Por HERMANN TERTSCH
El País Domingo,
16.12.01
REPORTAJE
Han llevado a la existencia de dos sistemas de carreteras,
uno para uso exclusivo israelí y otro, tercermundista, para los palestinos
Las colonias están habitadas en gran parte por los sectores
más radicales y violentos de la sociedad israelí, muchos de ellos fanáticos
religiosos
Bajo el anterior primer ministro laborista, Ehud Barak, se
erigieron más asentamientos que en el mandato del derechista Benjamin Netanyahu
Los 10 muertos y 30 heridos en el atentado cometido por
terroristas palestinos en Emanuel, cerca de Nablús, eran colonos de uno de los
cientos de asentamientos que Israel ha construido en contra de las leyes
internacionales en los territorios ocupados desde la guerrra de los Seis Días,
en 1967. Estas colonias están construidas sobre terrenos expropiados de forma
forzosa a sus propietarios palestinos o por la vía de la ocupación por la
fuerza de las armas. Están habitadas en gran parte por miembros de los sectores
más radicales y violentos de la sociedad israelí, muchos de ellos fanáticos
religiosos que quieren poblar todos los territorios que consideran que son de
Israel por interpretación bíblica.
Los asentamientos han sido siempre uno de los obstáculos mayores
para una paz negociada, pero el Estado de Israel sigue construyendo más sin
cesar. Todos los Gobiernos israelíes, laboristas, derechistas o de unidad han
mantenido esta política, y se da la circunstancia de que bajo el anterior
primer ministro laborista, Ehud Barak, se erigieron muchos más que durante el
mandato del derechista Benjamin Netanyahu. Inspirados en el modelo de los kibutzim,
las cooperativas sociales de los pioneros socialistas que comenzaron a crear
pequeñas islas judías en el mar de población árabe que habitaba Palestina a
principios de siglo, forman parte de una política de hechos consumados por los
que cada vez más población israelí vive en territorios del futuro Estado
palestino.
Fuertemente protegidos por el ejército, la policía y las armas
de que disponen todos los colonos civiles, los asentamientos gozan de unas
infraestructuras de las que carecen los pueblos y las ciudades palestinas y que
pagan los Presupuestos del Estado, así como organizaciones religiosas judías de
la diáspora. En la actualidad hay varias decenas en construcción y los
existentes tienden a ampliarse mediante la usurpación de tierras palestinas.
Tienen prioridad sobre los pueblos palestinos en el acceso al agua, siempre
escasa. Son por ello un generador permanente de agravios, odio y tensión.
Pero, además, la voracidad territorial que desarrollan lleva
continuamente a una mayor discontinuidad de los territorios palestinos y
atentan por ello gravemente contra la viabilidad del futuro Estado palestino.
Sin la paralización y después desmantelamiento de los asentamientos, los
palestinos estarían condenados, también en un futuro Estado, a la subsistencia
en algo similar a los hometowns del apartheid surafricano,
de difícil cuando no imposible desarrollo económico.
En la sociedad israelí laica existe una fuerte resistencia a
esta política, que, en palabras del ex alcalde de Jerusalén, Teddy Kollek,
'genera odio'. También porque supone uno de los mayores impedimentos a la paz y
por los enormes costes que genera a las arcas estatales.
Como señala Mireille Winter en su restaurante B'Sograin, en
Israel 'hay madres solas con hijos, miles de rusos inmigrantes desempleados,
hay miseria totalmente desatendida, y, en cambio, para diez familias que se
instalan donde no se les ha perdido nada les hacen un ramal de autopista,
un bypass', para que no tengan que pasar por una carretera árabe. Los
asentamientos han llevado a la existencia de dos sistemas de carreteras en los
territorios ocupados, uno para uso exclusivo de la población israelí, y otro,
tercermundista, para la población palestina, que además el Ejército israelí
corta sistemáticamente.
Pero hace tiempo ya que los asentamientos no son sólo
iniciativas de grupos radicales religiosos o ideológicos. En muchos construidos
en la última década viven también familias que no pueden permitirse una
vivienda en las cercanías de Tel Aviv o Jerusalén y que acuden diariamente a su
trabajo en éstas u otras ciudades. Existen pocas dudas de que Sharon no quiere
renunciar a esta anexión subrepticia de tierras ocupadas y que en su ofensiva
actual para acabar con la Autoridad Palestina el mantenimiento y la extensión
de los asentamientos son argumentos de mucho peso.
Destruir a Arafat
Muchos observadores subrayan la aparente contradicción entre
la exigencia de Sharon a Arafat de que luche más efectivamente contra el
terrorismo, mientras destruye la infraestructura de las fuerzas de seguridad
palestinas. Otros, sin embargo, ven que el objetivo de Sharon es, como escribía
ayer en el diario Ha'aretz Meron Benvenisti, 'deshacerse de Arafat y
liquidar a la Autoridad Palestina con objeto de lograr la plena desintegración
para que el régimen palestino quede a merced de gánsteres. Así podría decir que
él ya lo había advertido'. Los asentamientos podrían seguir creciendo, la
población palestina cada vez más concentrada en menor espacio y sin economía
viable, tendría que resignarse a la miseria o comenzar su propia diáspora.
Benvenisti continúa: 'Los cobardes ministros laboristas, el silencio confuso de
la oposición ideológica de izquierdas, la falta de liderazgo del propio Arafat
y la acumulación de odio y deseos de venganza pueden llevar al éxito de Sharon
y nos sumiría en el desastre a todos'. Las cuentas podrían salirle, pero a
costa de muchas vidas israelíes. Como indica el palestino Walid: 'Sharon exige
a Arafat que acabe con el terrorismo con su pobre policía y sus comisarías
destruidas. Parece no acordarse de que durante décadas aquí no había Autoridad
Palestina, sino israelí, policía, servicios secretos y su gran ejército. Y
tampoco ellos eran capaces de evitar los atentados. Ahora quieren volver a los
territorios. Entonces lo recordarán porque la lucha se multiplicará, contra
ellos y los colonos'.
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