Por HERMANN TERTSCH
El País Domingo,
25.03.01
ENTREVISTA
Robert Kaplan, escritor y comentarista político en 'The New
York Times', 'The New Republic' y 'The Atlantic Monthly', que acaba de publicar
'Rumbo a Tartaria', augura tiempos duros y crisis para un futuro cercano.
Sus libros son algo así como ensayos político-viajeros.
Algunos, como Viaje a los confines de la tierra o Fantasmas
balcánicos han sido calificados como difícilmente superables y su ensayo
sobre La anarquía que viene, publicado en The Atlantic Monthly en
1994, es ya un clásico del pensamiento político moderno. Robert Kaplan ha
presentado esta semana en Madrid su último libro, Rumbo a Tartaria, que
es la narración de un largo viaje por algunos de los principales focos de
conflictos culturales, étnicos, políticos y sociales. En un gran bucle viajero
que comienza en Centroeuropa y concluye en el Caspio, Kaplan recorre los
Balcanes orientales y Turquía, Oriente Medio y el Cáucaso y describe unas realidades
que los ciudadanos de las democracias occidentales ignoran cuando deberían
preocuparles. Kaplan recuerda el pasado, describe el presente y sugiere el
futuro de regiones que nunca han gozado del bienestar que las sociedades
occidentales asumen como normalidad. Relata el frío y las implacables leyes del
poder y del instinto que marcan la vida de individuos y pueblos fuera de las
fortalezas de los países ricos de Europa y de Estados Unidos. Se ríe de los
deterministas históricos y de los moralistas tanto como de los grandes gurús de
la globalización y asegura que la historia está siempre perfectamente abierta a
todo. Eso sí, augura tiempos duros de conflictos y crisis para el futuro
cercano. EL PAÍS habló con él durante su estancia en Madrid con motivo de la
presentación de Rumbo a Tartaria.
Pregunta. En su nuevo libro relata su viaje por los
Balcanes, Turquía, Oriente Medio, el mar Negro, el Cáucaso y el Caspio.
Empecemos con una pregunta difícil, ¿cuál de estas regiones considera
actualmente más explosiva?
Respuesta. Creo que habría que responder que ahora es
Oriente Próximo. Porque el conflicto en los Balcanes ya ha sucedido, aunque
continúe, es un proceso que se produjo durante los años noventa, si ahora se
extiende a Macedonia no será una sorpresa. Pero en Oriente Próximo el nivel de
violencia podría sufrir una escalada dramática. Por todas las circunstancias y
por el momento. La violencia allí tiende a aumentar en esta época del año. El
invierno es frío y lluvioso en Jerusalén y Cisjordania. Existe un efecto
climático y si asistiéramos ahora a un aumento de la violencia podríamos
asistir a una dramática intervención por parte israelí y la guerra podría
extenderse a otros países. Por eso creo que tengo que darle una respuesta
aburrida y decir que es Oriente Próximo. Aunque, como digo en el libro, el
Cáucaso siempre es explosivo, creo que el conflicto allí no estallará mientras
vivan Edvard Shevardnadze [presidente georgiano] y Geidar Aliev [presidente de
Azerbaiyán].
P. Pero estará de acuerdo en que el potencial
conflictivo en el Cáucaso es enorme.
R. Sí, el potencial de conflicto en el Cáucaso es
incluso superior. Pero tenga en cuenta que estoy pensando desde la perspectiva
de los intereses nacionales norteamericanos. Y en una guerra posible entre
Siria, Líbano e Israel la implicación de Estados Unidos sería sin duda mayor
que en un posible conflicto en Georgia. Aunque no quiere decir que un conflicto
en el Cáucaso no tenga implicaciones para Estados Unidos.
P. En su libro está de alguna forma presente el célebre
concepto de 'choque de civilizaciones' que acuñó el profesor estadounidense
Samuel P. Huntington.
R. Creo que el libro de Huntington es brillante, como
lo demuestra lo mucho que ha sido atacado. Si mira cómo se ha realizado la
ampliación de la OTAN, verá que han sido tres países católicos y protestantes
los que han ingresado en la Alianza, mientras se han dejado fuera a los
aspirantes ortodoxos orientales. El mapa de Europa vuelve a estar dividido
entre cristianos occidentales y orientales. Observe, por ejemplo, la hostilidad
creciente entre musulmanes y cristianos en todo Oriente Próximo, sobre todo en
Siria, Líbano y las zonas árabes de Israel. Considere también las grandes
fusiones de compañías norteamericanas y europeas: no hacen lo mismo las empresas
occidentales con las japonesas o las del sureste asiático. O la reacción de la
sociedad norteamericana blanca a la sentencia en el juicio a O. J. Simpson. En
todos estos casos se confirman las tesis de Huntington. Luego, dando por hecho
que los politólogos suelen errar tremendamente y dado el bajo nivel de la
ciencia política actual, creo que hay que darle crédito a Huntington. Mire, esa
profesión es la que predijo en los setenta un futuro de éxito a África, y ya ve
lo que ha sucedido; y que predijo una sólida continuidad de la Unión Soviética.
Creo por ello que Huntington lo ha hecho mucho mejor que sus colegas.
P. Hablemos de África, un continente que ha conocido y
descrito. La evolución, si así puede llamarse, ha sido catastrófica en los
últimos 20 años. ¿Cómo ve sus perspectivas de futuro?
R. Mire, el único que vio lo que iba a suceder fue el
escritor V. S. Naipaul que describió simplemente en algunas de sus novelas lo
que veía y que fue mucho más lúcido que todos los análisis de expertos en
desarrollo y funcionarios occidentales. Ahora el índice de crecimiento de la
población está reduciéndose. También en África está produciéndose un
envejecimiento de la población, pero esto sólo tendrá un efecto dentro de 20 o
30 años. A más corto plazo lo que hay es una inmensa masa juvenil, una
creciente población masculina de jóvenes entre 15 y 29 años. Considere quiénes
tienden a generar la violencia política, no sólo en África, en todas partes.
Por eso en un futuro cercano vamos a ver cada vez a más jóvenes sin trabajo ni
formación en Kenia, Zambia, Costa de Marfil, Nigeria, Sierra Leona y otros
países. Además se va a producir una continua disminución de la disponibilidad
de agua en esta región. Como corresponsal he comprobado que nada genera más ira
que la falta de agua. Ninguno de estos factores por sí solos genera la
violencia política, pero agravan las tensiones étnicas y, sumadas al reto de la
modernización, crean situaciones explosivas. Porque lo que nos demuestra la
historia es que no es la pobreza lo que genera violencia, sino el desarrollo,
es el crecimiento económico el que induce al levantamiento, el que alimenta
cada vez más expectativas y frustraciones y va integrando cada vez a más gente
en el proceso político con exigencias que las instituciones no son capaces de
satisfacer. Por eso los levantamientos se producen más en sitios en desarrollo
que en regiones paralizadas. Es el caso de Pakistán y de Indonesia, por
ejemplo. Por eso en lo que se refiere a África las perspectivas para los
próximos cinco o diez años no son buenas. Nadie sabe si en 20 o 30 años puede
producirse algún otro proceso. Pero a corto plazo la situación promete mayor
violencia. En los últimos años hemos asistido al debilitamiento de los pequeños
estados de la región, ahora veremos el mismo proceso en países más grandes con
sociedades más complejas.
P. Claves para la estabilidad o su inexistencia parecen
estar siempre en los factores agua, petróleo, índice de población.
R. Sin duda. El petróleo, por ejemplo, siempre
desestabiliza. No es una bendición en muchos países. Véase Venezuela, Irán,
Nigeria. Porque la posesión de petróleo lleva a un desarrollo excesivamente
rápido y, por tanto, excesivamente desigual. Se crean clases de nuevos ricos
que acaparan todos los ingresos. Esto dispara las tensiones sociales. A no ser
que se trate de un país muy pequeño con escasa población y mucho petróleo como
son los Emiratos Árabes.
