Por HERMANN TERTSCH
El País Viernes,
08.11.02
COLUMNA
George Bush tiene muy mala prensa en Europa, y en muchas
regiones del mundo su imagen simboliza todo lo más odiado. Pero donde realmente
importa, en Estados Unidos, Bush ha demostrado ahora que su popularidad es
arrolladora. La victoria de los republicanos no deja lugar a dudas por mucho
que aleguen ahora algunos la baja participación electoral o su enorme ventaja
en la captación de fondos debida a su íntima relación y cooperación con las
grandes corporaciones que tantos favores le deben y tanto se prometen de los
planes del presidente para un futuro cercano.
El caso es que no corren buenos tiempos para los matices, y
los demócratas no tenían siquiera un líder y un mensaje sólido para
contrarrestar tanta contundencia. La crisis en que se ha hundido la economía
norteamericana con Bush tras los florecientes años de crecimiento con Bill
Clinton no ha alcanzado el suficiente dramatismo como para disputar el puesto
de máxima preocupación a la lucha contra el terrorismo y una inseguridad cuya
percepción por parte de la sociedad tan efectivamente ha sabido generar la
actual Administración.
Pero hay un pequeño lugar en el mundo donde la popularidad
de Bush es incluso mayor que entre los ciudadanos del imperio. Está a miles de
kilómetros de sus costas y se llama Israel. Allí los resultados norteamericanos
han sido recibidos con entusiasmo, y no sólo por esos dos otros grandes halcones, Ariel
Sharon y Benjamin Bibi Netanyahu, que se disputan ya encarnizadamente
el derecho de dirigir el próximo Gobierno israelí, disfrutar de los réditos de
una victoria sobre Irak que creen segura y rápida y aprovechar el momento para
llevar a cabo 'de una vez por todas' la eliminación de su propio problema: los
palestinos que viven en Cisjordania y Gaza. Nada más jurar el cargo de ministro
de Exteriores en el Gobierno interino, Bibi anunció que bajo él jamás habrá un
Estado palestino, y prometió una política de represión más contundente que la
de su primer ministro y rival en el Likud. Como Bush, el vencedor de
estos halcones se enfrentará a un Partido Laborista dividido y
acomplejado por su complicidad con Sharon hasta hace unos días y sin liderazgo
definido. En Israel se barajan dos escenarios para después de la victoria de
Estados Unidos en Irak. Uno, temido por muchos, es que Bush intente apagar el
incendio en el mundo árabe imponiendo una rápida creación del Estado palestino.
Otros halcones son más optimistas y creen que, tras la guerra, Bush
buscará otro enemigo para ir preparando el ambiente para su reelección en 2004.
En todo ese tiempo de confusión internacional algunos ven la gran oportunidad
de proceder a la deportación masiva de palestinos a países vecinos árabes en un
llamado transfer cada vez más popular. Dada la magnitud del conflicto
en toda la región, dicen, limpiar Gaza y Cisjordania de palestinos 'apenas se
notaría'. Bush ya no tiene frenos internos. Da tanto miedo como saber que
pronto Bibi Netanyahu puede tener las manos totalmente libres.
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