Por HERMANN TERTSCH
El País Sábado,
08.03.03
AMENAZA DE GUERRA | LOS MIEMBROS NO PERMANENTES DE LA ONU
Sin novedad ayer en Nueva York. Posiciones conocidas e
informes que nada han de cambiar las mismas. Ahora todo se reduce ya a un
procedimiento tan simple como trágico. El Consejo de Seguridad llega a un
acuerdo para permitir a Estados Unidos tener cobertura internacional para su
intervención, o Washington la hará con aquellos países dispuestos, miembros o
no. Los diversos vetos con que se amenaza tendrán el único efecto de dinamitar
a dicho consejo y no ahorrarán ni una muerte en la intervención, y dejarán a
Francia, a Rusia y a China más irrelevantes de lo que son hoy ante las grandes
decisiones. Puede que algún día dejen de serlo, pero en la actualidad todos
ellos sólo tienen el dilema entre romperse una mano o los dos pies. Washington
ha recurrido a ese derecho a la autodefensa que tantos de sus ciudadanos
utilizaron durante su historia para saldar cuentas sin estar en peligro alguno.
Pero la percepción del riesgo es el miedo, y ése es libre, puede fomentarse y
agitarse, incluso simularse, y todos saben que los fines de esta guerra van
mucho más allá de los objetivos planteados, por cierto, en continua variación.
La paz sería gratis si una de las partes, Irak, no quisiera
pelear. Tendría muchos motivos de peso para no hacerlo. Su lucha no tiene
ninguna posibilidad de ofrecer la mínima resistencia a la maquinaria militar
norteamericana. Y, sin embargo, la actitud de Irak sigue siendo hoy en el fondo
tan desafiante como la que pudiera adoptar un adversario convencido de que
puede infligir suficiente daño al enemigo como para hacerle pagar cara su
intervención. Sin haber comenzado la guerra, su éxito ya es muy considerable.
Ha hecho saltar por los aires todos los foros de cooperación internacional
surgidos tras la II Guerra Mundial y, con la táctica de darles a los
inspectores un día un par de tuercas y al otro parte de un motor de misil o un
bidón donde dicen pudo haber ántrax, que por supuesto Sadam Husein habría
decidido destruir después de pasar toda su existencia gastando ingentes
cantidades de dinero y esfuerzos para conseguir estos venenos y portadores para
los mismos, ha logrado convencer a todos los biempensantes de este mundo de que
tras 12 años de mentira, justo ahora será posible convencer al sátrapa de que
debe adoptar actitudes propias de un concejal social-liberal de Basilea.
Entre los dirigentes norteamericanos, con su política de
arrogancia obscena, continuas cabriolas erráticas y falta de profesionalidad, y
los europeos, con su desunión, su hipocresía, su impotencia y permanente
actitud de repelente niño Vicente, nos han sumido en la crisis de
seguridad más grave desde el final de la II Guerra Mundial. En eso estamos. Ya
sólo una rápida intervención militar y un razonable escenario de posguerra
pueden salvarnos. Lo primero pueden hacerlo solos los norteamericanos. Lo
segundo no. Por eso es imprescindible que los adversarios de ayer se salven
mutuamente la cara. Porque si no, acabarán por rompérnosla a todos a medio
plazo en ese mundo que no han inventado, pero que ya no será el mundo en el que
nacimos las generaciones vivas.
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