Por HERMANN TERTSCH
El País Sábado,
16.12.2000
TRIBUNA
Seguramente hay infinidad de razones para que Vladímir
Gusinski tema a unos tribunales, incluso a los más impecables y garantistas. La
inmensa mayoría, acaso quizás la totalidad, de los nuevos millonarios rusos han
ganado sus fortunas por medio de irregularidades, abusos y manipulación de las
leyes y huecos legales en el caos de la economía rusa. Cuando no por medio del
robo directo o la extorsión. El magnate de la prensa ahora encarcelado por el
juez Baltasar Garzón a requerimiento de la Fiscalía General de Rusia es todo
menos inocente en el sentido general del término. Nadie lo es en la danza de
tiburones del poder económico y político ruso. Que la policía lo detuviera es
perfectamente lógico, y que Garzón lo encarcelara, probablemente también. Le
acusan nada menos que de estafar 40.000 millones de pesetas. La mayoría de los
que comparten patio con él en la cárcel de Soto del Real están allí por
bastante menos. Ahora la fiscalía rusa tiene 40 días para formalizar la
denuncia de acuerdo con el Convenio Europeo de Extradición, firmado tanto por
España como por Rusia. Dice la fiscalía en Moscú que ya lo ha hecho. Es
tremenda la diligencia de esta institución cuando se trata de Gusinski y lo
cuesta arriba que se le ponen las cosas cuando se trata de investigar otros
casos.
Pero si la fiscalía de Moscú ha demostrado esta insólita
agilidad, nada comparable con la desplegada por el inefable fiscal jefe de la
Audiencia Nacional española, Eduardo Fungairiño, que, un día después de la
detención tenía ya todo claro y quiere entregar a Gusinski mejor hoy que
mañana. Con lo melindroso que fue en el caso de Pinochet. El fiscal Fungairiño
tiene ya todo perfectamente claro y sabe que la justicia rusa bajo Vladímir
Putin es una exquisitez; Rusia, un Estado de derecho impecable, y no hay
posibilidad alguna allí para que el poder persiga a alguien por algún interés
político.
Fungairiño demuestra una vez más su sensibilidad
conmovedora, además de un profundo seguimiento de la actualidad rusa. Si llega
a toparse León Trotski con un Fungairiño, Stalin se habría ahorrado el viaje de
Ramón Mercader a México. Gusinski no es Trotski, sino un magnate de poco
escrúpulo, y Putin tampoco es Stalin, aunque, por ejemplo, muchos chechenos
tienen a veces razones para dudarlo. Ni Fungairiño es un fiscal que no patine
en sus juicios con asiduidad.
En esto último reside la esperanza de Gusinski, de la
oposición democrática, de la prensa independiente y de los intelectuales que se
han movilizado contra la extradición. Que el señor Gusinski ha hecho negocios
muy poco ortodoxos está meridianamente claro. Pero también lo está el hecho de
que la fiscalía rusa abre y reabre casos contra Gusinski como el de la supuesta
estafa a la compañía Gaszprom, que ya había sido solventado. Y que lo hace para
ejercer presión sobre los medios de comunicación del grupo Most, que son los
únicos que aún osan criticar al poder del presidente Putin, que tiene tan
entusiasmados a algunos políticos occidentales, pero que no otorga a sus
adversarios políticos un trato precisamente "occidental".
Si la Fiscalía General de Rusia hubiera tenido el interés
ahora demostrado en cazar a Gusinski en la investigación de los
atentados que provocaron varios cientos de muertos en Moscú y otras ciudades
rusas que sirvieron como pretexto para la guerra de Chechenia quizás hoy
sabríamos más de los famosos terroristas que los provocaron. Y si los
periodistas en Rusia pudieran investigar muchos casos de corrupción y crímenes
sin tener que temer por sus vidas y las de sus familias quizás la Fiscalía
General de Rusia -incluso Fungairiño- tendrían más pruebas sobre delitos
cometidos por gentes que no están precisamente en Soto del Real.
En todo caso, cabe esperar que no se produzca el sarcasmo de
que, como decía el líder opositor Grigori Yavlinski, un juez que persiguió a
Pinochet entregue ahora a Gusinski al émulo del dictador y enfermo imaginario
chileno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario