jueves, 3 de agosto de 2017

‘EE UU NO TIENE NI LA MÁS REMOTA IDEA DE LO QUE PASA EN IRAK’

Por HERMANN TERTSCH
El País  Domingo, 13.10.02

ENTREVISTA: ANTHONY BEEVOR | HISTORIADOR

'Con la globalización entramos en un proceso de fragmentación en el que los agravios serán muchos, pero también las rivalidades. EE UU y Europa estarán cada vez más distantes'

'Una intervención en Irak provocará una gran polarización y crecerá el poder del islamismo fundamentalista. Será imposible que sobrevivan los regímenes islámicos moderados'

'Todo lo que los norteamericanos saben de Irak es que cambia un edificio o se construye otro, pero ni idea de lo que realmente sucede o de los planes de Sadam si hay intervención'

'Al final fueron 14,5 millones de alemanes los que sufrieron la limpieza étnica. Casi dos millones murieron en la huida. Fue el mayor movimiento de refugiados nunca visto'

'El punto de inflexión psicológico en la II Guerra Mundial fue diciembre de 1941. Con la entrada en guerra de EE UU, Alemania había perdido todas las posibilidades de ganar'

'El más inteligente de todos los generales alemanes fue Manstein, tenía sangre judía. Manejó con brillantez la retirada y logró estabilizar el frente hasta la derrota de Kursk'

Anthony Beevor se ha erigido en pocos años en un historiador imprescindible para conocer y entender la II Guerra Mundial. Tras su libro sobre la batalla de Stalingrado, ahora publica en España 'Berlín, la caída', que es un impresionante documento sobre los últimos meses de la agonía del III Reich. Recientemente, este ex oficial del ejército británico recibió el premio que lleva el nombre de Lord Runciman, uno de los más grandes historiadores 

Anthony Beevor es una de las nuevas estrellas en la comunidad de historiadores con más tradición y calidad que es la británica. Ha presentado hace pocos días en Madrid en el Círculo de Bellas Artes, Berlín, la caída (Editorial Crítica), que es un impresionante documento sobre los últimos meses de agonía de un imperio, El III Reich) que había nacido con la vocación de durar 1.000 años, y a los 12 de ser proclamado, después de devastar Europa, matar a millones de sus habitantes, llevar al borde de la extinción al pueblo judío e inventar el genocidio industrial, se hundió arrastrando a la muerte, a la miseria y a la devastación a los millones de alemanes que habían creído ciegamente en él.
Beevor describe magistralmente estos últimos meses del monstruo político, policial y militar herido de muerte que era el régimen nacionalsocialista desde el otoño de 1944 hasta la toma de Berlín por las tropas soviéticas. Describe las operaciones militares, las intrigas políticas en Berlín y Moscú, pero también la vida cotidiana en la retaguardia. Para ello ha realizado una ingente labor de investigación de archivo y recurrido a una inmensa bibliografía. El resultado de cuatro años de trabajo es un relato fascinante.

Pregunta. Como sucedió con Stalingrado, su nuevo libro, en sus ediciones ya publicadas en inglés y alemán, ha tenido un enorme éxito y no sólo entre lectores habituales de historia. Hay una inmensidad de datos de archivo tras esa prosa fácil de leer. Explique su método de trabajo.
Respuesta. Como en el trabajo sobre Stalingrado, yo era consciente de que había habido tantas luchas internas en el seno de ambos bandos y tanta propaganda, que me resultaba vital tener acceso a los relatos directos de los soldados en el frente, tanto en los archivos alemanes como en los soviéticos, pero especialmente en éstos porque desde el lado soviético esta historia no había sido jamás escrita. De lo que se trataba era de combinar la historia desde arriba con la historia desde abajo para poder así vincular las consecuencias reales de las decisiones de Hitler y Stalin sobre civiles, soldados y políticos atrapados en la situación.

P. Stalingrado es el punto de inflexión de la guerra, el momento de máxima expansión alemana; después ya, salvo algunas contraofensivas efímeras, todo es retirada para la Wehrmacht.
R. En todo caso es el punto de inflexión psicológico. Pero muchos historiadores mantienen, yo creo que con razón, que el real es diciembre de 1941. Porque, tras la entrada de Estados Unidos en la guerra, Alemania había dejado de tener una posibilidad real de ganarla. Pese a los desastres que sufrieron los aliados en 1942. Y el Ejército soviético, que había sido totalmente incompetente, pronto comenzó a utilizar técnicas alemanas. Stalin sacó del Gulag a muchos oficiales que había deportado y los mandó al frente. El mariscal Konstantin Rokossovski, por ejemplo, había sido torturado e internado, el NKVD le había sacado todos los dientes. Después dirigió gran parte de la ofensiva militar en el norte hacia Alemania. Rokossovski era medio polaco y Stalin no se fiaba de él, pero en esto era práctico. Paradójicamente, el más inteligente de todos los generales alemanes, Manstein, tenía sangre judía. Manejó brillantemente la retirada y logró estabilizar el frente hasta que intervino Hitler y causó el desastre para los alemanes en la batalla de Kursk. Después ya el ritmo del avance soviético fue tremendo. Era tal que cuando llegaban los informes a Hitler a Berlín, la situación ya había cambiado por completo. Un general alemán se echaba a dormir lejos del frente y se levantaba ya bajo el fuego soviético.

P. Cada vez es mayor el porcentaje de víctimas civiles y menor el de combatientes en las guerras. Hábleme de las víctimas civiles en aquélla.
R. Hay, por ejemplo, muchos informes soviéticos de interrogatorios a prisioneros alemanes, informes que acababan en la mesa de Stalin, en la que se relatan las violaciones masivas de mujeres alemanas y polacas, desde niñas hasta octogenarias, y los interrogadores soviéticos no dudan en dar plena credibilidad a dichos relatos. Allí se habla de mujeres de todas las edades, que se suicidan en grupo después de haber sido violadas por decenas de soldados. Los combates y el sufrimiento de los civiles durante la ofensiva soviética fueron especialmente terribles en la región de Königsberg. Hay infinidad de informes elaborados por los propios soviéticos en los que se habla de grupos de mujeres que se habían suicidado después de las violaciones y tremendas atrocidades que ellos mismos certifican. Después, en cuanto a la huida de los alemanes hay dos oleadas. La primera son los 8,5 millones que huyen ante el avance soviético. Al final fueron unos 14,5 millones los alemanes que sufrieron la limpieza étnica. Entre medio millón y dos millones murieron en la huida. Fue la mayor limpieza étnica y el mayor movimiento de refugiados jamás visto en la historia.

P. ¿Cómo pudo después ser tan dura la resistencia alemana en torno a Berlín con un ejército ya colapsado?
R. Creo que tenía que ser duro. Primero por la forma en que la propaganda de Goebbels había deshumanizado a los eslavos. Y también por la forma en que los alemanes habían sido tratados en el este cuando llegaron las tropas soviéticas. Después, también la propaganda soviética, a su cabeza el escritor Ilia Ehrenburg, había deshumanizado al enemigo alemán. Los soldados soviéticos eran convocados regularmente a escuelas de venganza, a reuniones de venganza en las que se contaban unos a los otros cómo habían muerto sus familiares en el avance alemán hacia el este, y todo ello era para generar furia. Pero esto demostró ser contraproducente porque la furia de crueldad y destrucción sólo aumentaba la voluntad de resistencia de los alemanes. Por eso, el 11 de abril de 1945, Stalin dio orden de parar estas actuaciones, pero, por supuesto ya era tarde. Se comenzó a decir en la propaganda que no todos los alemanes eran nazis y se silenció a Ehrenburg. Era demasiado tarde. Ni los oficiales soviéticos se atrevían a frenar a sus tropas en su sed de venganza.

P. Llegamos a Berlín. Hay dirigentes, como Goebbels, que se suicidan con toda su familia, y también Hitler. Otros intentan huir, algunos lo consiguen. ¿Cómo interpreta las reacciones en el ocaso del régimen?
R. Yo creo que en esta fase final está la importancia del libro porque explica el carácter grotesco del colapso que revela la naturaleza del régimen.

P. ¿Su banalidad?
R. No sólo eso, sino ante todo su irresponsabilidad, que no puede disociarse de la falta absoluta de humanidad ni de su incompetencia. Y se percibe cómo el régimen vivía en un mundo totalmente irreal, con un Hitler que observaba sus mapas en Berlín con banderitas de unidades de sus ejércitos que habían dejado de existir hacía tiempo.

P. Pero frente a eso está la terrible efectividad en la destrucción, en el asesinato en masa de seres humanos hasta el final.
R. Sí, pero todos esos inmensos recursos que se consumieron trasladando a los judíos a los campos de exterminio son el esfuerzo más absurdo que podían hacer porque esos transportes se necesitaban con angustia para sus tropas en Rusia. Ahí está una de las claves de la mentalidad de Hitler. Hay decisiones suyas que revelan, aunque no se trata de psicoanalizarlo ahora, que era un jugador que siempre buscaba posiciones de desventaja, como si siempre estuviera buscando el perder o ser castigado. Goebbels logró no solo deshumanizar al enemigo, sino sembrar un miedo inmenso al enemigo, que es la máxima motivación para luchar.

