Por HERMANN TERTSCH
El País, Jerusalén,
11.12.01
COLUMNA
'Nosotros no vamos a matar inocentes, aunque haya
accidentes; es lo que nos diferencia de los terroristas palestinos', decían
ayer fuentes oficiales israelíes después de que sus helicópteros de combate
mataran a dos niños e hirieran a otros tres al intentar asesinar a un militante
palestino que, al parecer, iba en un coche que se detuvo en un semáforo junto
al coche de las víctimas. 'Nosotros estamos orgullosos de nuestros mártires,
hay que dedicarles monumentos', dicen jóvenes palestinos en referencia a los
terroristas suicidas que han matado a tres decenas de civiles israelíes en
apenas diez días. El desprecio a la vida humana que se ha desatado en Oriente
Próximo en los últimos meses es, incluso medido por los baremos de la región,
obsceno.
Ayer, en Jerusalén, ciudadanos israelíes que, pese
al reinado, de momento casi incontestado, de Ariel Sharon no han
caído en tal desprecio, se mostraban conmocionados por la escalada de un drama
que amenaza con simas de dolor sin precendentes. Y tan sólo esperaban ya, en
profunda desesperanza, el próximo capítulo en un autobús o una discoteca, en un
estadio o un supermercado. Miembros de la izquierda pensante y superviviente
mostraban su desolación. Nadie duda de que el helicóptero no tenía intención de
matar a niños. Ni tampoco de que quien ordena disparar misiles aire-tierra,
como ayer se hizo, en una zona urbana en pleno día para matar a un sospechoso
es tan sospechoso o más que el objetivo. Nadie podrá decir que no hay culpables
tras la tragedia ya rampante en Oriente Próximo. Arafat no ha perdido ocasión
de perder oportunidades, la izquierda israelí se ha autoinmolado con Shlomo Ben
Amí y Ehud Barak por un lado y Simón Peres por el otro, y Sharon ríe en los
consejos de ministros, mientras -o quizás porque- en esta vorágine de violencia
pocos alcanzan a pensar en la miseria cotidiana que atenaza a la inmensa
mayoría de los palestinos, pero también a cada vez más israelíes. Sumida la ciudadanía
en el miedo y el odio al enemigo, Sharon ha conseguido que pocos le pregunten
por qué ha reducido al Gobierno de una nación en un ministerio de guerra y
liquidación preventiva del enemigo.
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