Por HERMANN TERTSCH
El País Jueves,
17.10.02
COLUMNA
Hay novedades en Europa y se producen donde más se notan,
que es, pese a quien pese, en Alemania. Gerhard Schröder ganó unas elecciones
perdidas, gracias a un hombre - que no a un partido-, que va a jugar un papel
clave en esa dificultosísima construcción de la estructura europea. Es Joschka
Fischer, ministro de Asuntos Exteriores en Berlín.
Schröder es un buen prestidigitador. Es más político que
estadista. Más superviviente que creador. Su capacidad de sobrevivir a los
naufragios lo ha demostrado en dos meses en los que ha remontado una ventaja de
los cristianodemócratas de Edmund Stoiber que parecía insuperable. Schröder ha
sabido demostrar la distancia de Stoiber al electorado en el este y el norte de
Alemania. Y ha sabido decir con capacidad de convicción que él es el personaje
más cercano, que más siente los problemas reales de Alemania y de los alemanes
que los tienen por doquier desacostumbrado en pasadas décadas.
Pero Fischer, aquel jovencito que juró el cargo como
ministro del Estado de Hesse con zapatillas de deporte como primer
representante del ecopacifismo en el poder, es el gran vencedor del momento. Y
puede ser el creador. Tiene ideas propias, muy realistas y al tiempo muy poco
egoístas y con grandes posibilidades de conjunción con los intereses españoles
en esta larga forja de las estructuras europeas.
Este hombre curtido en batallas callejeras en Francfort en
las fiebres del 68, más difamado que criticado por sus adversarios, es ya hoy
uno de los más brillantes y sensatos políticos del Viejo Continente. Con más
vocación europea de la que muchos intuían y más solidez intelectual y política
de la que casi nadie sospechaba, Fischer no sólo ha domesticado a un partido
asambleario y anárquico hasta convertirlo en un factor fundamental del poder en
la mayor potencia europea. Se ha convertido, libre de lastres sindicalistas y
posos estatistas, en el mayor y mejor factor de liberalización y modernización
de Alemania.
Convendría que Madrid se fijara en este hombre y le diera no
ya la importancia que tiene por su cargo, sino la que sugiere su voluntad por
hacer en Europa algo que va mucho más allá de los mezquinos o chatos ejes de
hegemonía en la nueva Unión Europea ampliada. Fischer es hoy mucho más libre y,
probablemente, más ecuánime que cualquier otro ministro de Asuntos Exteriores
de los socios de España en la UE. Es ahora el momento de que España retome con
energía y sabiduría sus lazos con Alemania que han sufrido de tanta
negligencia. Porque París no escucha si no habla Berlín. Si hablamos juntos
puede escuchar incluso Londres. Quizá, incluso, todos.
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