Por HERMANN TERTSCH
El País Jueves,
10.01.02
COLUMNA
El presidente del Gobierno español, José María Aznar, es un
alma sólida a la que hay muchas cosas que irritan y pocas que preocupen. De ahí
que considere como reacción propia de señoritinga histérica la alarma generada
en toda Europa por los métodos de gobierno de su homólogo y aliado Silvio
Berlusconi. A nadie debiera sorprender que Aznar se muestre comprensivo
con Il Cavaliere por muchas extravagancias que éste perpetre, ya sea
nombrarse su propio ministro de Asuntos Exteriores o bloquear leyes europeas de
vital importancia para España. Fue Aznar quien abrió los salones oficiales
europeos a ese hombre que tiene abiertos sumarios en los tribunales de medio
mundo. Y, a estas alturas, nadie esperará que Aznar reconozca un error.
Hay alianzas que pueden ser muy perjudiciales, compañías que
desacreditan y amistades que definen. Berlusconi sería mala compañía aunque le
votasen todos y cada uno de los italianos y lo hicieran en campañas electorales
en las que nuestro Cavaliere no tuviera la práctica totalidad de los
medios de comunicación a sus órdenes y sueldo. Desde ayer es en Italia, además
de presidente del Consiglio, ministro de Asuntos Exteriores. Aparte, por
supuesto de Il Cavaliere y, aun más, Il Propiettario, puesto
éste último del que nadie -ya parece que ni los jueces- va a poder
descabalgarle.
Como la acumulación de cargos y funciones por parte del
líder máximo es una costumbre mal vista en Europa, porque recuerda a fórmulas
de gobierno imperiales o bananeras, dicen ahora en Roma que Berlusconi asume el
cargo de forma interina. Como sucesor suena el vicepresidente Gianfranco Fini,
al que caritativamente se llama posfacista, porque acepta la existencia de
elecciones y ha cambiado por un buen terno su uniforme de camisa nera con
que, en edades más tiernas, gustaba de aterrorizar a los demócratas.
Se añora ahora la santa indignación de Aznar y tantos otros
por el hecho de que el partido de Jörg Haider, un histrión derechista carinthio,
participara en el Gobierno austriaco. Berlusconi, Fini y su otro socio
gubernamental, Umberto Bossi, son mala compañía por legítimo que sea su
Gobierno. La alianza entre El Propietario, el posprefascista y el nacionalista
xenófobo y fascistoide de Padania puede ser el reflejo correcto de la voluntad
de una sociedad italiana desestructurada, huérfana de referencias ideológicas o
éticas tras el colapso del sistema de partidos vigente durante medio siglo.
Pero esa alianza de tres individuos de nula cultura democrática es sin duda un
cuerpo extraño en el seno de la Unión Europea, fuente inagotable de conflictos.
Ahora sobre todo para su valedor, el hombre tranquilo de La Moncloa.
Pero hay otras alianzas que se gestan en este país que no
son menos inquietantes. Resulta que, según el peculiar mediador Ramón Jáuregui,
'el PNV vive muy cómodo entre ETA y Aznar'. ¿Son lo mismo? El autor de la frase
debería leerla un par de veces, preguntarse qué jugarreta le gastó el
subconsciente y explicarla. Porque va a ser difícil de olvidar.
Resulta que, para incomodar al PNV, hoy feliz 'entre ETA y
Aznar', el PSE tiene que liberarse del 'tutelaje' de La Moncloa y asumir la
tesis del PNV de que la culpa de que en Euskadi se mate se reparte 'entre
extremos'. Ferraz parece haber llegado a la conclusión de que no existe
alternativa a una supremacía nacionalista en Euskadi pese a que el 13 de marzo
se estuvo a 25.000 votos de lograrla. Hay, por tanto, que odonizarse, olvidarse
del funeral de Buesa y negar el hecho de que el desafío al Estado por parte del
PNV es hoy mayor que recién firmado el acuerdo de Estella. Buscarse malas
compañías es a veces un error; otras, una inmoralidad, un suicidio político o
todo ello a la vez. Aznar, Zapatero, Jáuregui y otros muchos harían bien en no
hacerse demasiadas fotos con gentes como Berlusconi, Fini, Bossi, Arzalluz o
Josu Ternera. Cerrar los ojos ante la obscenidad puede generar provecho a corto
plazo. A medio y largo se acaba pagando.
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