LAS DEMOCRACIAS MENDICANTES
P. Creíamos que el mundo se democratizaba y así,
intrínsecamente, se convertía en un lugar mejor para los individuos. Hoy vemos
que muchos países están gobernados por satrapías, bandidos, mafias que compran
los votos para ser reelegidos y líderes demagogos y totalitarios. ¿Cree
realmente que la década pasada ha sido una conquista para la democracia y la
libertad, al margen de Europa oriental?
R. La clave está en el final de su pregunta, al margen
de Europa oriental. Porque la historia siempre recuerda una frase o episodio y
será la democratización de Polonia y Hungría, del este europeo en general la
que será recordada. La historia tiende a resumir. Lo demás se olvidará. Creo
que hay un gran malentendido respecto a lo que es realmente la democracia.
Demasiados políticos y funcionarios occidentales tienden a equiparar democracia
con elecciones. Lo cual es falso. Cualquiera puede organizar elecciones. Pero
éstas no convierten a una sociedad en moderna. Sólo cuando existen las
instituciones que pueden suministrar a los ciudadanos los bienes, el agua, la
electricidad, el orden público, la seguridad legal, cuando hay instituciones
que son capaces de monopolizar el uso de la fuerza y que evitan que los
diferentes individuos y grupos tengan miedo el uno del otro y puedan así
dedicarse al comercio pacífico, sólo entonces tienen sentido las elecciones.
Así sucedió en Taiwan, en Corea del Sur, en Chile, Uruguay, Argentina. Pero las
elecciones no fueron lo primero. Lo primero fue la creación de instituciones,
muchas veces bajo dictaduras de derechas. Y España. Sé que España tiene una
experiencia con la dictadura de derechas y por eso es sensible a cuestiones
como Pinochet. Pero todos debieran saber que han existido experiencias mucho
peores que la española cuyo resultado son Estados que sencillamente no tienen
instituciones como las herederas de dictaduras comunistas que destruyeron toda
la base para dichas instituciones. El problema está en que se celebran
elecciones en países que tienen los niveles de desempleo e inflación que tenía
Alemania cuando Hitler llegó al poder elegido democráticamente o cuando Mussolini
fue elegido en los años veinte. No es tan fácil. Es el triunfo de las llamadas
democracias mendicantes, en las que unas gentes son elegidas y no pueden hacer
nada, fundamentalmente porque no existe el Estado.
P. Leí con especial interés en el libro su extraordinaria
conversación con Silviu Brucan [el dirigente comunista del golpe contra Nicolae
Ceausescu]. Habla de la decisión de matar a Ceausescu en la que participó
directamente, como de su entusiasmo por el espíritu práctico de poder de
Stalin. Yo siempre que conversé con él en la Rumanía de los noventa ratificaba
este cinismo y su lógica del poder implacable.
R. Sí, es un hombre extraordinario, cínico como pocos,
pero al margen de cualquier juicio de valor es un hombre con la cabeza sobre
los hombros. Es como hablar con Henry Kissinger. Son conversaciones que siempre
valen la pena. Son personas con un sentido máximo del poder.
P. Usted es muy crítico con la exclusión de un país
como Rumanía de la OTAN.
R. Una de las razones por las que la Administración de
Clinton tuvo tantos problemas es porque carecía de una estrategia europea. No
tenía un concepto del futuro de Europa y, por tanto, no podía tenerlo sobre el
futuro de los Balcanes. Para mí una estrategia europea debe hacer un arco desde
la península Ibérica hasta el mar Negro. Una Europa dividida como la actual
tendrá inestabilidad y conflictos entre la pobreza del Este y el Occidente
floreciente. Instituciones como la OTAN tienden a debilitarse cuando crecen. Sé
que el proyecto de integrar a estos países es muy ambicioso. Pero es
imprescindible que sepan que si se comportan y reforman tienen opción a
participar. Su marginación sólo induce a los peores comportamientos.
