Por HERMANN
TERTSCH
El País Domingo,
22.07.01
CUMBRE DEL GRUPO DE LOS OCHO
La violencia en Génova estaba anunciada, organizada y
comprendida de antemano por tantos escribidores e intelectuales
antiglobalizantes que, desde los disturbios de Seattle, ven como se les abre
una última oportunidad de recuperarse de las miserias ideológicas en que se
embarcaron en décadas pasadas. Y muchos grupos de activistas que con toda
legitimidad global de criticar o condenar a la globalización o al Fondo
Monetario, al Banco Mundial, a las semillas transgénicas, al rayo láser, a la
cirugía o a todos a una vez, sabían que su presencia en Génova iba a ser
utilizada para una orgía de violencia en contra de una reunión de
representantes democráticamente elegidos.
Sin embargo, han acudido, aunque no todos. Ha habido algunos
grupos que no están en el puerto italiano porque no quieren hacer de comparsas
de estos nuevos grupos de terrorismo de baja intensidad -de momento- que han
generado el miedo a la globalización, la arrogancia de los poderosos -a su
cabeza la administración norteamericana- y otros muchos factores.
Las preocupaciones de los manifestantes son comprensibles y
todas las democracias les dan oportunidad de expresarlas cuando les venga en gana,
coincidiendo o no con reuniones de instituciones. Pero la simpatía y la
cobertura logística, informativa e ideológica que tantos están dando
últimamente a esta nueva generación de kale borroka global que pronto
puede generar terroristas full time es absolutamente insensata.
Nadie diga que se quiere criminalizar a todos con el
pretexto de la actuación de una minoría. Todos sabían que la minoría violenta
obtendría el protagonismo. Y quienes no perteneciendo a la misma han acudido a
Génova, pese a ello tienen parte de la responsabilidad de lo que ocurra. Está
claro que algunos están buscando los primeros muertos del llamado movimiento
antiglobalización, sean los llamados Monos blancos o los chicos de Haika, tan
activos ahora por el norte de Italia. Mientras, por discutibles, condenables
por egoístas, cicateras o implacables que sean muchas propuestas del G-7 o G-8,
el hecho es que los líderes democráticos de los países miembros sufren un
asedio medieval en pleno centro de Europa por parte de gente que no quiere
exponer opiniones sino agredirlos físicamente, a ellos y a quienes les
protegen.
Debería hacer recapacitar a más de uno de los participantes,
pero desde luego debería hacer saltar la voz de alarma en las democracias y
opiniones públicas de las sociedades libres. En España, donde conocemos a estas
camadas de supuestos alborotadores callejeros y su posterior evolución hacia el
terrorismo más brutal, resulta un perfecto sarcasmo el gozo que algunos
demuestran ante esta nueva cultura del asedio bárbaro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario