jueves, 4 de mayo de 2017

DÍA DE IRA EN JERUSALÉN

Por HERMANN TERTSCH
El País,  Jerusalén, 07.10.2000

GOLPE AL PROCESO DE PAZ

Difícil es ver, salvo en el bombardeo de una ciudad, tantas mujeres llorando y niños aferrados a los faldones de sus madres como ayer en Jerusalén. Casi imposible es percibir mayor odio entre colectivos humanos que el demostrado ayer por jóvenes musulmanes y fuerzas israelíes en la pequeña guerra que ayer libraron, en la explanada de Haram El Sharif después de la oración musulmana del viernes y hasta la noche en sus inmediaciones. Y triste es concluir que las decenas de jóvenes palestinos heridos ayer junto a la Puerta de los Leones en Jerusalén Este, los diez muertos a sumar a los casi ochenta de la semana, son un mero balance provisional que habrá de revisarse día a día, nadie sabe hasta cuando. En París, en Washington y en El Cairo se buscan soluciones para retornar a un proceso de paz que ayer en Jerusalén nadie recordaba entre la Puerta de los Leones y el arco de Bab Hutta, donde comienza lo que el mundo conoce como la Vía Dolorosa, el trayecto recorrido según los Evangelios por Cristo con la cruz. Las piedras volaban hacia las posiciones tomadas por la policía israelí, las granadas de gases lacrimógenos, las balas de caucho y las otras lo hacían en sentido contrario. Las ambulancias hacían cola, como en atasco dominical, para recoger heridos. Y el suelo de roca blanca estaba cubierto de piedras convertidas en armas por los inermes, hierros torcidos, cristales y manchas de sangre. Durante cerca de ocho horas, las fuerzas israelíes, jóvenes en servicio militar pero también fuerzas especiales, armados hasta los dientes, fueron incapaces de dispersar a unos centenares de palestinos aun menores que el recluta más bisoño.
Es posible, según los biempensantes, que intentaran causar el menor daño posible. Puede que el Gobierno se resienta ante tanta crítica interior y exterior por la disparatada desproporcionalidad entre los medios de los jóvenes palestinos y las armas a que han recurrido las fuerzas israelíes. Pero además es imposible evitar la impresión al ver a niñas de 19 años uniformadas con su fusil de asalto y su porra animando a compañeros a disparar más, a un soldado que tiene que ser castigado por su superior por darle una patada ante testigos a un chico musulmán herido y a jovencitos de paisano ostentando el poderío que confiere una pistola ametralladora Uzi ante adolescentes desarmados, que Israel debiera estar más interesado que nadie en hacer concesiones para la paz porque es su propia sociedad la que está enfermando con esta espiral.

El balance del Día de la Ira tiene así el balance acostumbrado: muertos y heridos palestinos y mayor obsesión de este pueblo por conseguir que los israelíes también celebren pronto funerales. ¿Comenzó la tragedia de ayer cuando jóvenes palestinos lanzaron piedras desde la explanada hacia el Muro de Lamentaciones? ¿Comenzó cuando hace ocho días el sumo sacerdote del odio que es el político derechista israelí Ariel Sharon entró con centenares de policías en dicho recinto sagrado musulmán de Haram El Sharif provocando los primeros incidentes que han llevado a la semana más trágica de sangre, violencia y odio desde que existe el Estado de Israel, guerras excluidas? ¿O cuando entraron en 1967, precisamente por la puerta de los Leones, las tropas israelíes en Jerusalén oriental? Ayer, los palestinos quemaron allí la comisaría israelí. Una columna de humo alta y oscura ascendía sobre el cielo de Jerusalén. Fue su victoria simbólica del día. Pero en realidad todos perdieron. Unos a sus hijos, otros el alma. Todos un poco más de su futuro.

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