Por HERMANN TERTSCH
El País Sábado,
25.11.2000
TRIBUNA
Los Balcanes siempre sorprenden en el campo de las
relaciones internacionales. Habitualmente para mal. Con contadas excepciones.
Jacques Chirac había planeado una cumbre en Zagreb entre la Unión Europea y
cinco países de los Balcanes occidentales para acosar al régimen de Slobodan
Milosevic, proclamar a los cuatro vientos el aislamiento de Belgrado y,
probablemente, quitarse un poco la mala conciencia por el papel que Francia
jugó durante la pasada década como protector de Serbia en los Balcanes. Cuando
ha llegado la fecha, Milosevic no está ya en el poder y los retos han dejado de
ser tan simples como el pedir a los serbios la caída del sátrapa prometiéndoles
un trato amable como el que supuestamente habrían de recibir croatas, bosnios,
macedonios, albaneses y eslovenos. El plan de la cumbre de la presidencia
francesa saltó por los aires el pasado día 5 de octubre, pero esto no quiere
decir ni mucho menos que no tuviera razón de ser esta cumbre del Pacto de
Estabilidad para los Balcanes. Los problemas son otros, pero no menos
tenebrosos. Muchos se han tratado en la reunión, pero quienes tenían pocas
esperanzas de que de ella surgieran soluciones consistentes no han sido desmentidos.
El problema de la relación entre Kosovo y Serbia se agudiza por momentos y
demuestra el grave error que fue no dejar muy claro en las Naciones Unidas,
tras la intervención internacional, que Kosovo era un protectorado sobre el que
Serbia había perdido todo derecho. Nos habríamos evitado que hoy el presidente
Vojislav Kostunica siga sintiéndose obligado ante su pueblo a reivindicar lo
imposible, es decir, la soberanía sobre Kosovo, y que los albaneses radicales
sigan sintiéndose en guerra matando a serbios en la frontera y en Mitrovica y a
compatriotas moderados en Pristina.
En el comunicado final se pide cooperación a todos, lo que
está bien. Pero a algunos hay que pedírsela más que a otros. Porque unos han
cumplido más que otros. Croacia ha entregado a sus militares perseguidos por el
Tribunal Internacional Penal (TPI); en Serbia, sin embargo, Milosevic no sólo
no está tan detenido como decían algunos, sino que ha reaparecido públicamente
y otros perseguidos por la justicia internacional siguen en sus cargos. Es
posible que Kostunica necesite llegar sin mayores convulsiones hasta el 23 de
diciembre, consumar con las elecciones serbias la victoria de los demócratas y
cumplir entonces con un calendario que pasa por la entrega de Milosevic, Ratko
Mladic y otros criminales, presuntos o no, y por el referéndum para establecer
de una vez por todas si existe eso que llaman Yugoslavia o son ya dos Estados,
Serbia y Montenegro, que tienen que asistir como iguales a cumbres como ésta.
Pero si de aquí a unos meses no se ve que Serbia cumple con estas condiciones,
los problemas volverán a multiplicarse. Ayudar a Kostunica y a la coalición DOS
es razonable en estos momentos. Pero no pueden tener un trato especial como
algunos quieren darle. Todos los países de la región tienen graves problemas.
Todos necesitan dinero. Pero, si quieren favores, habrán de mostrar que cumplen
con su deber "en favor de la estabilidad y reconciliación" como dice
tan solemne el comunicado final. Y el deber de Belgrado con la comunidad internacional,
aunque Kostunica diga tener otras prioridades, es entregar, o comprometerse
formalmente a entregar lo antes posible, a Milosevic, sus cómplices y verdugos.
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