jueves, 2 de noviembre de 2017

CONFLICTOS DE POSGUERRA

Por HERMANN TERTSCH
El País  Sábado, 05.04.03

GUERRA EN IRAK | LA POSGUERRA

El horror de la guerra -de todas las guerras y no sólo de la que nos televisita ahora durante las 24 horas de los siete días de la semana- ya lo tenemos todos marcado en la retina. La guerra de Irak, que ha entrado en su fase decisiva y todo hace pensar que final, marca sin duda un antes, que ya parece muy remoto, y un después lleno de incógnitas e incertidumbres. Se puede dar por cierto que los días de la dictadura de Sadam Husein están contados y que no son muchos. También que la pacificación y la reconstrucción de Irak se convierten en el mayor reto para el mundo desde la Segunda Guerra Mundial. Revelará si la comunidad internacional es capaz de regenerar organizaciones y sistemas de seguridad que se desplomaron antes de que cayera la primera bomba en Bagdad. O si nos adentramos en un túnel de inseguridad y espantos aún más profundo.
No podía, por tanto, haberse celebrado en fechas más oportunas el seminario organizado por el comité español de ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados), que se clausura mañana en Granada bajo el lema Refugiados y reconciliación post-conflicto. ACNUR-España ha reunido en esta ciudad, símbolo de la convivencia de tres religiones y de su destrucción por la intolerancia y el recurso a la limpieza "étnico-religiosa", a decenas de expertos internacionales en dos conflictos que precedieron al de Irak, pero que, aún presentes, pueden verse muy influenciados, para bien o para mal, por la evolución de la posguerra en Irak. Había en Granada práctica unanimidad en denunciar los planes de Washington de implantar un Gobierno militar propio en Bagdad "en la primera fase". "Es un disparate, auspiciado por los neoconservadores de Cheney y Rumsfeld, que sumiría en la violencia a toda la región y supondría una catástrofe para los americanos", comentaba el estadounidense Joseph Montville, del Centro de Estudios Estratégicos de Washington. El suizo Werner Blatter, que fuera máximo responsable del ACNUR en la antigua Yugoslavia, insiste en que la ONU tiene que asumir un papel protagonista, pero con objeto de ceder "con prontitud, aunque con temple y sin precipitación", responsabilidades de Gobierno a los iraquíes. Para ello habrá que buscar, en el exilio y en el interior, líderes que puedan ganarse el respeto del pueblo y no hayan ejercido responsabilidades. "La reconciliación requerirá allí, como en Bosnia y en Kosovo, la presencia extranjera durante tiempo. Será lenta". Si fracasa, no puede excluirse que descarrilen otros procesos más avanzados, como es el de la estabilización de los Balcanes.

Pero más allá de las diferencias entre Europa y Washington respecto al nivel de protagonismo de la coalición vencedora, la ONU y los iraquíes en la reconstrucción de un Irak liberada de Sadam Husein, será el conflicto palestino el que determinará si Washington puede generar un mínimo de confianza entre árabes y europeos que, con el tiempo, haga cicatrizar la inmensa herida abierta. Tony Blair y José María Aznar se han comprometido y han comprometido a George Bush a que, esta vez sí, se aplique el mapa de ruta hacia la rápida creación de un Estado palestino y el levantamiento de la mayoría de los asentamientos. En esta cuestión están de acuerdo todos: ONU, UE, Rusia y China. Si Bush rompe su palabra y "vuelve a ceder ante Sharon y los lobbies judío y neoconservador en Washington, que ya se ha puesto manos a la obra para dinamitar el proyecto", como señala la comisionada general de la ONU para refugiados de Palestina, Karen Abu Zayd. "La Administración de Bush puede quedarse totalmente sola". Sola no puede reconstruir Irak. Sola estaría ante el dilema de abandonar Irak derrotado después de vencer o asumir una ocupación que sólo le reportaría más muertos, más odio, más gastos y más desastres económicos en casa. Difícilmente le perdonaría el electorado a Bush semejante situación prolongada. Sería una paradoja histórica que su reelección acabara dependiendo de hacer algo de justicia en Palestina, de poner coto a los desmanes de Sharon e imponer un Estado palestino en Gaza y Cisjordania sin unos asentamientos por los que la mayoría israelí no derramará ni una lágrima.

FANTASÍAS LETALES

Por HERMANN TERTSCH
El País  Martes, 01.04.03

COLUMNA

La guerra de Irak se ha complicado. No debiera sorprender. Todas las guerras se complican para una parte o para todas por causas fortuitas e impredecibles o por errores de estrategia, cálculo e información. En Washington, Dick Cheney y Donald Rumsfeld aún insisten en que la estrategia que habían elaborado Wolfowitz, Richard Perle y sus visionarios civiles en el Pentágono y que ellos impusieron a los generales era y es la correcta. Los mandos militares llevan ya una semana contradiciéndoles y ya surgen críticas en Washington. Algunos recuerdan con espanto que Rumsfeld presentó un plan para derribar a Sadam con una operación de fuerzas especiales lanzadas e introducidas en Bagdad con sólo 60.000 hombres. El general Thomas Franks logró neutralizar aquel plan innovador demencial que, hoy se puede suponer, le habría costado en días a EE UU más muertos que la guerra de Vietnam. Rumsfeld acusa a los militares de "falta de fantasía", éstos le sugieren que dedique su fantasía al dibujo o al diseño.
Es lamentable que la guerra no concluyera en los plazos que dicha fantasía dictaba. Pero el retraso puede tener efectos saludables para la política norteamericana. Después de la guerra, George W. Bush tendrá que ver cómo no le salpican a él el autismo generador de errores, la ineptitud y la obscena concupiscencia en el mundo de los negocios de estos personajes. Los mesiánicos del siglo americano podrían entrar en agonía, lo que despierta la esperanza de una mejora de las relaciones transatlánticas y la moderación de la política de Washington. El primer gesto sería integrar a la ONU en el proceso de reconstrucción de Irak y no convertirla en una carrera de reparto de nuevas tierras como se organizaban en el Oeste en tierras conquistadas.
Todo dependerá, por tanto, de cuánto dure la guerra y de lo que suceda después. La guerra tiene que ganarla -cuanto antes- la coalición porque toda alternativa nos lleva a un mundo de pesadilla de un Sadam triunfante: emuladores varios, proliferación de armas de destrucción masiva, terrorismo indiscriminado y hundimiento de todo orden internacional. De ahí la irresponsable fantasía de los que quieren "parar la guerra", sea por cuestiones electoralistas, por zozobra y emoción genuinas o porque se anhela la derrota de EE UU, el hundimiento de las "democracias burguesas", la proliferación de líderes como Chávez, Castro, Sadam, Gaddafi o Kim Jong Il y la legalización del asalto a las charcuterías. Éstos sólo quieren venganza porque la democracia les arrebató su criminal fantasía y su mentira en 1989.

Estados Unidos y sus aliados han perdido la guerra de propaganda salvo en la América profunda, de momento. Se verá cuál es allí el techo de tolerancia de muertos propios. Francia, de no tener su propia fantasía del quiero y no puedo, podía haber limitado la catástrofe, quizás incluso evitado. Su amenaza de veto fue un cheque en blanco para Sadam tan explícito como la última manifestación en Londres. Se veían menos carteles con el "No a la guerra" que con "Victoria para la resistencia de Irak". Sadam pondrá los muertos necesarios para alargar su fantasía de victoria. Mientras no se ponga fin a la misma, él seguirá generando fantasías envenenadas en otras dictaduras, en las democracias y el mundo árabe.

EL RETORNO DE LA APO

Por HERMANN TERTSCH
El País  Martes, 25.03.03

GUERRA EN IRAK | ENTREVISTA

La responsabilidad de la Administración del presidente George W. Bush en el deslizamiento del mundo hacia la trágica situación en que se halla hoy es probablemente tan apabullante como piensa el más fanático antiamericano que pasea su ira por las calles europeas. Tuvo, tras el 11 de septiembre, la inmensa oportunidad de alojarse, bienvenido por casi todos, como máxima potencia en el nuevo orden mundial. No la aprovechó porque Bush y la mayoría en su equipo tienen una vocación pendenciera que los hace virtuosos de la afrenta y de crear enemigos. Kioto, Durban, Tribunal Penal Internacional, Guantánamo, el entusiasmo por la pena capital, su integrismo religioso, las obscenas conexiones con grandes corporaciones -por hablar de algunas de sus acciones y características-, lo hacen virtualmente indigerible para todo público que no sea esa mitad del electorado que le votó. Ha hecho imposible a sus aliados explicar su política hacia Irak.
Y, sin embargo, que decisiones de Bush hayan sido lesivas para el mundo no equivale -sugiero- a que toda iniciativa suya, por el hecho de serlo, sea una infamia o un crimen. Sus responsabilidades son graves, las de Sadam las mayores, y no pocas las de otros que adoptan poses angelicales que esconden mal sus vergüenzas. Por errores de unos, crímenes de otros y por hipocresía, ese sólido eje de Washington con Bagdad y París, con Berlín y Moscú, han saltado por los aires los mecanismos de seguridad de que disponíamos. Algunos estaban moribundos como el Consejo de Seguridad y otros apenas habían nacido como la Política Exterior de Seguridad europea.
El mundo tiene miedo. Unos a Sadam, y al terrorismo, otros a Bush, muchos a los tres y todos al futuro. La labilidad es general. Quienes hablaban de un paseo militar -cuyo único precedente sería el paseo de la Wehrmacht por Francia en 1940- hablan ahora de guerra eterna. Quienes auguraban cien mil muertos en los primeros días de bombardeo se congratulan por las víctimas aliadas y a alguno se le intuye que ansía algún error en un bombardeo para lanzarles a la cara centenares de muertos civiles al sanguinario trío de las Azores. Comenzó la carrera por la foto o imagen más desgarradora para soliviantar conciencias, algunas tan adormecidas cuando de otros muertos y conflictos se trata. Las imágenes indignan y conmueven a todo biennacido y movilizan.
En España es evidente que Aznar ha metido a su partido en un inmenso lío. Pero es difícil negarle que era consciente de que iba en contra de sus intereses a corto plazo. Plagado de defectos, no está entre ellos tamaña estulticia.

Otros se han lanzado a criminalizar una decisión política del Parlamento y a deslegitimar votos con cálculos de ojeo desde la Casa de Correos. Mal asunto. Comprensible en Llamazares y en los herederos del cojo Manteca, pero alarmante en otros. La guerra es culpa de muchos, pero ahora tiene que perderla Sadam lo antes posible. Cuenta Nico Redondo que un día le habló de Llopis a un miembro de la ejecutiva actual del PSOE. No sabía quién era. Alguno ignora la pugna de Willy Brandt por impedir al SPD verse abrazado por la Aussenparlamentarische Oppositión (APO), comunistas y ultraizquierdistas que desafiaban al parlamento "burgués y fascista" en las barricadas hace 30 años. No es recomendable fomentar y adoptar a la APO si se aspira a gobernar con instituciones sólidas. Sí se recomienda memoria.

miércoles, 4 de octubre de 2017

LA JUSTICIA ALEMANA PARALIZA EL INTENTO DE ILEGALIZAR EL PARTIDO NEONAZI

Por HERMANN TERTSCH
El País,  Madrid, 19.03.03

La ejecutiva del NPD estaba plagada de espías estatales

La iniciativa conjunta del Gobierno Federal, Senado (Bundesrat) y Cámara Baja (Bundestag) de Alemania para ilegalizar al partido neonazi NPD ha fracasado. Una minoría cualificada de tres de los siete jueces del Tribunal Constitucional ha impuesto el archivo del proceso. La rocambolesca razón del inmenso fiasco de esta iniciativa apoyada por todos los partidos democráticos está en el descubrimiento, a lo largo de las investigaciones, de que la dirección del NPD estaba -y al parecer sigue estando- saturada de agentes de los servicios de información de la Oficina para la Protección de la Constitución (BfV).
Aunque hace unos meses el Gobierno aún negaba la presencia de agentes del BfV en la ejecutiva del partido neonazi, se ha demostrado que al menos 30 de sus 200 miembros lo eran, y puede que muchos más. Por ello, y pese a que una mayoría de cuatro jueces quería continuar el proceso para ilegalizar al NPD, hiperactivo y violento, no lograron los dos tercios necesarios para imponerse. Los tres jueces que han archivado el caso aducen no sólo la posibilidad de que los actos violentos y delictivos de miembros del partido fueran inducidos por agentes estatales, sino también que, presuponiendo que se mantiene la presencia de infiltrados en el NPD, éstos han podido influir en el proceso revelando a la fiscalía las estrategias de defensa del partido o manipulándolas.
La decisión del tribunal supone una grave derrota para los demócratas alemanes, una profunda decepción para todos los grupos y organizaciones antinazis y se teme que una inyección de moral además de un éxito de relaciones públicas para el NPD.
En el año 2002 se produjeron en Alemania más de 10.000 delitos con motivación nazi o racista, muchos de ellos relacionados directamente con el NPD. El hecho de que ni el BfV ni otras policías de los diversos Estados con infiltrados en el NPD se avinieran a identificar plenamente a sus agentes es otro de los motivos que han llevado a este desastre procesal a las más altas instituciones federales.

'Blood and Honour'
Nadie dudaba de que los servicios de información contaban con algún confidente dentro de la dirección del partido neonazi, pero su masiva presencia en este órgano ha superado los cálculos más aventurados, lo que ha llevado a los jueces a plantearse quién dirigía realmente el partido, los nazis puros, los agentes infiltrados, los nazis confidentes o una mezcla de todos ellos. Queda demostrado que al menos 30 de los 200 miembros del máximo órgano de este partido -que cuenta con 6.500 militantes- llevan años espiando a sus camaradas para diversos órganos del Estado con el BfV a la cabeza.

En el año 2000 fue prohibido sin mayores problemas jurídicos otro grupúsculo neonazi llamado Blood and Honour (Sangre y Honor). Al ver en las semanas pasadas que el desenlace del caso podía ser el ahora habido, el ministro federal del Interior, Otto Schilly, intentó desesperadamente buscar fórmulas que permitieran al menos posponer o reabrir el caso para la ilegalización del partido neonazi más fuerte de Alemania. Todo fue en vano y los nazis han ganado ante los tribunales de la democracia por los excesos de los servicios secretos en su infiltración. De todas formas, el Gobierno ha anunciado que el NPD seguirá bajo estrecha vigilancia. En todo caso, la opinión pública y la clase política, ambas abrumadoramente favorables a la ilegalización, han asumido la decisión judicial como un fracaso del Estado de derecho y los nazis están exultantes con el triunfo al que les ha llevado su abogado neonazi Horst Mahler, en su día militante del grupo terrorista ultraizquierdista Fracción del Ejército Rojo, que cumplió condena por asesinato.

sábado, 26 de agosto de 2017

INTELECTUALES, CON BUSH

Por HERMANN TERTSCH
El País  Martes, 18.03.03

AMENAZA DE GUERRA | EL DEBATE INTELECTUAL

Escritores y artistas que sufrieron la represión comunista en Europa del Este apoyan la invasión de Irak

"Francia está en el Consejo de Seguridad sólo por obra y gracia de los anglosajones"

El de España es quizá un caso único, porque incluso en Francia hay voces disidentes

"Estoy a favor de la guerra en Irak", señalaba rotundo Gyorgy Konrad, el padre de las letras húngaras, célebre disidente y una de las pocas grandes autoridades morales que quedan en Hungría. Y lo argumentaba como otros muchos centroeuropeos cuyas biografías están marcadas por las tiranías, la nazi y la comunista, y que consideran fueron liberadas de ambas por la decisión de británicos y norteamericanos y en ningún caso por una Francia que consideran egoísta y que siempre los abandonó a los pies de los caballos de las dictaduras.
Los franceses perdieron todo derecho a dirigir Europa cuando en 1938, en Múnich, y en 1939 se negaron a ayudar a sus aliados. Hoy sus intentos de erigirse en líder político del continente no son más que fruto de su frustración y vocación de dinamiteros antiamericanos. En estos términos se manifestaba hace días el siempre apacible historiador, ex disidente y ex ministro de Asuntos Exteriores polaco, Bronislaw Geremek. La indignación de los intelectuales de Europa central y oriental hacia los países que han bloqueado una nueva resolución del Consejo de Seguridad, que amparara, más allá de la 1.441, una intervención en Irak tuvo su cenit cuando el presidente Jacques Chirac les dijo a los países candidatos al ingreso en la UE que "se callaran", después de que todos ellos firmaran una carta de apoyo a la política de desarme forzoso de Irak. "Francia, al fin y al cabo, está en el Consejo de Seguridad como vencedor de la guerra sólo por obra y gracia de los anglosajones".
El escritor y periodista Vetton Surroi, que fue testigo directo de las matanzas en Bosnia y su Kosovo natal y estuvo cinco años suplicando a los europeos que intervinieran militarmente para frenar a los serbios, tiene aún peor concepto del pacifismo oficial de Francia y Alemania. "Si fuera miembro de la oposición iraquí sentiría lo que sentí oyendo, sobre todo a los europeos, que no había que utilizar la fuerza contra Milosevic".
Y Adam Michnik, con el difunto Andrei Sajarov probablemente el disidente más célebre del este de Europa y hoy director del diario Gazeta Wyborzca, ha reunido a 15 ex presidentes y ex ministros europeos, en su mayoría del este de Europa, como comisión asesora del Comité de Liberación de Irak, que urge a una rápida intervención armada contra el régimen de Sadam.
En España parece no haber intelectuales que se declaren favorables a una intervención militar contra el régimen iraquí. El "No a la guerra" es el lema contundente, pleno de rotundidad y convicción, que ha tomado las calles y corean socialistas y comunistas, sindicatos, actores, escritores y pensadores. Quizás pueda haber alguno y prefiere callar, ya que ser tachado hoy de "belicista" por la masa de la ciudadanía estigmatiza y convierte incluso al dubitativo o perplejo en "aznarista", cuando no en "fascista" o "asesino" con las manos manchadas de sangre, como espetó Llamazares a la mayoría del Parlamento español.
Es el de España quizás un caso único porque incluso en Francia, donde la inmensa mayoría de la población, desde los comunistas a Le Pen y la mayoría de los intelectuales siguen al presidente Jacques Chirac en su apuesta decidida por acaudillar Europa, hay voces disidentes muy claras, como la de André Glucksmann, que se pregunta "qué hace Francia en alianza con (el presidente Vladímir) Putin, que masacra a los chechenos, y con los líderes de China, que aplasta el Tíbet y son responsables de la matanza de Tiananmen, protegiendo de hecho a Sadam Husein". Y en Alemania, donde el canciller Gerhard Schröder ganó las elecciones pasadas con un "No a la guerra" que, formulado así, suscribe casi el 90% de la población, ha surgido con fuerza la voz de Wolf Biermann, escritor y cantautor, que ha criticado con su habitual fiereza al pacifismo alemán, "que se ha olvidado que debe su liberación del régimen de Hitler y también su unidad nacional a los ejércitos aliados". "Pacifistas honestos se juntan con cuadros del SED (partido comunista de la RDA), viejos sesentaiocheros, camaradas socialdemócratas, cristianodemócratas, punkies y skinheads. Realmente se ha unido todo lo que debe estar unido en el peor de los sentidos". "La política de apaciguamiento de Schröder es peor que un error, es un crimen. Alemania y Francia están llenas de gentes que jamás perdonarán a los americanos que los liberaran".
En Europa central y oriental también hay una mayoría de la opinión pública en prácticamente todos los países que dice "No a la guerra". Pero los intelectuales más destacados que dirigieron la resistencia contra las dictaduras comunistas cuando las mayorías callaban por miedo han alzado su voz recordando cómo polacos en 1945, húngaros en 1956 y checoslovacos en 1968 sufrieron una terrible decepción por la pasividad de Occidente ante el aplastamiento de sus movimientos democráticos bajo el Ejército soviético. Y aquello, en unas condiciones muy distintas, cuando el invasor era una potencia nuclear. Como recuerdan la fatal política de no intervención de las democracias europeas en la Guerra Civil española. Por no hablar de Kosovo, donde cinco años de titubeos europeos costaron 250.000 muertos y al final todos pidieron la intervención, que tuvo que llevar a cabo Estados Unidos.
Marines estadounidenses realizan una marcha de entrenamiento en el desierto, en la frontera con Irak. REUTERS

ALGO MÁS QUE UN MAGNICIDIO

Por HERMANN TERTSCH
El País  Jueves, 13.03.03

MAGNICIDIO EN BELGRADO

¡Pobre Serbia, tantas veces condenada a la tragedia, cuando no enamorada de la misma! Muchos serbios habrán compartido ese primer pensamiento al enterarse del asesinato, a las puertas de sus oficinas, del primer ministro serbio, Zoran Djindjic, que encarnaba la gran esperanza de hacer de Serbia "un país normal", sin agorafobias y libre de los mitos y los miedos que han mantenido a sus compatriotas sumidos en el subdesarrollo y el odio. Quería liberar a Serbia del sentimiento trágico y mostrarle las ventajas de una sociedad libre en un Estado de derecho. Él era, personalmente, el vínculo más fuerte de su país con las clases políticas y las instituciones de la Europa desarrollada que tan bien conocía. Como era el mayor activo para el acercamiento de Belgrado a la misma.

Era Djindjic un líder atípico para una Serbia que, desde la muerte del caudillo Josip Broz Tito, no conocía como dirigentes más que a aparatchiks de origen campesino y finalmente a Slobodan Milosevic. Durante una cena hace años, cuentan que Slobo dijo que Djindjic no le preocupaba nada porque era demasiado culto y refinado y el serbio de fuera de Belgrado jamás le seguiría. Un filósofo que había estudiado en Belgrado y encima en Alemania, en Constanza y Francfort, allí con Jürgen Habermas, jamás recibiría el apoyo de la Serbia profunda. No fue así, y fueron cientos de miles los serbios de provincias que acudieron a Belgrado a las manifestaciones que encabezaba Djindjic y que acabaron con el régimen de Milosevic en octubre del año 2000. Y fue Djindjic, ya como jefe de Gobierno, sin consultar al entonces presidente de la República, Kostunica, aliado circunstancial antes y ya feroz enemigo, quien sacó una noche a Milosevic de la cárcel, lo metió en un avión y lo envió a La Haya. Por aquella acción, que no carecía de riesgo entonces y quizá le haya costado ahora la vida, Djindjic se merecería un busto en la entrada de la sede del recién estrenado Tribunal Penal Internacional. Era muy ambicioso, valiente y mal adversario político. Pero los enemigos que él se granjeó en los últimos años eran realmente lo peor y además multitud. La tupida red de conexiones del crimen organizado con la policía corrupta, funcionarios de empresas públicas amenazados por la reforma, leales a Milosevic, sicarios del fascista Vojislav Seselj -hoy también en La Haya-, otros criminales de guerra que temen su extradición, con Ratko Mladic a la cabeza, hace difícil identificar a unos solos autores e instigadores. El legado envenenado del régimen criminal y cleptócrata de Milosevic ha acabado con la vida de Djindjic. Sólo cabe esperar que no acabe con las aspiraciones democratizadoras que encarnaba. Porque no debe caber duda de que ésa es la intención de los asesinos.

EL MUNDO QUE YA NO ES

Por HERMANN TERTSCH
El País  Sábado, 08.03.03

AMENAZA DE GUERRA | LOS MIEMBROS NO PERMANENTES DE LA ONU

Sin novedad ayer en Nueva York. Posiciones conocidas e informes que nada han de cambiar las mismas. Ahora todo se reduce ya a un procedimiento tan simple como trágico. El Consejo de Seguridad llega a un acuerdo para permitir a Estados Unidos tener cobertura internacional para su intervención, o Washington la hará con aquellos países dispuestos, miembros o no. Los diversos vetos con que se amenaza tendrán el único efecto de dinamitar a dicho consejo y no ahorrarán ni una muerte en la intervención, y dejarán a Francia, a Rusia y a China más irrelevantes de lo que son hoy ante las grandes decisiones. Puede que algún día dejen de serlo, pero en la actualidad todos ellos sólo tienen el dilema entre romperse una mano o los dos pies. Washington ha recurrido a ese derecho a la autodefensa que tantos de sus ciudadanos utilizaron durante su historia para saldar cuentas sin estar en peligro alguno. Pero la percepción del riesgo es el miedo, y ése es libre, puede fomentarse y agitarse, incluso simularse, y todos saben que los fines de esta guerra van mucho más allá de los objetivos planteados, por cierto, en continua variación.
La paz sería gratis si una de las partes, Irak, no quisiera pelear. Tendría muchos motivos de peso para no hacerlo. Su lucha no tiene ninguna posibilidad de ofrecer la mínima resistencia a la maquinaria militar norteamericana. Y, sin embargo, la actitud de Irak sigue siendo hoy en el fondo tan desafiante como la que pudiera adoptar un adversario convencido de que puede infligir suficiente daño al enemigo como para hacerle pagar cara su intervención. Sin haber comenzado la guerra, su éxito ya es muy considerable. Ha hecho saltar por los aires todos los foros de cooperación internacional surgidos tras la II Guerra Mundial y, con la táctica de darles a los inspectores un día un par de tuercas y al otro parte de un motor de misil o un bidón donde dicen pudo haber ántrax, que por supuesto Sadam Husein habría decidido destruir después de pasar toda su existencia gastando ingentes cantidades de dinero y esfuerzos para conseguir estos venenos y portadores para los mismos, ha logrado convencer a todos los biempensantes de este mundo de que tras 12 años de mentira, justo ahora será posible convencer al sátrapa de que debe adoptar actitudes propias de un concejal social-liberal de Basilea.

Entre los dirigentes norteamericanos, con su política de arrogancia obscena, continuas cabriolas erráticas y falta de profesionalidad, y los europeos, con su desunión, su hipocresía, su impotencia y permanente actitud de repelente niño Vicente, nos han sumido en la crisis de seguridad más grave desde el final de la II Guerra Mundial. En eso estamos. Ya sólo una rápida intervención militar y un razonable escenario de posguerra pueden salvarnos. Lo primero pueden hacerlo solos los norteamericanos. Lo segundo no. Por eso es imprescindible que los adversarios de ayer se salven mutuamente la cara. Porque si no, acabarán por rompérnosla a todos a medio plazo en ese mundo que no han inventado, pero que ya no será el mundo en el que nacimos las generaciones vivas.

EL ÉXITO DE LA MEMORIA

Por HERMANN TERTSCH
El País  Lunes, 03.03.03

ANÁLISIS

Cuando un hombre de lo que puede llamarse la Andalucía profunda escribe un libro precisa y necesariamente profundo, y bello, sobre un misterio y una tragedia que abarca un inmenso territorio, tanto geográfico como cultural y espiritual, que va desde Baena o, más allá, desde Conil o Lisboa hasta Lemberg o Lvov, San Petersburgo hoy otra vez, o incluso las riquezas y miserias de la remota Baku, sus pogromos y horrores, uno puede sentirse orgulloso, por leerlo y entenderlo. Eso es Sefarad, el libro de Antonio Muñoz Molina que ahora reciben admirados los lectores de otros países, y muy especialmente Francia.
En España se han roto muchos diques del olvido. Y ni las grotescas falsedades nacionalistas ni las obscenas ocultaciones de las diversas cavernas pueden ocultar que los españoles hoy tienen mucho más coraje -y posibilidades- para enfrentarse a esa amnesia que nos quería mantener permanentemente en ese fláccido olvido que impide la mirada enhiesta hacia delante por negársela hacia atrás. Por eso las palabras de un brillante escritor y joven académico de la lengua, Antonio Muñoz Molina, cunden tanto y ya se ven con aprecio en países tan escépticos respecto a nuestra capacidad de memoria como Francia.
Esa sensibilidad que nos fue negada, cuando no prohibida, durante tantos años, como es la compasión ante la tragedia que supone para la humanidad el desprecio, la marginación y, finalmente, la liquidación de gentes de credo o etnia distinta a la mayoritaria, es una calidad de dignidad. Si además es expresada con majestuosidad literaria, humildad personal y lucidez histórica, como sucede en Sefarad, se produce un doble efecto, porque dignifica tanto nuestra literatura como nuestra salida de las simas culturales de la intolerancia, el odio y la incultura.
España fue la cuna del antisemitismo político, la crueldad y miseria moral por antonomasia. Aquí comenzamos ese horror cultural que nos arrebató mucho de lo mejor de nosotros mismos. Por eso tiene especial significación ese gran libro que es Sefarad y su enorme éxito en España, pero también fuera, como demuestran las entusiastas críticas en Francia en Le Monde y Libération ahora que ha salido su traducción francesa.

Sefarad es un libro inspirado en lo que la mítica Sefarad fue para tantos cristianos, judíos, musulmanes y grandes librepensadores cuando este último término no se conocía. Y es un gran ejercicio de lo que podría o debiera llamarse la memoria ética, aquello que comunica a Maimónides con Primo Levi, con el premio Nobel Imre Kertesz o con este Günther Grass que ha tenido la suerte y el lujo de envejecer en la sabiduría, aunque a veces malhumorada. Muñoz Molina está con ellos creando esa continuidad magnífica europea y mediterránea que combina piedad con dignidad, entereza y memoria. Tantos huyeron y murieron, desde aquel gran español Espinoza que escapó hacia los Países Bajos hasta Jean Amery, también allí al final, u otras víctimas anónimas, millones, que sufrieron bajo aquel síndrome siniestro y oscurantista que nosotros inauguramos liquidando Sefarad, que la aportación de Muñoz Molina no sólo es muy buena literatura. Es además un acto de justicia.

FATAL RECAMBIO

Por HERMANN TERTSCH
El País  Sábado, 01.03.03

COLUMNA

Nada educa tanto como equivocarse mucho. Hace apenas ocho meses escribíamos aquí que "no todo son malas noticias. A algunos se les nota tanto el solipsismo megalómano que logran generar muy sanas gratificaciones cuando fracasan en sus empeños. Caso destacado ha sido esta semana el presidente del partido ODS de la República Checa, Václav Klaus, que ha perdido probablemente su última oportunidad de asumir la jefatura del Gobierno y ejercer -es cuestión de carácter- como Rey Sol en Praga".
Craso error y pronóstico erróneo. Desde ayer, Václav Klaus es más que eso, es jefe del Estado y releva en el cargo a uno de los hombres más dignos, intelectualmente más honestos y políticamente más veraces que ha tenido Europa en muchísimos años. Pero además, su peor enemigo. Esto ya define a Klaus como político y persona. Es la perfecta antítesis de ese hombre bueno, dramaturgo reflexivo y humanista que, con los pulmones destrozados por el humo, se retira sus últimos años a una vida tranquila con Dagmar, su mujer, quizás a Lanzarote.

Klaus es todo lo que Havel desprecia. Tiene pose de Margaret Thatcher con bigote cano, obsesión en favor de un liberalismo primario y mucho desprecio hacia la Europa unida en la que la República Checa entrará en enero. Su elección puede acabar con este Gobierno en Praga y muy pronto ser un perfecto incordio más a sumar a la larga lista que los europeos sufrimos. El castillo de Praga, el Hradsin, apenas desalojado por un gran estadista poeta, es ocupado por un mercantilista implacable e iracundo. Malos tiempos para la lírica sobre el río Vltava.

MISIÓN IMPOSIBLE

Por HERMANN TERTSCH
El País  Miércoles, 26.02.03

COLUMNA

Eran muchos los embajadores árabes en la casa -llámenla embajada si quieren- de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Madrid hace unos días. Habían acudido para dar la bienvenida en una magnífica cena, repetida, al embajador del Reino de Marruecos, Mohamed Baraka, al que todos aprecian como persona pese a que casi todos desconfían de su régimen. No es el único que carece de la confianza de quienes se dicen sus amigos. Sirios e iraquíes, libaneses y árabes saudíes, por no hablar de palestinos hospitalarios pero vapuleados, ven más peligro y traición entre ellos que en todo el mundo exterior.
Una reunión de representantes de países árabes es siempre una gran ceremonia de la desconfianza, por mucha sonrisa que prolifere. Se temen y se odian, los rencores son profundos como los barrancos del Rif -es curioso cómo gente tan poco distinta se antoja a sí misma tan diversa y enfrentada-, y eso no hay doble beso protocolario, sonrisa amigable ni halago cortés que lo remedie. Ni entre diplomáticos.
Una decena de embajadores de países de cultura islámica y alguna decena más de diplomáticos y observadores políticos cenando juntos en Madrid, sabiéndose en el umbral de una guerra que todos saben que no evitarán tontos bien o malintencionados, gente buena, pacifistas convencidos y algún racionalista que teme con mucha razón las acciones de iluminados protestantes con demasiadas armas y hartazgo de poder.
Pero ni escudos humanos, socialdemócratas alemanes, manifestantes diversos, ni los mayores apologetas que a Jacques Chirac le han salido en la izquierda sempiterna -tiene gracia, diría Mitterrand- van a evitar la intervención militar. La realidad es muy terca y lo que no puede ser es además imposible. Habrá intervención militar y cada cual tiene que hacer, con urgencia, sus apuestas.
El presidente del Gobierno español, José María Aznar, la ha hecho y nada indica que le vaya a salir bien. El jefe de la oposición, Rodríguez Zapatero, no lo tiene mejor por mucho que se vea hoy meciéndose en manifestaciones. Es posible que la política callejera de los socialistas no acabe cundiendo lo que algunos piensan. También lo es que la apuesta a una sola carta de Aznar acabe fumigando a sus sucesores potenciales. En todo caso, creerse capaz de funambulismos en Oriente Próximo es harto arriesgado. Si Aznar se cree realmente capaz de encauzar un proceso de paz en Palestina con el Gobierno israelí que Ariel Sharon nos presenta ahora es que realmente ha perdido la noción de la realidad.

Los siempre sonrientes comensales árabes en la cena del norte de Madrid coincidían probablemente sólo en un cosa, y es que las ofensivas en Gaza de los pasados días son sólo un aperitivo de la gran mordida que un nuevo Gobierno de Sharon prepara en Gaza y Cisjordania, aprovechando lo que podría llamarse el despiste internacional cuando los norteamericanos y sus pocos aliados entren en Irak. Hay quien piensa que Washington no permitirá a Israel proclamar a las bravas la anexión de estos territorios. Hay quien no está tan seguro al respecto. Hay quien está convencido de que lo hará. En todo caso, lo evidente es que ni hay posibilidad de presentar un plan creíble de paz en Palestina hoy ni lo habrá hasta que el gran proyecto de reordenación de Oriente Próximo que se ha fraguado en Washington tenga éxito o fracase estrepitosamente. Todo son apuestas. Muy duras. Muy fuertes. Muy dramáticas. Pero los planes para una continuidad política estable a partir de un desenlace absolutamente incierto no son más que quimeras. Lastimosas unas. Obscenas las otras por el peso de la sangre derramada antes y después de la aventura.

LA REBELIÓN DE LA NUEVA EUROPA

Por HERMANN TERTSCH
El País  Domingo, 23.02.03

REPORTAJE: AMENAZA DE GUERRA | LA BRECHA TRANSATLÁNTICA

Los países del Este que aspiran a ingresar en la UE apoyan a EE UU, al que miran como un modelo de libertad y democracia

Polonia va a recibir más de 16.000 millones de euros en dos años de los fondos de la Unión Europea después de su ingreso en enero próximo. La mayor parte de este dinero procede de Alemania. Gracias a esta generosa aportación, Varsovia va a comprar 48 aviones de combate por 3.800 millones de euros. Y no los va a comprar en Europa, sino en Estados Unidos. Este comentario inicial de un artículo del semanario Der Spiegel refleja bien el enorme malestar que ha generado en Berlín y París la revuelta de los países centroeuropeos que ingresan en la UE el año próximo, así como otros candidatos a favor de la postura norteamericana en la crisis de Irak.
Berlín, máximo valedor de Polonia, República Checa y Hungría para su ingreso en la UE, se siente sencillamente traicionada por lo que muchos califican no ya la "nueva Europa" de la que habló el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, sino los nuevos "submarinos" de Washington contra la unificación europea en política exterior y de seguridad. París tampoco oculta su indignación. Según el presidente Jacques Chirac, los Estados candidatos al ingreso "perdieron una excelente oportunidad de callarse" cuando suscribieron una carta de apoyo a la política norteamericana.
En las dos capitales de la "vieja Europa", como calificó despectivamente el halcón del Pentágono a Francia y Alemania, ha levantado ampollas el hecho de que, aun antes de ingresar oficialmente en la UE, estos Estados estén, según señalan fuentes diplomáticas, dinamitando una postura común europea y haciendo el juego a una Administración norteamericana que, aunque lo niegue, no pierde ocasión de sabotear posibles avances en la creación de una Europa realmente unida de 25 Estados que en un futuro pueda suponer un rival a tomar en serio y cuestionar el monólogo actual en el gran juego internacional del poder económico y militar, y el control de los mercados.
Son muchas las causas de la especial afinidad de estos países con Washington. Todos consideran que deben su democracia ante todo a la Administración de Ronald Reagan, que echó el pulso con la Unión Soviética que supuso el hundimiento de ésta. Todas sus sociedades tienen una visión idealizada de Estados Unidos todavía no sometida al desgaste de unas largas relaciones y conocimiento, como sucede en la llamada Europa vieja. Y a los viejos miedos a una hegemonía alemana y a una antipatía a Francia por sus largos coqueteos con la Unión Soviética durante toda la guerra fría, se une una comprensible irritación por los intentos de Chirac, favorecido por la debilidad crónica interna y externa del Gobierno Schröder, de erigir al eje franco-alemán, o a París para ser más exactos, en gran timonel de las voluntades europeas.
Cuando hace un mes Chirac y Schröder se lanzaron en Versalles a su propia política unilateralista en el seno de la UE ante la crisis de Irak, no fue difícil convencer a los países ex comunistas de adherirse a la iniciativa de Tony Blair y José María Aznar de vocación atlantista incondicional ni a una nueva proclamación claramente crítica con los dos grandes países de la UE. El papel de Washington en dichas iniciativas no lo discute nadie y todos saben, en Bruselas, París y Berlín, la gran capacidad que tiene EE UU en Varsovia, Praga o Budapest para mover, cambiar y gestionar voluntades.

Así las cosas, y a meses de la ampliación, surgen graves dudas en Bruselas, Berlín y París sobre el concepto de la UE que traen consigo los nuevos miembros. Para algunos países como Italia y España, pueden ser, como en la actual crisis, un apoyo inestimable en hacer frente a las renovadas ambiciones de un Chirac que, sin oposición interna, parece querer erigirse en el Rey de Europa, aunque eso le cueste la liquidación del Consejo de Seguridad y así, también, del único papel realmente relevante de Francia en el concierto internacional. Otros, sin embargo, creen, especialmente en París y Berlín, que si los nuevos miembros no cambian su beata admiración hacia EE UU por una vocación plenamente europeísta en lo político y no meramente economicista, la Unión Europea podría comenzar a enterrar su sueño como potencia unitaria. En Washington no son pocos los que se alegrarían.

ENCRUCIJADAS DE DISCORDIA

Por HERMANN TERTSCH
El País  Martes, 18.02.03

AMENAZA DE GUERRA | EL PAPEL DE LA OTAN

No se encuentran por patios propios gentes que te vomitan un "¡Viva la guerra!". Millán Astray ya no existe en España, por mucho que algunos columnistas intenten desenterrarlo y muchos entusiastas en jugar a la política-emoción lo añoren para escribir sus piececillas del lunes. El mundo se ha complicado en 10 meses como no lo había hecho en 10 años. La discordia se ha disparado y las alianzas y consensos políticos se disuelven como azucarillos. La Unión Europea, la OTAN, la alianza cultural transatlántica y la comunidad internacional en el Consejo de Seguridad se han convertido en perfectos objetos del ridículo para el ciudadano medio demócrata. Por no hablar de quienes en la democracia siempre vieron un sistema miserablemente débil e incapaz. Pero entre Sadam, los born again (neonacidos) y religiosos implacables de la generación de los pecadores redimidos de la nueva derecha norteamericana, aquellos que quieren que sufras por tus pecados sin conocerlos, estamos creando un grupo tan equiparable a los fundamentalistas islámicos en EE UU como el equipo A de los bienaventurados europeos que sin inversión alguna pueden levitar sobre excesos y pecados ajenos.
Tenemos una megapotencia que tiene perfecta certeza de por dónde equivocarse por su fuerza incalculable de enmendar y unos Estados europeos tullidos que no alcanzan a saber por dónde son más impotentes y dónde han de gritar o postrarse para no desaparecer del mapa de las naciones vivas. Tenemos unos países árabes paralizados por su propia miseria intelectual y su impotencia política y económica, con leyes y normas que imponen la falta de expectativas y la resignación como máximas de vida. Son entes que dan pena porque sólo producen conmiseración y pasión a sus ciudadanos o súbditos. Y tenemos otros, muchos, multitudinarios, asiáticos, que se debaten entre ser sargento patatero o asesino capital, Estados llenos de fuerza juvenil y anciana cobardía ante los retos de una globalización y competencia que los sorprende tan poco preparados como dispuestos a los cambios imprescindibles para los retos de la modernidad.
Las manifestaciones en todo el mundo, especialmente en los países que apoyan la política de la Administración de Bush, han sufrido las proclamaciones contra el poder legítimo más humillantes de su historia. Jamás tanta gente les dijo que no a algo a quienes habían votado mayoritariamente poco antes. La Unión Europea y la Alianza Atlántica, la unión de los dos continentes de visión y emoción democrática y abierta, los lazos con aliados lejanos tendidos hace más de medio siglo, se disuelven también en un frenesí de comentarios procaces e irresponsables y una proclamación de intereses propios contrarios a los antes compartidos que dinamitan toda cooperación.
Impertinentes que defendieron dictaduras implacables hoy salen a la calle, muy coquetos, a protestar menos contra otras terribles satrapías que contra la arrogancia impenitente de tontos que hablan de su causa divina con la misma certeza que quienes osan matarnos por causas asimismo religiosas en su constante identificación del mal absoluto con el adversario.

No hubo ni una frase contra Sadam Husein en las millones de bocas que pasearon sus lemas el sábado por el mundo con sus pancartas preñadas de caridad. Pero todos están tan seguros de su verdad, a la que da miedo llevarle la contraria, porque nos hunde a todos en la sima del fascismo y la intolerancia. Sadam Husein, Fidel Castro, Mugabe o ETA, todos son gentes a proteger del gran imbécil que tan mal defiende sus fines. Los enemigos absolutos son democracias, torpes o más torpes, pero reflejo al final de una voluntad popular serena, que busca su apuesta frente a los mayores retos que la sociedad libre ha tenido desde el nazismo. Los demócratas, tan cómodamente asentados en nuestra vida civil, podríamos tener un mal despertar de nuestro entusiasmo autodestructor. Es probable que nos lo hubiéramos merecido.

PACIFISMO Y AGRESIÓN

Por HERMANN TERTSCH
El País  Viernes, 07.02.03

AMENAZA DE GUERRA | EL DESPLIEGUE MILITAR

Nadie discutirá el hecho de que la Administración del presidente George Bush no ha generado precisamente facilidades a los gobiernos de sus aliados que comparten o comprenden la necesidad de una intervención militar en Irak. Desde hace cerca de un año la retórica del presidente Bush y sus colaboradores más allegados parece directamente diseñada para provocar el rechazo de las opiniones públicas a sus planes. Han sido tan celosos y eficaces en ello que ahora el griterío antiamericano amenaza con impedir todo debate racional sobre la situación en la que se encuentra el mundo en esta primera grave crisis del milenio cuyas consecuencias serán, eso ya está claro, dramáticas y profundas. Incluso si no hubiera intervención, que la habrá con práctica seguridad. Quién no lleva ya pegatina de "No a la guerra" es un peligroso fascista que bebe petróleo y no piensa más que en matar niños iraquíes. En España, como siempre, el entusiasmo anticartesiano es especialmente virulento. Como en Alemania. También en ese sentido somos los "prusianos del Mediterráneo".
La intención de Washington de intervenir en Irak para desarmar a Sadam Husein, lo que equivale en la práctica a acabar con su régimen es, sin duda, inmensamente controvertida. Primero porque la megapotencia mundial se muestra, por primera vez desde el fin de la bipolaridad, decidido a actuar como lo que es, defendiendo lo que considera sus intereses y sin importarle que puedan estar en conflicto con los de otros países, aliados incluidos. Sin duda su política es unilateral, tiene una componente religiosa-mesiánica que da mucho miedo y rebosa desprecio hacia los débiles que, en el mundo de hoy, son todos menos ella. Los exabruptos hacia los supuestos tímidos de carácter y faltos de espíritu se suceden. El insulto del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, al nombrar a Alemania con Cuba y Libia como los únicos que realmente se oponen a su política es tan sólo el último, aunque con la especial vileza de la que hace gala este personaje.
Sin embargo, no deja de ser gracioso ver como quienes descalifican a Bush y a los norteamericanos en general de ser muy simples, hacen gala de unánime simpleza, adoptan la misma actitud de superioridad moral de cualquier comunidad metodista de la América profunda y se niegan a entender nada. Porque se puede discutir por qué Washington ha marcado a Irak como prioridad y amenaza más inminente y no a Corea del Norte que tiene armamento nuclear. Lo que difícilmente puede negarse es que Sadam Husein ha tenido y tiene armamento químico y biológico y que la debilidad de la comunidad internacional al permitir a Irak pasarse 12 años violando la obligación de desarmarse ha tenido efectos desastrosos e incitado a otros países, véase Corea del Norte, a conseguir armas con las que intimidar y chantajear a otros.

Por supuesto, es cierto que Washington no piensa sólo en esas armas. También tiene intención de reordenar en su interés toda la región de Oriente Medio, donde enemigos y antiguos aliados comienzan a ser difícilmente distinguibles entre sí, donde está la mayor parte del petróleo mundial y donde las sociedades fracasadas ante la modernidad suponen cada vez un campo más fértil para amenazas contra las sociedades abiertas. Bush y su gente están convencidos de que pueden hacerlo, que es el momento y que no utilizarlo supondría una terrible dejación de los deberes de defender la seguridad y el bienestar de su nación. Otros somos más escépticos. Y muchos creen que la intervención puede incendiar toda la región y generar muchas más amenazas que las actualmente insistentes. Los riesgos son inmensos, tanto en actuar como en no hacerlo. Se puede estar a favor o en contra y expresarlo, pero conviene que se intente comprender al otro siempre, quizás con más razón si es quien determina lo que habrá de suceder. Si no, el pacifismo se convierte en agresión contra quienes creen, con la misma buena fe, que a los asesinos hay que pararles los pies con algo más que manifestaciones o "inspecciones mientras haga falta". Como recordaba el rabino de Berlín hace unos días, "los campos de concentración no los liberaron manifestantes". Menos aún los pacifistas que pedían en Londres en 1939 "No a la guerra" con Alemania.

LA EMANCIPACIÓN DE ALEMANIA

Por HERMANN TERTSCH
El País  Domingo, 02.02.03

REPORTAJE: ¿QUÉ OCULTA SADAM?

Las burlas de Rumsfeld ilustran el desprecio de gran parte de la Administración de EE UU hacia Francia y Alemania por sus críticas a la guerra

"Queremos el desarme de Sadam Husein", asegura el canciller Schröder, "pero tenemos que lograrlo por métodos diplomáticos"

Quien está tan profundamente hundido en un hoyo no debería seguir escarbando". Risas generalizadas en la conferencia de prensa en Washington. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, acababa de hacer su enésimo chiste sobre Alemania. Controlada la hilaridad del público, Rumsfeld añadió sonriente, con ojos pícaros y buscando fáciles complicidades del público: "Sé que no debería haber dicho esto". Más risas. Rumsfeld tiene acostumbrados a los alemanes a sus exabruptos desde hace meses. Por eso, su descalificación de la proclamación de Francia y Alemania en contra de una intervención militar en Irak, más que sorprender, irritó en extremo por ser una suprema constatación no sólo del desprecio que gran parte de la Administración norteamericana siente y expresa hacia los dos mayores países de la Unión Europea y hacia cualquier manifestación de disenso político.
También porque el comentario sobre Francia y Alemania como la Europa vieja en contraposición a la nueva y oriental fue inmediatamente interpretada como un caramelo envenenado para los candidatos a un próximo ingreso en la UE, especialmente Polonia, la República Checa y Hungría. El pasado jueves se demostraba que la estrategia norteamericana de aislar a la díscola vieja Europa franco-alemana ya había cosechado sus frutos. Los tres países candidatos se unían al Reino Unido, España, Italia, Portugal y Dinamarca para expresar, en una carta de sus jefes de Gobierno, su pleno apoyo a la política de la Administración norteamericana y provocaban así una grave fisura en la UE, cuyas ambiciones de lograr una sola voz en política internacional quedaban ya no en evidencia, sino rayanas al ridículo. Con amargura denunciaba un locutor de la televisión alemana NTV que "esos tres países, los polacos, los checos y los húngaros, que nos deben a los alemanes su ingreso en la UE, ahora se posicionan abiertamente contra la postura alemana".

Ingratitud sangrante
Muchos alemanes han interpretado esta iniciativa, a la que tan sugerentemente invitaba Rumsfeld, como una demostración de ingratitud sangrante, cuando no de abierta traición. Incluso los democristianos de la CDU y la CSU criticaron en su día a Rumsfeld, pese a su firme oposición a la postura de Schröder contra la guerra. La opinión pública alemana entendió, tras conocer la carta del pasado jueves, a qué se refería The New York Times la semana anterior al informar de que la Administración norteamericana preparaba una operación para marginar y denunciar a los Estados críticos con su política.
La crisis de Irak, o la forma de afrontarla por parte de EE UU no sólo ha causado daños quizá irreversibles a las relaciones transatlánticas que durante más de medio siglo han sido la garantía de la seguridad común bajo el paraguas de la OTAN, sino que amenaza con dinamitar las bases de confianza entre los miembros de la UE y su proyecto de política exterior y de seguridad común. Pase lo que pase el miércoles en el Consejo de Seguridad de la ONU, convocado por EE UU para estudiar pruebas de la culpabilidad de Irak y forzar una decisión urgente, los últimos meses han cambiado profundamente la relación entre los aliados en la OTAN. Es probable que Francia no utilice su derecho de veto si se llega a un acuerdo para una nueva resolución, incluso que vote a favor si logra negociar un texto con el que salvar la cara y no verse marginada en el nuevo orden a surgir en Oriente Próximo tras la caída de Sadam.
Alemania se sabe en situación más difícil. Su canciller se ha comprometido a hacer frente a una política de presiones y hechos consumados por parte de Washington. "Nos lleva a una lógica de la guerra a la que nos oponemos", reiteró el jueves. "Queremos el desarme de Sadam, pero tenemos que lograrlo por medios diplomáticos", dijo en la campaña electoral en Hesse, arrancando al público un aplauso ensordecedor. "El eje de los cobardes", llamaba New York Post a Francia y Alemania después de la insistencia de Schröder y Chirac de agotar los medios pacíficos y frenar lo que el propio general norteamericano Schwarzkopf, jefe de las tropas aliadas en la primera guerra del Golfo, ha calificado de "ansiedad por la guerra" de Rumsfeld.
El socio menor de los socialdemócratas en el Gobierno de Berlín, el partido de los Verdes, cuyo líder, Joschka Fischer, ha intentado salvar en lo posible unas relaciones germano-norteamericanas que considera imprescindibles, también parece haberse resignado a que EE UU haga imposible cualquier diálogo en términos de igualdad y respeto mutuo. El 13 de enero, los Verdes, que habían aceptado la intervención en Kosovo como mal menor, se declararon radicalmente contrarios a toda intervención militar en Irak.
La retórica norteamericana sobre el eje del mal y el con nosotros o contra nosotros y las continuas alusiones al compromiso divino y redentor de una campaña en la que el semanario Der Spiegel no ve más que Blut für Öl (sangre por petróleo) ha generado en la sociedad alemana una hostilidad hacia los planes de Washington que son hoy irreversibles. Como dice Alice Schwarzer, la gran dama del feminismo alemán, "el tono que usan es revelador. Esta potencia mundial ya no está acostumbrada a que se la contradiga. Estoy orgullosa del canciller. Es hoy líder de un intento en Europa de no olvidar del todo el derecho internacional y los derechos humanos".
Alemania puede finalmente quedarse sola, tras lo que muchos consideran deserción de sus vecinos orientales y un posible quiebro en la postura francesa. Sumida en una crisis económica grave y esperando reveses electorales Schröder sabe que en su postura de emancipación frente a EE UU tiene a una sociedad muy compacta guardándole las espaldas.

AUGSTEIN VENCE DESPUÉS DE MUERTO

RUDOLF AUGSTEIN, el legendario fundador y editor del semanario Der Spiegel, muerto hace unas semanas, no ha llegado a ver cumplirse lo que durante décadas exigía a los Gobiernos alemanes y a sus compatriotas, que no era sino el levantamiento contra el dictado de Washington en el que, según él, se había transformado la llamada solidaridad transatlántica. Augstein era menos un europeísta que un alemán convencido desde hace mucho tiempo de que Europa sólo podría construirse con una decidida voluntad de emancipación frente a Washington. La declaración franco-alemana del 22 de enero pasado en Versalles, con la solemne proclamación de Gerhard Schröder y Jacques Chirac de rechazo abierto a la intervención militar en Irak, le habría llenado de gozo. Los aplausos entusiastas de los jóvenes franceses y alemanes que fueron testigos directos le habrían conmovido.
La historia propia, los errores y crímenes cometidos en su nombre en el pasado no obligan a la obediencia ciega hacia vencedores y después aliados, sino al permanente ejercicio de la conciencia crítica. Y desde luego, a un firme rechazo a todo entusiasmo militarista, conquistador y redentor como el que llevó al pueblo alemán a la miseria en el pasado siglo. Las tesis de Augstein arrasan hoy día en Alemania. Las nuevas generaciones que no vivieron, no ya la era nazi, la guerra y la derrota, sino tampoco el Plan Marshall y el bloqueo de Berlín y apenas las postrimerías de la guerra fría, no sienten complejo histórico alguno que les inhiba en sus críticas a la política de la Administración de Bush.
"En una guerra de la familia Bush contra Irak no puede derramarse una gota de sangre alemana", escribía Georg Lorenz en el semanario de Augstein. Desde hace semanas, casi un inamovible 80% de los alemanes se manifiesta contraria a cualquier implicación en la guerra. En este sentido, el enfrentamiento entre Berlín y Washington refleja perfectamente las profundas diferencias entre dos opiniones públicas que cada día son más extrañas.

