Por HERMANN TERTSCH
El País Domingo,
07.01.01
ENERGÍA NUCLEAR
A Antonio Jiménez, El Niño, le desaparece la
sonrisa cuando habla de la central. Él fue uno de los emigrantes que volvieron
entusiasmados a su pueblo para hacer fortuna en el amplio sector de servicios
que generaba la presencia de miles de obreros en el diminuto pueblo. Dejó su
trabajo como celador en un hospital en Londres y se endeudó hasta las cejas
para abrir un bar y dos discotecas. Llegó la moratoria, se fueron las empresas,
y con ellas los clientes.
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