P. Luchar por miedo. Tras la caída de Berlín llegó la división de Alemania, después la reunificación. A principios de los noventa muchos creían que las democracias iban a hacer imposible nuevas guerras. Las ha habido, terribles, como la de los Balcanes. Hoy parecemos estar en el umbral de otra, también justificada por el miedo, una guerra preventiva. Usted es un historiador de la guerra. ¿Cómo ve una confrontación con Irak?
R. En todo caso, la idea más ridícula era aquella de Fukuyama de que el final de la guerra fría era el final de los conflictos. Es el final de cierto tipo de conflictos. El problema de tener una superpotencia única con inmenso poderío militar y de suministro combinado con la falta de voluntad a tener bajas propias ha llevado a una política desastrosa. Sé que los generales británicos están horrorizados con la misma. La idea de tener una guerra de alta tecnología y bajo número de bolsas de cadáveres repatriados es grotesca. En muchas partes del mundo se ve primero como una arrogancia tecnológica de Occidente, pero también como cobardía, y eso en una sociedad islámica es mucho peor. Si ellos pueden creer lo suficiente como para tener comandos suicidas, también piensan que los americanos no deben creer en nada cuando no están dispuestos a asumir sacrificios y víctimas. Es una reacción probablemente muy simplista, pero también es muy poderosa. Por eso la tentación de Estados Unidos a reducir todo el problema al fundamentalismo islámico es errónea. De hecho, la reacción al 11 de septiembre en el mundo y el apoyo emocional a Al Qaeda también en muchos países no islámicos se debe más a la percepción de los atentados como un golpe a la arrogancia. Con su actitud, el presidente Bush, en busca de enemigo, está convirtiendo al fundamentalismo islámico en ese nuevo totalitarismo que también deshumaniza al enemigo, como lo hacían Stalin y Goebbels en sus tiempos. Esto quedó muy claro en el ataque a las Torres Gemelas, pero especialmente en su justificación. Estamos asistiendo a la puesta en marcha de un proceso que logra exactamente lo contrario a lo que persigue declaradamente, que son los intereses de seguridad norteamericanos.

P. ¿Ahora los norteamericanos sí parecen más dispuestos a aceptar las bajas propias, no?
R. No en Kosovo, algo en Afganistán y, desde luego, una campaña en Irak es impensable sin cifras significativas de bajas norteamericanas.

P. ¿Y cómo ve la situación, de producirse el ataque contra Irak?
R. Creo que una intervención de grandes dimensiones provocará una gran polarización y el poder del islamismo fundamentalista crecerá. Será virtualmente imposible que sobreviva ninguno de los regímenes islámicos moderados. Incluso el propio concepto de islamismo moderado se hará cada vez más difícil. Los norteamericanos han deducido de la falta de condena de los atentados o las tibias condenas en ciertos casos, por parte de los países islámicos, que todos están contra ellos. Y van camino de conseguirlo. Tienen una barrera cultural, una incapacidad cultural para ver y entender el mundo exterior. No es ya que lo observen a través de una ventana, es como si lo observaran a través de un espejo bidireccional.

P. ¿Cómo ve las perspectivas militares de la hipotética guerra?
R. De momento, a Bush se le han complicado las cosas con la plena implicación de la ONU en la crisis. Esto es en gran parte un mérito de Tony Blair. Ahora, Bush tendrá que hacer concesiones a Francia, China y Rusia. Creo que Putin estará dispuesto siempre que se le garantice una participación de poder en el Irak posterior a Sadam Husein, en los beneficios de la reconstrucción y en parte del petróleo iraquí. Pero puede haber problemas porque todos sabemos cómo funcionan las grandes corporaciones norteamericanas, y éstas van a decir que han sido soldados, armas y dinero norteamericanos los que han hecho la guerra, y 'somos nosotros, los que pagamos impuestos en Norteamérica, los que debemos beneficiarnos de ello'. Los norteamericanos están cometiendo graves errores y demostrando una absoluta carencia de perspectiva de sus propios intereses a largo plazo, no tienen conceptos estratégicos desde una visión mundial. Y eso es muy peligroso. Desde el punto de vista militar no hay ninguna duda de que el Ejército iraquí no iba a poder ofrecer mayor resistencia. Pero lo lógico es que Sadam Husein intente la escalada del conflicto y ataque a Israel con armas biológicas y químicas. Y ahí se da el peligro de la reacción israelí. No creo que haya mucho riesgo de que Israel utilice armas nucleares. La presión norteamericana será muy grande para que no lo haga. Si lo hiciera sería el suicidio de Israel, porque EE UU ya no podría protegerlo. En todo caso, con el poderío aéreo norteamericano, sus tropas pueden, desde Kuwait, estar muy pronto en Bagdad. Eso no es un problema. Pero después surgen otros. Si hay combates urbanos, la cifra de bajas aumenta rápidamente. Sea Stalingrado, Berlín o Bagdad, es en este tipo de lucha donde se produce la mayoría de las bajas. Como dice el analista norteamericano Luttwak, las fuerzas norteamericanas siempre han estado en el mundo como en castros de la legión romana. Nunca se han mezclado con las poblaciones autóctonas donde tienen presencia militar. Y por eso tienen la inmensa debilidad de la falta de inteligencia (información) humana. Tienen información de sus satélites y de comunicaciones, pero no tienen información humana sobre el terreno. No tienen ni la más remota idea de lo que pasa en Irak. Todo lo que saben es que cambia un edificio o se construye otro porque lo ven por sus satélites, pero ni idea de lo que realmente está sucediendo allí ni de los planes de Sadam en caso de intervención. Será muy fácil destruir las fuerzas convencionales, pero nadie sabe si tiene preparadas otro tipo de fuerzas de resistencia o guerrilla. Mucho dependerá también del azar. Pero también hay otros riesgos. Aunque Putin apoye la acción, es muy posible que haya muchos generales en Rusia con fuertes conexiones con Irak y dispuestos a ayudarle de alguna forma. Si Irak logra implicar a Israel en el conflicto, la situación en la región se tornará explosiva. Tendremos oleadas de atentados suicidas y la guerra santa contra Israel, EE UU y el Reino Unido especialmente.

