Por HERMANN TERTSCH
El País, Copenhague,
28.09.2000
Los daneses acuden hoy a las urnas para decidir si asumen o
no la moneda común europea, el euro, y se despiden de la corona, que han
manejado durante cuatro siglos. Ayer, el primer ministro, el socialdemócrata
Poul Nyrup Rasmussen, paseaba por el centro de Copenhague repartiendo rosas
rojas entre los transeúntes en un último esfuerzo por convencerles. Hubo quien
con exquisito respeto aceptó la rosa y después se alejó diciendo: "El
euro, para nada, ni hablar, ganaremos los que queremos que Dinamarca siga
siendo libre, progresista y soberana".
Cuestión de fe
El resultado del referéndum es una incógnita absoluta que no
se despejará hasta pasadas las ocho de la tarde, hora en la que se cierran las
urnas. Y puede que se prolongue si la diferencia entre partidarios y
adversarios, como algunos auguran, se limita a unas décimas de punto. Los
sondeos de opinión, que registraron una sorprendente recuperación del voto
positivo al euro durante la pasada semana, han vuelto adonde estaban. La
sociedad danesa está dividida en dos sólidos bloques a favor y en contra de
este paso, que se considera decisivo para una mayor integración en la Unión
Europea, para bien o para mal, y un 12% de indecisos decidirá hoy hacia dónde
se inclina la balanza. Los indecisos pueden, con su opción de última hora,
otorgar a una de las dos partes una victoria sin paliativos. Pero ésta no podrá
ocultar que los daneses tienen inmensas reservas hacia un proyecto común
europeo que, según muchos, sólo puede empeorar su calidad general de vida y, en
el mejor de los casos, minimizar daños que sólo la existencia de dicha moneda
hace posibles. El rechazo a la integración en la zona euro supondría un grave
revés para esta moneda en todos los mercados, uno más después de meses de caída
en su cotización y credibilidad. Y sería un golpe casi mortal para todos los
intentos gubernamentales en el Reino Unido y Suecia para proponer una
integración en la moneda común a sus propios electores. Si los daneses, única
población de la UE que ha sido consultada en referéndum sobre su voluntad de
integrarse en el euro, dan un no por respuesta serían así tres los
países ricos, con economías disciplinadas, los que quedarían al margen de la
aventura de la moneda común. Así, las interrogantes en esta crítica presidencia
francesa de la UE se multiplicarían y las reservas, ya muy considerables en
toda la Unión a su ampliación hacia el Este, se dispararían.
En el fondo, el voto que hoy emiten los daneses es una
cuestión de fe, y esto explica por qué, pese a que las direcciones de partidos
mayoritarios, sindicatos, patronal, líderes sociales y muchas asociaciones
ciudadanas han hecho un magnífico y omnipresente grupo de presión a favor del
euro, la población, los votantes de dichos partidos y miembros de estas
asociaciones estén tan profundamente divididas al respecto. En este país se
teme tanto como en el Reino Unido que una absorción por parte de Bruselas de
parcelas claves de su soberanía acabe con unas características nacionales de
las que están orgullosos. Este miedo lo comparten muchos en toda la sociedad.
Hoy se decidirá si pesa más el miedo a perder identidad o el pánico a quedarse
solo, obligados por las realidades a decisiones económicas y políticas en cuya
toma, por autoexclusión, no han participado. El comisario europeo de Asuntos
Económicos y Monetarios, Pedro Solbes, se mostró ayer convencido de que
un no del pueblo danés al ingreso en la unión monetaria no
perjudicaría al euro, pero sí a la economía de Dinamarca, informa Efe. Sobre
las consecuencias del referéndum que mañana se celebrará en Dinamarca, Solbes
afirmó: "Si el resultado es positivo, será bueno para el euro y para Dinamarca".
Pero advirtió de que, si es negativo, "pienso que el euro no se verá
afectado; no será un problema para la eurozona, aunque probablemente tendrá su
incidencia en la economía".
Lo mismo opinó ayer un grupo de economistas del organismo
austriaco Raiffeisen Zentralbank, que señalaron que el no tendría
consecuencias negativas a largo plazo para la economía del país, informa Efe.
Dinamarca tendría que esperar desventajas si se presentase una crisis global
financiera, afirmaron los expertos económicos, porque las monedas de pequeños
países están más expuestas a los ataques especulativos. Otra consecuencia
serían unos tipos de interés permanentemente altos, que tendrían un efecto
amortiguador en el consumo, las inversiones, el empleo y, finalmente, en el
crecimiento del PIB. El no sería una señal negativa para los
inversores extranjeros.
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