Por HERMANN TERTSCH
El País Martes,
25.09.01
COLUMNA
Polonia ha celebrado elecciones y ha sorprendido a Europa,
pero también a sí misma. Los resultados son provisionales pero las variaciones
posibles no son amplias. El vencedor estaba claro desde un principio. Todos los
sondeos pronosticaban una victoria arrolladora de la Alianza de la Izquierda
Democrática (SLD) que lidera el ex comunista Leszek Miller, próximo primer
ministro con cierta seguridad. Pero la victoria se ha amargado para Miller, los
socialdemócratas polacos y, ante todo, las cancillerías de la Unión Europea.
Todos aquellos que deseaban un Gobierno estable que asumiera con racionalidad
la próxima fase de las negociaciones de adhesión querían ver ganar más y mejor
a los ex comunistas. Grandes paradojas.
Hace un año, este partido ya ganó las elecciones
presidenciales con la rotunda reelección del presidente de la república,
Alexandr Kwasniewski, el político más popular hoy en Polonia y uno de los garantes
de esa conversión, que puede considerarse consumada, de un viejo partido
comunista en una fuerza decididamente prooccidental y con vocación de
integración en la Unión Europea como ninguna otra en toda Polonia.
La victoria ha quedado corta y no sólo para los polacos
partidarios de una política racional de acercamiento al objetivo de la
integración en Europa. Ha ganado el sentido común del SLD, pero a costa de
hundir toda racionalidad divergente y de un avance aterrorizante de opciones de
trinchera nacionalista, agitación populista y campeones del agravio. Ha
desaparecido de la escena la Acción Electoral de Solidarnosc, que paga cara su
excursión al nacionalismo antieuropeísta. Pero también, y quizás es más grave
para los defensores a ultranza de una sociedad abierta y libre, la Unión por
las Libertades (UW).
En este partido, que se había separado de la cada vez más
derechista Agrupación de Solidaridad, estaban integrados todos los principales
adalides de la sociedad civil y la defensa de los derechos humanos bajo el
régimen comunista, pero también después de caer éste. En esa Unión de las
Libertades estaban gentes como Kuron, Mazowiecki, Geremek o Bujak. Son ellos y
no la cada vez más reaccionaria y nacional-clerical Solidaridad los que
representaban a esa Polonia celosa de libertades nacionales pero también
cívicas e individuales. Es difícil saber aún hacia dónde se ha ido el voto que
tenían ellos, los auténticos liberales polacos, ni los de la propia
Solidaridad. Pero está claro que la entrada masiva en el Sejm de diputados de
partidos populistas, agresivamente antieuropeos, va a crear dificultades en un
proceso complejo y susceptible de envenenarse con simpleza retórica como la
negociación para la adhesión a la UE.
La Liga de Autodefensa, liderada por un personaje
inadaptable en una democracia moderna como es el demagogo Andrzej Lepper o la
Liga de Familias Polacas, un movimiento ultraclerical y chovinista extremo,
suman entre ambos casi el 20% de los votos. Es posible que la actitud de
Bruselas hacia Polonia tenga mucho que ver con esta evolución nada
tranquilizadora del electorado polaco. También es seguro que la demagogia
nacionalista del grupo parlamentario principal del Sejm saliente, Solidarnosc y
los efectos quizás inevitables de la liberalización, han jugado a favor de esta
irrupción en el Parlamento de grupos con los que sería muy difícil, si no
imposible, negociar la adhesión a la UE.
Existe la esperanza de que la solución llegue por el buen
resultado de la Plataforma Cívica, un grupo que ha logrado el 12% de los votos
y que podría tolerar un Gobierno de minoría de los socialdemócratas aunque
descartara una coalición.
Es una paradoja el hecho de que todos los Gobiernos de la UE
estuvieran apostando casi con frenesí por una mayoría absoluta de los antiguos
comunistas porque habría facilitado mucho las negociaciones. Es una ironía, si
no un sarcasmo, que cuando Polonia está más cerca que nunca de conseguir sus
máximas aspiraciones históricas vuelvan a aparecer fantasmas del histrionismo
religioso y nacionalista. Y debiera ser un sobresalto que 12 años después de
lograr el derecho a votar a sus Gobiernos, sólo el 43% de los polacos se
preocupen por aparecer en los colegios electorales. Es una señal más de alarma.
Entre tantas que proliferan por Europa y el mundo hoy.
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