Jacques Chirac (izquierda) y Gerhard Schröder, el pasado 22 de enero en el castillo de Versalles. AP

EL ABISMO ATLÁNTICO

Por HERMANN TERTSCH
El País  Jueves, 30.01.03

COLUMNA

Nadie debe esperar que el presidente norteamericano, George Bush; el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, o Condoleeza Rice, asesora nacional de Seguridad, se conmuevan con las opiniones de Jürgen Habermas, el filósofo hirsuto Peter Sloterdijk o el pensador y escritor ex sesentaiochista André Glücksmann. Ninguno de los tres miembros de la Administración norteamericana sabe quiénes son estos intelectuales europeos. Ni tienen el menor interés por conocerlos. Sus opiniones no cuentan en la toma de decisiones de Washington. Es lógico. Lo malo no es que todos estos intelectuales de la "Europa vieja" a la que aludió Rumsfeld no tengan voto. Lo malo es que EE UU y Europa hayan llegado a un punto de incomprensión mutua que parece no tener retorno. No pensamos ni sentimos lo mismo, respecto a la pena de muerte o las amenazas medioambientales, respecto a la defensa del débil ante el darwinismo económico ni ante el papel que la emoción religiosa ha de jugar en la cultura política. Tiempo hace desde que nuestra alianza de valores y principios se basa sólo en malentendidos o ambigüedades. Hay que remontarse a 1975, al Acta de Helsinki, para encontrar el último momento en que esta unión transatlántica habló, con sinceridad, con una sola voz.

Ninguno de los intelectuales franceses y alemanes que aquí firman es un cavernícola antiamericano lastrado de prejuicios ideológicos primitivos caricaturizables. Es gente genuinamente preocupada. Ninguno es agente ni propagandista de un régimen canalla como el de Sadam Husein. Y todos piensan mucho más allá de Irak. Porque cuando el régimen del sátrapa mesopotámico haya desaparecido, Europa y los EE UU habrán de ver si vuelven al régimen de dependencia del siglo pasado o entran en una fase de rivalidad en el mundo globalizado que expondrá mejor sus intereses y valores distintos, muchas veces enfrentados. Esta guerra que va a comenzar abre una nueva fase en la civilización humana, como la Revolución Francesa y americana y como la Primera Guerra Mundial. Los que aquí expresan sus angustias, pesares y esperanzas son en su mayoría atlantistas que lloran por una América perdida en un absolutismo ideológico del que huían en el siglo XVI los fundadores de esa gran nación. Cruzaron el gran océano para alejarse de unas ideas que Europa repudió más tarde y que ellos están refundando, en contra de todas las recomendaciones de los fundadores de aquella gran democracia. Bush supo el martes conmover a su pueblo. Asustó a los demás. Lo seguirán casi todos. Pero el Atlántico se convierte definitivamente en abismo.

viernes, 4 de agosto de 2017

ADIÓS A LA ALIANZA QUE FUE

Por HERMANN TERTSCH
El País  Viernes, 24.01.03

PREPARANDO LA COALICIÓN | EL CONFLICTO DE IRAK

El canciller federal alemán ya se lo había comunicado a Tony Blair y a Jacques Chirac hace días. El ministro alemán de Exteriores, Joschka Fischer, se lo anunció a Colin Powell. Lo que algunos calificaron en su día de retórica electoral de Gerhard Schröder ("Ni participaremos ni aprobaremos nunca una guerra contra Irak") es desde esta semana no ya la postura de un Gobierno socialdemócrata alemán en apuros, sino la política oficial, solemnemente anunciada, de Francia y Alemania, los dos países más grandes y poderosos de la Unión Europea. Ambos exigen una nueva resolución del Consejo de Seguridad para cualquier intervención militar, ambos están ahora en el mismo y ambos anuncian votar en contra. Además, Francia cuenta con su derecho a veto como miembro permanente. Casi simultáneamente, sus representantes en la OTAN, acompañados por delegados de aliados menores, hacían añicos en Bruselas la agenda norteamericana para la demanda de ayuda de la Alianza Atlántica en la guerra.
Nunca se había llegado tan lejos, y todo indica que, igual que los preparativos y planes norteamericanos podrían haber superado ya el estado que impide la vuelta atrás -nadie puede ya, en su sano juicio, desear que dentro de un año Sadam Husein siga en el poder y entonces sí como un gran Saladino-, la Alianza trasatlántica como tal podría haber entrado ya en agonía irreversible. Los comentarios del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, descalificando a Alemania y Francia como la "vieja Europa", más o menos irrelevante y caduca frente a la parte joven del continente, sólidamente partidaria de esta Administración norteamericana y sus métodos que adivina en Polonia y otros países del Este, son un insulto menor. Peores son las amenazas surgidas ayer de su entorno que amenazan a Alemania, Francia, Rusia y a todo el que no participe en la guerra con quedar marginados de beneficios e influencia en la región en la fase de reconstrucción y acceso al crudo.
No es la primera vez que surgen de Washington amenazas tan obscenas sobre la repartición del supuesto botín de guerra. Ni la primera vez que se intriga ante los candidatos a la integración contra la Unión Europea. Pero es un paso más en la ruptura total de formas que Washington adopta con sus aliados. Si nuestra comunidad de valores transatlántica se debilita, nuestra comunidad de formas parece haberse diluido.

Mucho daño ya está hecho. Otros podrían quizás limitarse aún si en Washington fueran capaces de ejercer la paciencia de la que presumía Bush hace meses, si se pudiera desterrar un cierto estilo en esa Administración que irrita más con la palabra que con hechos al cuerpo electoral europeo. Pero es difícil ser optimista. Porque, por desgracia, estos caracteres sencillos que ayer acusaban en el Congreso de los Diputados a Bush de actuar "sólo por petróleo" se equivocan. Es petróleo, pero mucho más ideología y grandes dosis de presbiterianismo militante y militar. En ocasiones letales.

jueves, 3 de agosto de 2017

EL ADIÓS DEL SABIO DEL CASTILLO

Por HERMANN TERTSCH
El País  Lunes, 13.01.03

REPORTAJE

El Parlamento checo se reúne el miércoles para elegir al sustituto del presidente Václav Havel

