Por HERMANN TERTSCH
El País Sábado,
23.06.01
Javier Solana, Mr. Pesc, está desplegando toda su
inacabable buena fe, su increíble capacidad de trabajo y un esfuerzo físico
inaudito por evitar que Macedonia se empantane de sangre, y aquí la metáfora no
es hipérbole. Sin embargo, los acontecimientos de los últimos días hacen temer
que la mala fe concentrada de otros muchos le esté ganando la partida. En aquel
pequeño país balcánico, dirigentes políticos eslavos y albaneses se han lanzado
a una escalada de pretensiones, objetivos irreales, odios desbocados y
violencia militar que sólo auguran la catástrofe.
En realidad todos estos políticos en Skopje están
obedeciendo sin saberlo a las consignas provocadoras que en un principio lanzaron
bandas delincuentes y mafias kosovares a las que las fuerzas militares de la
Kfor en Kosovo no supieron neutralizar, desarmar y en caso necesario,
encarcelar. Cierto es que seguía existiendo discriminación hacia los albaneses
en Macedonia. Pero no lo es que ésta fuera comparable a la ejercida por
Milosevic en Kosovo. Y cierto es también que los albaneses tenían la
representación parlamentaria que hacía imposible desafueros de tal calado.
Pero ha bastado la provocación de estos grupos armados que
piensan mucho más en el robo, el tráfico ilegal de todo tipo y la extorsión que
en ningún sentimiento 'patriótico' para que las dos comunidades macedonias, la
albanesa y la eslava, se hayan atrincherado, unos con los bandidos, otros con
los más radicales nacionalistas macedonios que identifican a toda la gran
comunidad musulmana, hasta ahora siempre pacífica, con el terrorismo. La OTAN
dice que acudirá cuando todo esté tranquilo. Tal como van las cosas, eso puede
ser demasiado tarde. La presión política sobre el Gobierno de Skopje y la
policial y militar en la frontera con Kosovo tiene ahora que ser masiva. Antes
de que el triunfo de la mala fe sea irreversible.
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