P. Hablando de evoluciones negativas posibles, ¿qué
opinión tiene de la Rusia de Putin?
R. Realmente sigo sin poder hacer afirmaciones
concluyentes. En todo caso, creo que va a ser muy difícil ya para cualquier
líder ruso imponer un centralismo de Estado. Sencillamente porque es demasiado
grande para poder gobernar desde el centro, como el propio Putin parece querer.
Tengo la impresión de que quiere gobernar con una especie de despotismo
benigno, de tipo zarista. Él puede llamarlo democracia, pero es otra cosa. No
estoy siquiera seguro de que pueda conseguirlo. Creo que al final el poder lo tendrán
los gobernadores provinciales. Una Rusia centralista es buena para Occidente
porque al menos tenemos un interlocutor claro. Y también es un peligro porque
reafirmará sus presiones en el Cáucaso y volverá a ejercer presión sobre el
este de Europa en diferentes formas. Y Chechenia le viene bien a los
occidentales. Los mantiene ocupados. En caso de que los rusos vencieran en
Chechenia ejercerían mayor presión aún sobre Georgia y Azerbaiyán. Mire, los
rusos eran los enemigos en la guerra fría y muchos pensaron que después el
mundo sería perfecto. Pero Rusia es una gran potencia y tiene intereses que
divergen de los nuestros. Creo que en el futuro veremos conflictos de intereses
como los que había en la guerra fría.
P. ¿Volvemos al mundo multipolar?
R. Sí, por supuesto. Quizás no lo llamemos así, quizá
sea un mundo con diferentes poderes hegemónicos. Pero en todo caso está claro
que el poder de Estados Unidos va a ser cuestionado. Y será cuestionado en sus
puntos más débiles. Ninguna superpotencia ha estado al mando del mundo de forma
definitiva. Simplemente es imposible que 280 millones de norteamericanos
dirijan un mundo de 6.000 millones. El poder en Estados Unidos es todo un lío
de comités del Congreso, burocracia y Administración que retrasa decisiones y
pospone posibilidades de reacción. Muchos enemigos pequeños tienen mucha mayor
agilidad y decisión. Puedo suponer que uno de los mayores peligros hoy en día
es una versión bioquímica de Pearl Harbour. Además, Estados Unidos tiene que
mantener ciertos niveles éticos mientras que sus enemigos no han de hacerlo.
Existe ya el término de la guerra asimétrica. No vamos a tener la
suerte de tener una guerra entre iguales.
EUROPA Y LA INMIGRACIÓN
P. Uno de los puntos en los que Occidente se siente más
débil es en el de la inmigración. Hace 50 años, lo dice usted en un libro suyo,
el mundo industrializado tenía el 40% de la población mundial. Hoy, sólo el
20%. Como en el medievo y antes, tenemos pueblos enteros que están dispuestos a
la gran marcha para huir de donde viven a duras penas. Las grandes migraciones
se han puesto de nuevo en marcha.
R. Mire, el mundo musulmán, por ejemplo, se puso en
marcha en el siglo VIII y llegó a Francia. Por el este llegó con los otomanos
hasta las puertas de Viena en el siglo XVII. Ahora están volviendo sin
ejército, con la inmigración. Europa ya no crece. En todo el continente el
aumento de la población es de 250.000 personas anualmente. En la India, este
mismo crecimiento se produce en una sola semana. Esto es sólo el principio y no
va a poder pararse. Los europeos están muy incómodos en su propia piel. Por un
lado, atenazados por sus conceptos de derechos humanos, y por el otro,
aterrorizados de compartir el espacio con el mundo musulmán que crece más que
ellos. Por una parte quieren una fortaleza medieval, por la otra, reivindican
una superioridad moral. Siempre que no tengan que vivir con ellos.
P. ¿Pone esto en peligro la cultura europea tal como la
entendemos?