P. La crisis actual ha demostrado que cada vez es mayor el choque cultural entre EE UU y Europa. Desde que cayó el muro de Berlín la alianza ha funcionado. Ahora los desencuentros son grandes. ¿Ve un peligro?
R. Lo considero un riesgo real y muy grave. La globalización es irreversible, pero va a traer una grave polarización en el mundo, sobre todo entre los ganadores y los perdedores en este proceso. Creo que con la globalización entramos en otro proceso de fragmentación en la que los focos de agravios y resentimientos serán muchos, pero también las rivalidades. Estados Unidos y Europa se necesitan, pero política y culturalmente estarán cada vez más distantes.

HÚSAR, LÚCIDO Y GRAN ESCRITOR

ES LA SUYA UNA BIOGRAFÍA muy británica, en línea con la de tantos novelistas, poetas, historiadores y viajeros que combinaron su condición de hombre de acción con su inquietud intelectual. Desde lord Runciman hasta Fitzroy Maclean, desde personajes oscuros como Kim Philby al propio Winston Churchill, parece inagotable la cantera de británicos que conjugan la presencia en la lucha entre los pueblos y los hombres con la reflexión sobre la misma.
Anhony Beevor nació en una familia de intelectuales y estudió en Winchester antes de incorporarse a la academia militar de Sandhurst. Fue oficial de los húsares del Ejército británico durante cinco años, hasta que decidió colgar las armas y ponerse a escribir. Se fue a Francia a crear novelas, pero pronto acabó escribiendo sobre esas armas y ese mundo militar que había abandonado.
Su primer libro de historia lo dedicó a la guerra civil española; otro, al Ejército británico, y un tercero, a Creta, la batalla y la resistencia, durante la Segunda Guerra Mundial. Por ese libro ya recibió el Premio Lord Runciman.
Pero su éxito internacional lo alcanzó con su obra sobre Stalingrado. Este libro sobre una de las batallas más crueles y quizá la más decisiva de la Segunda Guerra Mundial se convirtió muy pronto en el principal libro de referencia sobre aquella tragedia. En él relata la historia, como dice el autor, 'desde arriba y desde abajo'. Están los planes políticos y militares, así como las intrigas en el Kremlin y en Berlin, y el cuartel de Hitler en Adlerhorst; pero también las experiencias de los individuos, soldados y civiles, atrapados en la gran trampa de un horror sobre el que no tenían influencia alguna y que los arrastró a las situaciones más extremas que un ser humano pueda experimentar. Describe actos de dignidad y de ignominia, de coraje y de cobardía, en todo un abanico de conductas perfectamente documentadas, con innumerables testimonios de la época, cosecha de una inmensa labor de archivo, de lo que es capaz el ser humano.
Berlín, la caída, su último libro, es quizá aún más apasionante y rico en documentación, rigor, emoción y brillantez en el relato. Es un libro imprescindible para quien busque explicaciones a nuestra historia en el siglo XX, pero también a la propia naturaleza humana.
El historiador británico Anthony Beevor denuncia en su libro las atrocidades de los soldados soviéticos. RICARDO GUTIÉRREZ

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