Su pequeño grupo de disidentes luchó contra la dictadura en una profunda soledad

Ha fijado baremos insospechados para medir al estadista con vocación de servicio

Cuando el próximo miércoles se reúnan las dos cámaras del Parlamento checo para elegir al nuevo presidente de la República, lo harán conscientes de que están abocadas a una tarea imposible. Gane quien gane -no hay un claro favorito y es previsible que se requieran varias votaciones-, está claro que han de buscar sustituto para quien en realidad no lo tiene. Václav Havel tendrá un sucesor, pero nunca nadie que pueda ocupar su puesto allá arriba en el Hrad, en la milenaria fortaleza de Praga que se eleva sobre el río Vltava. Más de trece años hace desde aquellos días milagrosos de noviembre de 1989 en los que una impresionante multitud se lanzó a las calles para reclamar libertad y dignidad y, sin derramar una sola gota de sangre, acabó con el régimen comunista, que era ya un fantasma agonizante en su estulticia, corrupción, incompetencia y amoralidad.
El 29 de diciembre de aquel año, Havel se convertía en presidente de la República y prometía a checos y eslovacos el retorno a la comunidad de las sociedades libres, de la que había sido secuestrada, primero, por el nazismo alemán, y después, por el comunismo soviético. Aquellas semanas que pasaron a la historia europea como la revolución de terciopelo fueron un sueño memorable no sólo porque los checoslovacos se unían a los demás pueblos centroeuropeos en la demolición inapelable de la dictadura que había dividido a Europa, separando bajo la consigna de Yalta culturas y pueblos que habían convivido durante milenios. También lo fue porque, en una magnífica revocación de la selección negativa que imponen las dictaduras, eligieron como líder al ciudadano que consideraban unánimemente como el mejor. Donde semanas antes eran jefes incuestionables oscuros aparachiks encanallados, asumía el mando un príncipe de las letras y el pensamiento y un abanderado de la tolerancia, del compromiso ético y de la compasión.
No era tan paradójico que los ciudadanos checoslovacos se entusiasmaran en aquel momento histórico con un hombre cuya conducta en el pasado había diferido tanto de la mayoritaria. Porque Havel y el pequeño grupo de disidentes activos en Checoslovaquia habían luchado contra la dictadura en una profunda soledad, mucho mayor que la sufrida por disidentes bajo otros regímenes comunistas. Cuando Havel se reunía clandestinamente a finales de los setenta y en los ochenta en los montes Tatra con compañeros polacos en la lucha por la democracia, no podría sino envidiar el apoyo social al que podían recurrir en Polonia amigos suyos como Adam Michnik o Jacek Kuron. También ellos entraban y salían de la cárcel con frecuencia. Pero sabían que contaban con las simpatías y muchas veces ayuda de la población. En Checoslovaquia, la implacable y mezquina política de normalización impuesta tras la invasión de 1968 había logrado quebrar la moral de resistencia de la sociedad. Sumisión, resignación e impostura se habían convertido en mecanismos de supervivencia. El cinismo era virtud ciudadana en aquel país en el que mediocres e iletrados habían purgado el aparato de poder para aplastar toda la esperanza de reformas hacia un socialismo con rostro humano como las que habían osado las mejores cabezas comunistas bajo Alexandr Dubcek. Éste acabó de guardabosques en su Eslovaquia natal. Otros políticos, periodistas o intelectuales sobrevivieron veinte años como carboneros, peones rurales o urbanos o distribuidores de barriles de cerveza como el propio Havel, ante la indiferencia, real o simulada, y en todo caso el silencio de una población dominada por el miedo a cualquier conflicto con el poder.
De ahí que el encumbramiento de Havel a líder de la revolución democrática tuviera mucho que ver con la necesidad de la sociedad checoslovaca de espantar o reprimir la mala conciencia por la sumisión mostrada tanto tiempo al grotesco régimen que, en noviembre de 1989 se desmoronaba como un castillo de naipes. Pronto se volvió a demostrar, como en tantas pretéritas revoluciones, que los sueños colectivos de excelencia tienen corta vida. Y que, por lo general más bien pronto, se imponen intereses, emociones y ambiciones mucho más prosaicas que las que Havel simbolizaba. Los pueblos no están formados -¡qué se le va a hacer!- de poetas y pensadores. Quizás sea mejor, porque la creencia romántica centroeuropea de que podía ser así no generó en el pasado más que monstruos.
En Praga pronto aparecieron los Václav Klaus y los Milos Zeman, políticos auténticos, prácticos en demasía y para nada líricos, que durante el comunismo habían guardado prudentísimo silencio, no conocían las cárceles pero sí la naturaleza del ser humano a ras de tierra, lejos de toda sublimidad y dispuesta a olvidar todo lo que la pueda inquietar o poner en triste evidencia.
Havel siempre creyó que no se llamaba a engaño. Pero no pudo evitar decepcionarse ni caer en ocasiones en la ira de quien se fuerza a entender a los enemigos mientras estos desprecian ese ejercicio y aprovechan las debilidades que la generosidad siempre acaba manifestando. Havel, demasiado sabio para odiar algo más que el enanismo moral que tan solo le había dejado en su patria antes de 1989, se volvió a ver pronto rodeado por las trincheras de la insidia, de la arrogancia, el despecho y el rencor de quienes le acusaban de saberse un alma distinta. No pudo evitar que el nacionalismo eslovaco despertara el nacionalismo checo y ambos acabaran con la república fundada por Masaryk, a la que había jurado defender. Y tuvo que ver cómo moría, víctima de un cáncer, su inolvidable e inseparable compañera durante décadas de lucha, su mujer Olga Splichalova, tan valiente, inteligente y generosa como él. Después fue él quien enfermó, envenenado por una afición disparatada al tabaco, en la que competía con sus amigos y conspiradores cómplices en la lucha por la libertad que son los polacos Michnik y Kuron. Hace un par de años, en una de sus habituales estancias de reposo en Lanzarote, invitado por su muy admirado rey de España, Juan Carlos I, decía que Canarias y la Monarquía española estaban alargando su vida lo suficiente como para finalizar su último mandato como presidente de la República, "aunque eso pueda molestar a algún compatriota mío". Así ha sido. Está enfermo y cansado y probablemente algo triste por el mal trato que, por parte de muchos checos, ha recibido su segunda mujer, Dagmar Veskrnova, una ex actriz cuya antigua imagen frívola nada tiene que ver con su papel real como la continuadora de la labor protectora que durante tanto tiempo realizó la desaparecida Olga.
Con el mutis de Václav Havel, este gran europeo que no ha dejado de pensar en las tentaciones del poder, en la miseria de las ambiciones fatuas y en los grandes misterios que, mucho más allá de la política, hacen del ser humano y su organización social, del mundo, sus tristezas y alegrías, de la persistencia de las emociones y trascendencia en las profundidades que dibujan vínculos incomprendidos entre la vida y la muerte, todos quienes crean en el crecimiento espiritual del hombre tienen algo que lamentar y mucho de que alegrarse. Havel ha cumplido lo prometido. Y más. Los checos, un pueblo tanto tiempo humillado y silenciado, es un miembro de pleno derecho del gran proyecto de la comunidad europea de valores. Pero, además, Havel ha establecido baremos insospechados por los que medir al estadista con vocación total de servicio y al hombre que, con la reflexión, la tolerancia y la compasión por bandera, se decide desde la peligrosa atalaya del poder a llamar a su gente y al mundo entero a una comunión con los derechos humanos que va mucho más allá que los biempensantes mensajes de acabar con la omnipresente crueldad entre nosotros. "Los derechos humanos no suponen nada mientras no se deriven del respeto al milagro del ser, el milagro del universo, de la naturaleza y de nuestra propia existencia. Es nuestra conciencia de estar enraizados en el mundo y el universo, de no estar solos con nosotros mismos, sino ser parte de una entidad superior y misteriosa contra la que no conviene blasfemar", como dijo en su memorable reflexión sobre "la necesidad de trascendencia en el mundo moderno". Havel se va. Quizás a Lanzarote a prolongar su vida. Es momento por tanto de que sienta la gratitud de todos aquellos, checos, europeos, humanos, que están convencidos de que este hombre nos ha hecho, con su palabra y sus hechos, mejores personas.

Václav Havel, durante unas vacaciones en Lanzarote hace un año. EFE

DEFENSA Y AUTOMUTILACIÓN

Por HERMANN TERTSCH
El País  Martes, 07.01,03

ACOSO A IRAK

La Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) reconoció ayer en Viena que no tiene posibilidad de controlar a Corea del Norte en la aceleración, más que reactivación, de su programa armamentista nuclear. Lo sabíamos. En Irak, Sadam Husein tachó ayer de "espías" a los inspectores de la ONU porque recaban información militar que suministran a los enemigos del régimen de Bagdad. Otra perogrullada con que se nos obsequia. Porque para eso precisamente están en Irak los inspectores. Para recabar datos de relevancia militar y transmitirla al Consejo de Seguridad o al menos a sus miembros permanentes.
Siguiendo hacia Occidente el eje del bien y del mal últimamente establecido, veintitantos muertos y un centenar de heridos en Tel Aviv demostraron una vez más el domingo que, a pesar de tener hoy ya reocupada prácticamente toda Cisjordania y dedicarse con celo a la venganza bíblica en ese angustioso y paupérrimo hormiguero humano que es Gaza, Ariel Sharon es la impotencia en estado puro a la hora de proteger a sus ciudadanos. Su grotesco fracaso no sólo lo hace merecedor de la muerte política súbita, también de la picota histórica. Tres semanas antes de las elecciones en Israel, la única democracia de Oriente Próximo se emponzoña de odio, racismo y corrupción y avergüenza a todos los israelíes que pese al miedo paralizante aún recuerdan los valores de un Estado que surgió con una vocación muy distinta. Adiós definitivo al orgullo que infundía aquel ejército (el Tsahal) que se batía, siempre victorioso, con enemigos mucho más numerosos y no se dedicaba, por orden gubernativa, a matar a civiles sospechosos y a multiplicar la miseria, el rencor y la desesperación de una población inerme. El terrorista, suicida o no, es un ser abominable por firmes que sean sus creencias. Pero el aparato de un Estado que en 24 meses ha matado centenares de personas, entre ellas a más de 250 niños, sin rendir cuenta alguna, es un monstruo. Si la sociedad a la que dice defender no muestra repugnancia es porque ha enfermado. A largo plazo, Israel sólo es viable si combina firmeza militar con la vigencia de unos principios de humanidad, de compasión, que hoy no se dan.
El fracaso es contagioso. La perversión también. La democracia norteamericana, a la que tanto deben las sociedades libres, muestra síntomas de la misma deriva. El esfuerzo mediador de Bill Clinton en Oriente Medio ha dado paso a un apoyo incondicional de Bush a la huida hacia ninguna parte de Sharon. La carga ideológica, ultrarreligiosa y reduccionista del nuevo imperialismo de Washington corroe los cimientos de la que es probablemente la Constitución más bella, humanista y generosa del mundo, secuestrada por intereses corporativos, empatías en el Antiguo Testamento y ambiciones a corto plazo.

Los conceptos de Israel y EE UU para justificarse parecen ya argumentos de Calvino para mandar a la hoguera a Miguel Servet en una Ginebra dominada por el terror. El error o el pecado están en esa arrogancia que nos hace sordos a individuos, sociedades y Gobiernos. En la arrogancia del fanatismo y en la percepción de la impunidad. Impunes son quienes disparan sobre niños, impunes quienes impiden la creación de un Tribunal Penal Internacional que exija responsabilidades a quienes mantienen enjaulados a extranjeros bajo mera sospecha y desaparecidos a cientos en una lucha contra el terrorismo que Bush y Sharon prometieron liquidar y hoy tiene más adeptos que nunca. Impune es el Ejército ruso en Chechenia, gracias al pacto de caballeros entre Bush y Putin. "Entre bomberos no nos pisamos las mangueras". Crueldad asiática, ley de Lynch, venganzas bíblicas, culto a la violencia, apología de la fuerza -todo aquello que se ha combatido desde el humanismo- celebra su retorno. Corea del Norte, Irak, Al Qaeda y "el nuevo nihilismo" -Andre Glücksmann en su libro Dostoievski en Nueva York- son la peor amenaza para nuestra seguridad. Pero no sólo por sus armas, su encanallamiento y sus intenciones. También porque en su desafío pueden arrebatarnos lo mejor de nosotros. Hay guerras justificadas. Para defender los principios que han hecho de las democracias el ámbito más idóneo para que los humanos busquemos cierta felicidad. Pero si la guerra nos lleva a la emulación de los liberticidas a combatir, no estamos defendiéndonos, sino en plena automutilación.