Por HERMANN TERTSCH
El País, Madrid,
30.04.01
Una comisión del Bundestag estudia fórmulas para integrar y
regularizar a los extranjeros
Ése es el retrato ideal del inmigrante que Alemania quiere
cultivar en el futuro, una vez que ya se ha impuesto la evidencia de que la
sociedad alemana necesitará varios centenares de miles de inmigrantes anuales
para evitar un colapso, primero de sus servicios y después de su sistema de
pensiones y seguridad social. Incluso con la inmigración de 200.000 extranjeros
todos los años, la población caerá en más de 15 millones en los próximos 15
años.
La terca realidad de la última década ha desmentido
rotundamente al lema favorito de los conservadores de que 'Alemania ha dejado
de ser un país de inmigración' con el que se quería apuntalar una política de
cierre de fronteras. No sólo ha resultado ser del todo imposible aplicar dicha
política, sino que ya está perfectamente claro que sin esa inmigración la
sociedad alemana no puede seguir manteniendo ni el actual nivel de servicios
ni, en algunos años, los ingresos para unas jubilaciones cada vez más numerosas
y más largas.
Desde hace más de nueve meses, una comisión de expertos,
bajo la dirección de la ex presidente del Bundestag Rita Süssmuth, estudia las
fórmulas más eficaces para la regulación de la inmigración y su integración
social. Se trata de establecer un sistema que garantice la regularidad y
transparencia de esta inmigración y los criterios de selección.
Nadie cree que las conclusiones de esta comisión, que
deberán presentarse al Bundestag antes del verano, vayan a solucionar el
problema de la inmigración ilegal. Hoy es una industria en la que las mafias
mueven miles de millones de marcos y cuentan con un inmenso y sólido entramado
de intereses.
La capacidad de subversión de los actuales flujos
migratorios prácticamente incontrolados exige, dicen en Berlín, conseguir que
la inmigración futura esté compuesta por individuos y familias dispuestos a
reconocer que han de responder a la acogida con su compromiso a convertirse a
medio plazo en ciudadanos homologables en sus conductas y necesidades a los
alemanes nativos. Hay ya gran certeza de que los inmigrantes que no tienen la
mínima posibilidad, pero tampoco inducción por parte del Estado receptor a
integrarse, crean unas tensiones, racistas o al menos de roce cultural, que
pueden convertirse en el principal riesgo de desestabilización social en los
próximos decenios.
Evolución histórica
Durante décadas se ha intentado actuar sólo por la vía del
tapón a la nueva inmigración. La evolución en los últimos veinte años ha
demostrado que esa política no sólo es inviable, sino además catastrófica. Como
en el caso de otros países de la Unión Europea, los trabajadores ilegales se han
convertido, además, en una fuerza irrenunciable para muchos sectores
económicos. Todo el sector de servicios, construcción y agricultura dependen
hoy en Alemania de estos trabajadores. E incluso el Estado se beneficia de los
bajos sueldos del trabajador ilegal. Es un secreto a voces que todo el barrio
gubernamental de Berlín no podría haberse construido con sus presupuestos si no
hubieran trabajado allí miles de trabajadores ilegales de bajo sueldo. Y los
3.500 inspectores de trabajo que la Administración alemana tiene
permanentemente movilizados para combatir el trabajo ilegal, especialmente en
la construcción, no parece que tuvieron allí, como en general, excesivo poder
disuasorio.
El Gobierno alemán ha llegado a la conclusión de que, sin
una inmigración legal constante y cuantiosa, el mercado laboral queda en manos
de las mafias, con lo que se fomenta la clandestinidad, la delincuencia y la
creación de bolsas marginales clandestinas no integradas y socialmente
peligrosas. La comisión, creada por el ministro del Interior, Otto Schilly,
trabaja bajo presión. En muchos sectores sociales está lejos de cuajar la
convicción de que realmente es necesaria esta inmigración y consideran que ésta
sólo se sumará a la ilegal para acelerar la desalemanización de Alemania. El
miedo a la sociedad multicultural se ha puesto virulentamente en evidencia con
el debate sobre el concepto de 'cultura alemana' y 'orgullo nacional' que ha
enfrentado al ministro verde Jürgen Trittin con dirigentes
cristianodemócratas.
¿Hay que obligar a quien voluntariamente llega a Alemania o
a Europa a vivir como alemanes o europeos? La comisión de expertos alemanes
sigue debatiendo sobre las medidas a tomar ante un fenómeno inevitable e
imprescindible, pero de enormes retos para la cohesión de las sociedades
europeas, la alemana a la cabeza, que apenas ahora comienzan a ser conscientes
del profundo cambio de época, de conceptos de conducta, identidad y sociedad
que se avecinan.
LA FABRICACIÓN DE LEALTADES
Manifestación antifascista en Düsseldorf, tras un atentado
racista contra 10 inmigrantes, en agosto de 2000. AP
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