R. Europa tiene dos problemas. Por un lado sigue en
gran parte creyendo en una identidad basada en raza y religión. El concepto
europeo se verá obligado a volverse mucho más norteamericano, y no quiero ser
chovinista. Más flexible. El otro problema es que la UE se puede convertir en
una especie de despotismo benigno en el que el nacionalismo les es cedido por
completo a los reaccionarios de las clases más bajas. En las revoluciones de
1848 los nacionalistas eran liberales. La UE corre el peligro de ser sólo
atractiva para las élites de la nouvelle cuisine.
P. Finalmente, dígame su opinión sobre la nueva
Administración norteamericana. Parece ser experta en cuestiones internas pero
muy bisoña en temas exteriores.
R. Un presidente suele ser tan bueno como la gente que
nombra en su entorno. Clinton se dedicó sobre todo a las imperfecciones de la
sociedad norteamericana y creó un equipo económico solvente. Pero en política
exterior su gente era mediocre. Considero de muy segunda fila a gente como
Albright o Christopher. Bush ha nombrado a gente de primera fila para política
exterior. Incluso ha mantenido a muchos de los mejores funcionarios de la era
Clinton. Ésta es una Administración que tendrá una política exterior muy
tradicional, al contrario que Ronald Reagan. Reagan era todo menos conservador.
Era un presidente mucho más cercano a Woodrow Wilson. Un liberal angelical que
quería liberar al mundo del comunismo. Bush hará una política nixoniana. No va
a hablar de principios, sino de poder. Pero no sabremos realmente cómo va a ser
hasta que tenga que afrontar su primera crisis.
UN PERIODISTA DISCIPLINADO, PERO CARENTE DE MAGIA
Es un periodista más bien académico, bastante clásico, de la
escuela de la Costa Este. Un estudioso muy disciplinado que, aunque reconoce la
inteligencia de Bill Clinton, le desprecia por su carácter autocomplaciente y,
según dice, débil. Tiene grandes dotes de observación, como demuestran todos
sus libros, algunos de ellos absolutamente magníficos, y que sólo se ven
mermadas por la atención que se presta a sí mismo. Es un conservador
norteamericano que no es que actúe, sino que piensa basándose en los criterios
de la soberanía norteamericana allá donde a Washington le convenga. Es de esa
pequeña tropa de jóvenes brillantes norteamericanos que despliegan inmensas
certezas con guindas de duda calculada. Existe una diferencia fundamental,
abismal, entre judíos muy educados norteamericanos como Kaplan o el ya
celebérrimo Goldhagen y los intelectuales judíos europeos como Imre Kertesz,
Isaiah Berlin o Zygmunt Bauman. Los viejos que conocen el abismo buscan
humanidad entre los rescoldos de este mundo tan difícil mientras los jovencitos
saben perfectamente a qué se dedican, adónde van y qué les interesa en este
mundo de dioses tan profanos. Kaplan ha escrito buenos libros, alguno muy
bueno. Excelente. Quizá imprescindible. Pero carece de lo que Joseph Roth
llamaría el Geist der Geschichte, el alma de la historia, carece de magia
y es muy aplicado. Los funcionarios, incluso los mejores, no pueden simular ser
poetas. Está claro que sabe mucho y, también evidentemente, que quiere
mostrarlo. Pero vive muy poco, maniatado por el puritanismo que emanan sus
opiniones y que tamizan su mirada. Nada como recordar la generosidad y el
humanismo de los grandes intelectuales individualistas norteamericanos para
notar que los siete buenos libros que ha escrito Kaplan han hecho a este
todavía joven periodista y académico más culto y más perceptivo, más lúcido y
quizá más comedido. Pero quizá no más sabio. Porque es la generosidad la que
limpia la mirada y la convierte en algo más que inventario de reportaje e
historiografía. Los libros son excelentes trabajos. Pero son eso, trabajos. No
son esa interrogante emocionada que los convierte en acontecimientos en el
sentir del prójimo.
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