Por HERMANN TERTSCH
El País, Belgrado,
02.11.2000
La transición democrática en Serbia comienza a acelerarse en
el terreno en el que se considera más urgente una clara voluntad de ruptura con
las prácticas del régimen del ex presidente Slobodan Milosevic: la defensa de
los derechos humanos y la persecución de los crímenes cometidos durante la
pasada década. Como un respaldo internacional a este difícil proceso, la
Asamblea General de la ONU admitió ayer a Yugoslavia como miembro, después de
su expulsión en 1992, tras las agresiones bélicas a sus antiguos hermanos en la
república.
Apoyo exterior
La admisión de Yugoslavia en la ONU ocurre solo cinco días
después de que así lo solicitase el nuevo presidente del país, Vojislav
Kostunica. La resolución no tuvo que ser votada, ya que contó con el acuerdo de
todos los países que integran la Asamblea, incluidos los que formaban la
antigua Yugoslavia: Croacia, Bosnia-Herzegovina, Eslovenia y Macedonia. Las
esperanzas de los principales responsables de los crímenes cometidos de
negociar su impunidad con las nuevas autoridades se evaporan a mayor velocidad
de lo esperado. El anuncio por parte de Kostunica, de que el Tribunal Penal
Internacional para los crímenes cometidos en la ex Yugoslavia va a abrir en
Belgrado una oficina permanente para el seguimiento de los casos pendientes es
tan sólo un aviso más para Milosevic y todos aquellos perseguidos por esta
corte internacional instaurada por Naciones Unidas.
Aunque Kostunica aseguró durante la campaña electoral que no
entregaría a Milosevic al Tribunal Penal Internacional (TPI), en los últimos
días se multiplican los gestos de una creciente disposición del nuevo poder a
cooperar con La Haya. Esto no solo reforzaría la voluntad de cooperación de la
comunidad internacional, sino que supondría un definitivo punto de inflexión en
las relaciones de Serbia con Occidente como lo supuso la entrega de criminales
de guerra croatas al TPI por parte del Gobierno democrático de Croacia que
sucedió al autócrata Franjo Tudjman.
Pero los últimos hechos apuntan a que también otros que no
figuran en las listas del Tribunal de La Haya habrán de responder por sus
hechos. Documentos hechos públicos ayer, que implican al jefe de la seguridad
del Estado, Radomir Markovic, en la muerte del periodista Slavko Curuvija han
dado ya pie a una denuncia. Los documentos no dejan lugar a dudas de que fue el
propio Markovic el que organizó el seguimiento de Curuvija el día de su muerte
y ordenó a sus hombres que se retiraran momentos antes de que tres desconocidos
lo asesinaran. Por otra parte, el jefe del Estado Mayor del Ejército yugoslavo,
Nebojsa Pavkovic, reconoció ayer en una entrevista al diario Politika que
en la noche del 5 al 6 de octubre recibió una lista con 40 nombres de
dirigentes de la oposición a detener y que entre ellos había seis marcados a
mano, en lo que sugería un tratamiento distinto que se interpreta como una
orden de ejecución. Pavkovic no deja lugar a dudas sobre el significado de los
círculos marcados en torno a esos seis nombres que no ha desvelado. "No
recibí ninguna llamada para decirme si había que llevar a cabo la orden o no.
Pero está claro que ésa no es una labor atribuible a las fuerzas armadas",
señalaba ayer Pavkovic.
La coalición DOS del nuevo presidente logró imponer la
dimisión de tres de los grandes dirigentes del aparato represivo del régimen
anterior, como el presidente del Tribunal Supremo serbio, Balsa Godevarica, el
fiscal general serbio Dragisa Krsmanovic pero ante todo la del citado jefe de
la policía de la seguridad del Estado, Markovic, hombre de confianza de
Milosevic.
Según pasan los días y Kostunica recibe el apoyo exterior
para la democratización y para la reconstrucción de la economía serbia, hoy
postrada, los nuevos dirigentes parecen sentirse más seguros en su política de
neutralizar a los peores enemigos del cambio y perseguir a aquellos que, de ser
protegidos, mancillarían todo el proceso de reformas democráticas. En Nis se
abría ayer por ejemplo un juicio militar contra un comandante del Ejército,
Dragisa Petrovic, y dos reservistas por asesinar a dos civiles albaneses en
Kosovo el pasado año. Y en la prisión de la ciudad de Pozarevac salía finalmente
en libertad la poetisa albanesa Flora Brovina, condenada por el régimen de
Milosevic en una sentencia calificada en general como grotesca, a 12 años de
prisión por supuestas actividades hostiles contra el Estado y terrorismo.
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