Por HERMANN TERTSCH
El País Martes,
01.04.03
COLUMNA
La guerra de Irak se ha complicado. No debiera sorprender.
Todas las guerras se complican para una parte o para todas por causas fortuitas
e impredecibles o por errores de estrategia, cálculo e información. En
Washington, Dick Cheney y Donald Rumsfeld aún insisten en que la estrategia que
habían elaborado Wolfowitz, Richard Perle y sus visionarios civiles en el
Pentágono y que ellos impusieron a los generales era y es la correcta. Los
mandos militares llevan ya una semana contradiciéndoles y ya surgen críticas en
Washington. Algunos recuerdan con espanto que Rumsfeld presentó un plan para
derribar a Sadam con una operación de fuerzas especiales lanzadas e
introducidas en Bagdad con sólo 60.000 hombres. El general Thomas Franks logró
neutralizar aquel plan innovador demencial que, hoy se puede suponer,
le habría costado en días a EE UU más muertos que la guerra de Vietnam.
Rumsfeld acusa a los militares de "falta de fantasía", éstos le
sugieren que dedique su fantasía al dibujo o al diseño.
Es lamentable que la guerra no concluyera en los plazos que
dicha fantasía dictaba. Pero el retraso puede tener efectos saludables para la
política norteamericana. Después de la guerra, George W. Bush tendrá que ver
cómo no le salpican a él el autismo generador de errores, la ineptitud y la
obscena concupiscencia en el mundo de los negocios de estos personajes. Los
mesiánicos del siglo americano podrían entrar en agonía, lo que
despierta la esperanza de una mejora de las relaciones transatlánticas y la
moderación de la política de Washington. El primer gesto sería integrar a la
ONU en el proceso de reconstrucción de Irak y no convertirla en una carrera de
reparto de nuevas tierras como se organizaban en el Oeste en tierras
conquistadas.
Todo dependerá, por tanto, de cuánto dure la guerra y de lo
que suceda después. La guerra tiene que ganarla -cuanto antes- la coalición
porque toda alternativa nos lleva a un mundo de pesadilla de un Sadam triunfante:
emuladores varios, proliferación de armas de destrucción masiva, terrorismo
indiscriminado y hundimiento de todo orden internacional. De ahí la
irresponsable fantasía de los que quieren "parar la guerra", sea por
cuestiones electoralistas, por zozobra y emoción genuinas o porque se anhela la
derrota de EE UU, el hundimiento de las "democracias burguesas", la
proliferación de líderes como Chávez, Castro, Sadam, Gaddafi o Kim Jong Il y la
legalización del asalto a las charcuterías. Éstos sólo quieren venganza porque
la democracia les arrebató su criminal fantasía y su mentira en 1989.
Estados Unidos y sus aliados han perdido la guerra de
propaganda salvo en la América profunda, de momento. Se verá cuál es allí el
techo de tolerancia de muertos propios. Francia, de no tener su propia fantasía
del quiero y no puedo, podía haber limitado la catástrofe, quizás
incluso evitado. Su amenaza de veto fue un cheque en blanco para Sadam tan
explícito como la última manifestación en Londres. Se veían menos carteles con el
"No a la guerra" que con "Victoria para la resistencia de
Irak". Sadam pondrá los muertos necesarios para alargar su fantasía de
victoria. Mientras no se ponga fin a la misma, él seguirá generando fantasías
envenenadas en otras dictaduras, en las democracias y el mundo árabe.
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