Por HERMANN TERTSCH
El País, Copenhague,
27.09.2000
La división entre partidarios y adversarios del euro
atraviesa directamente los campos ideológicos, los partidos y las generaciones.
Tan sólo entre niveles de formación y sectores de producción se perciben
ciertas tendencias mayoritarias. Los jóvenes que tienen por primera vez derecho
a voto están divididos prácticamente por igual entre quienes creen que tienen
que estar con pleno derecho en la UE y en el euro también para tener influencia
en la toma de decisiones y quienes consideran que el euro es sólo un paso para
perder soberanía y calidad de vida y poner en peligro un Estado del bienestar
del que están legítimamente orgullosos. A diferencia de Austria, el euroescepticismo
en Dinamarca no procede ni se agrupa esencialmente en el populismo de derechas
o la ultraderecha, sino que tiene también una nutrida militancia de izquierdas.
La defensa del Estado nacional se ha convertido en una bandera de los
socialistas de izquierda y los Verdes en contra de la globalización y en lo que
coinciden con la extrema derecha en llamar la "tiranía" de Bruselas o
el Banco Central Europeo. La evolución del euro en los últimos meses no ha
hecho sino ayudarles. "El eurotitanic que se hunde cada vez
más", dicen con sorna. Lo mismo ha sucedido con las sanciones contra
Austria, país similar en tamaño y población, al que los partidarios
del no consideran un ejemplo de cómo el "superestado
europeo" atropella a los pequeños. "Dinamarca podría ser la próxima
en ser castigada si hace lo que su población quiere", repiten los
contrarios al euro. Nadie sabe cómo acabará esta consulta. Pero, sea el que
fuere el resultado, las reservas seguirán siendo aquí profundas.
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