Por HERMANN TERTSCH
El País, Madrid,
22.10.2000
Posiblemente hubiera sido distinto el discurso de Rodríguez
Zapatero si la evolución política y económica en Alemania hubiera sido la que
le deseaban al canciller Gerhard Schröder sus enemigos. Pero ha sucedido lo
contrario. Tanto como en su día sorprendió a la CDU de Kohl el mensaje de la
nueva mayoría de un Partido Socialdemócrata alemán (SPD) que había estado
postrado y en la práctica indigencia electoral desde que Helmut Schmidt, 16
años antes, se despidiera de la jefatura del Gobierno en Bonn. Schröder se
convirtió en candidato a la cancillería y después en canciller con un objetivo
de conseguir una mayoría que creara cauces para un modelo en el que prima la
búsqueda de equilibrio. El Estado ha de ser más juez y menos parte. Para serlo
con efectividad ha de velar por los intereses de todos y evitar desafueros de
los más poderosos. Schröder ha logrado reformas legislativas en el anquilosado
sistema alemán que Kohl ni pudo ni quiso acometer. Le han acusado de
neoliberalismo. Pero ha logrado, con un equipo tan lejano al neoliberalismo
como al socialismo minero de Lafontaine, gobernar hacia una sociedad que sea
solidaria sin ser paternalista, emprendedora, sin imponer la dictadura del
éxito.
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