HERMANN TERTSCH
El País Viernes,
14.12.01
VIOLENCIA EN ORIENTE PRÓXIMO
Final de trayecto. El primer ministro israelí, Ariel Sharon,
ya está donde quería y donde más cómodo se ha sentido siempre: en la guerra. La
masiva operación militar de castigo llevada a cabo por el Ejército israelí ayer
en Cisjordania y Gaza pone fin a un diálogo israelí-palestino que ya era una
quimera desde que Sharon llegó al poder y el líder palestino Yasir Arafat
decidió jugar con dos barajas y equivocándose en todas las partidas. La ayuda
de Arafat al éxito de Sharon es inestimable. Le aupó al poder con su
rechazo al plan de concesión territorial del anterior jefe de Gobierno israelí,
Ehud Barak. Y en los últimos meses, el líder palestino ha hecho todo lo que el
primer ministro esperaba de él para poder dar el golpe de gracia a la Autoridad
Nacional Palestina, al Plan Mitchell, a la mediación del general
norteamericano Anthony Zinni y a los esfuerzos negociadores de la Unión Europea
dirigidos por Javier Solana y Miguel Ángel Moratinos. Realmente montan un buen
tándem Sharon y Arafat, Arafat y Sharon, tanto monta, monta tanto, en pedaleo
veloz hacia la catástrofe de sus respectivos pueblos.
La hipocresía del comunicado del Gobierno israelí acusando a
Arafat de 'responsable personal' del atentado que costó la vida a diez colonos
judíos y heridas a más de treinta cerca de un asentamiento cisjordano, no puede
sorprender ya. La procacidad de la retórica oficial israelí respecto al
conflicto palestino ha alcanzado cotas insólitas después del regreso triunfal
de Sharon de su viaje a Washington, donde, tras el atentado del día 1 de
diciembre, recibía lo que de inmediato entendió como carta blanca en su
particular 'lucha antiterrorista'. Aunque haya en la sociedad israelí muchas
memorias sólidas que podrían enumerar la cantidad de víctimas judías, soldados
y civiles, habidos en el Líbano y en los territorios ocupados cuando el
responsable de la seguridad allí era el propio Sharon. Por no hablar de las
víctimas no israelíes que al viejo general le importan aún menos.
Arafat tiene fama de ser especialista en supervivencia
física y política. Va a necesitar toda su maña al respecto ante una situación
que sin duda ha ayudado a generar, pero que desde hace unos meses ha escapado
totalmente a su control. Sharon, por su parte, es especialista en humillaciones
y lleva nueve meses infligiéndoselas a todos los actores secundarios en este
drama, desde su triste ministro de Exteriores, Simón Peres, a la presidencia
belga de la UE, a la UE en general, a los mediadores españoles e incluso a los
norteamericanos Mitchell o Zinni. Por no hablar, por supuesto, de Arafat y los
palestinos. Con el presidente no se atrevió en un principio, pero después de la
oportuna bomba en Jerusalén, aún en Washington él también cree deber dar clases
al joven Bush.
Sharon necesitaba muertos para conseguir apoyos en su lucha
por desmantelar la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y Arafat se los concedió
con su política de medias verdades, muchas mentiras y escasos actos en la lucha
contra un terrorismo que -él no supo verlo- ha adquirido otra calidad desde el
11 de septiembre pasado. Al goteo de muertos siguió el chorreo y Arafat seguía
creyendo que con castigar a quedarse en casa a unos cuantos líderes de Hamás o
la Yihad había cumplido con la comunidad internacional y con Sharon. Pensaba
que podía seguir canjeando condescendencia al terrorismo por el silencio de los
radicales ante la corrupción de su aparato. Mientras, el primer ministro
israelí le iba metiendo al Ejército en casa con su política de represalias
militares, a la que cada par de días se otorgaba motivo. A última hora de ayer
seguían pasando los helicópteros en dirección a Ramala por encima de Jerusalén
oriental, Gaza era bombardeada y Cisjordania dividida en tres compartimentos
estancos mientras los soldados israelíes registraban barrios enteros casa por
casa. Arafat está preso, y la radio, la televisión, las telecomunicaciones y el
aeropuerto palestino son escombros. Sharon ha ganado. Salvo milagro, la ANP es
historia. Los muertos de los próximos meses y años nos indicarán el precio de
la victoria de Sharon, gran orquestador de esta nueva carrera de israelíes y
palestinos hacia la meta del dolor.
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