Por HERMANN TERTSCH
El País Sábado,
04.08.01
COLUMNA
El general serbio Radislav Krstic es el primer condenado por
el crimen de genocidio desde la conclusión de los últimos juicios contra el
nazismo en Núremberg. Ha habido muchos otros genocidios. Pero ha tenido que
producirse en Europa para que renazca la persecución consecuente del mismo. Y
abre puertas para juzgar los habidos en otras partes del mundo. Krstic no será,
previsiblemente, el único genocida condenado en La Haya. Sus dos jefes
inmediatos en la 'operación' de ejecutar en los alrededores de la ciudad de
Srebrenica a 7.000 prisioneros bosnios musulmanes, tienen cada vez más cerca su
primera aparición ante el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia y
difícilmente escaparán a una sentencia similar. Con las declaraciones de Ratko
Mladic y Radovan Karadzic, no es improbable que el propio Slobodan Milosevic
acabe sus días en prisión como responsable de genocidio. Los apoyos a Mladic en
el Ejército y a Karadzic en grupos del nacionalismo religioso serbio
disminuyen. Podrán vivir acosados en algún cuartel o monasterio, o en alguna
cueva como se ha dicho de Karadzic, pero una vida así es muy poca vida, sobre
todo para las personas de su entorno que nada habrían de temer salvo de su
cercanía a estos dos prófugos. Y las lealtades quiebran a medio plazo en tales
circunstancias.
El ritmo impuesto al TPIY de La Haya por la fiscal Carla del
Ponte está dando unos frutos insospechados hasta hace poco. La condena a Krstic
de 46 años sólo supera en uno a la impuesta al general croata Tihomir Blaskic
por la limpieza étnica contra bosnios musulmanes en el valle del Lasva. Pese a
ello, el general croata de origen albanés Rami Hamdi se entregó voluntariamente
en La Haya. Y el lunes se anunció en Sarajevo la detención de dos generales y
un coronel de las fuerzas bosnias musulmanas a instancias de La Haya. La
República Serbia de Bosnia ya se ha comprometido por escrito y por ley a
perseguir a los buscados por La Haya. Habrá de cumplir. Serbia y Montengro
tendrán que hacer otro tanto porque, pese a la entrega de Milosevic, la mayoría
de los reclamados disfrutan aún de una tranquilidad exasperante.
Sin duda habrá algunos que sigan insistiendo en que el
Tribunal de La Haya es una perversa operación política contra el pueblo serbio
y que a Krstic lo condenan por la misma razón que llevó a la OTAN a intervenir
contra el régimen de Milosevic, es decir, 'por ser de izquierdas' o 'luchar
contra el Imperio'. En el otro extremo, las decenas de miles de viudas
musulmanas en Bosnia consideran que, con 46 años de condena, a Krstic cada
muerto -sólo de Srebrenica- le sale a poco más que a unas horas de cárcel.
Ninguna de estas condenas paliará el dolor generado por quienes han de
cumplirlas. Pero son incalculables sus efectos sobre el incipiente imperio de
la ley en una región donde dejó de existir hace más de diez años, la percepción
en las sociedades de estos países de la voluntad de ejercer justicia por parte
de la comunidad internacional y el fin de una impunidad que muchos consideraban
ley natural.
Todos los Estados de la región reconocen ya la plena
autoridad del Tribunal de La Haya. Es una realidad inimaginable hace aún un
año. Se han comprometido a colaborar en la busca y captura de todos los prófugos
acusados. En esta nueva situación, también las fuerzas internacionales de SFOR
y KFOR están obligadas a una ofensiva de detenciones con resultado. Su falta de
celo se ha debido al temor a sufrir bajas y a la falta de fe de los mandos en
el tribunal. Ambas razones son inaceptables. Krstic no debe estar mucho tiempo
solo. Faltan genocidas en La Haya.
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