Por HERMANN TERTSCH
El País, Madrid,
11.10.02
ENTREVISTA
El mayor milagro que encarna Imre Kertész es la felicidad
que emana pese a sus vivencias durante el pasado siglo. Pero ayer era, sin
duda, uno de los días más felices de su vida. 'Estoy más que encantado. Es un
inmenso honor para mí, pero es también una increíble satisfacción por todo lo
que he querido transmitir en mis libros', declaraba ayer en una conversación
telefónica desde la casa donde se hospeda este año en Berlín.
'Estamos encantados. Recibí la llamada desde Estocolmo a la
una de la tarde y no podíamos salir de nuestro maravilloso estupor', dijo,
refiriéndose a su mujer, a él mismo y a su fiel secretaria. Kertész, que vendrá
a España a finales de noviembre próximo para apoyar la traducción de su último
libro aparecido en España Yo, otro: crónica del cambio, que ha
publicado la editorial barcelonesa El Acantilado, manifestó: 'Para mí es una
enorme satisfacción, pero, ante todo, me parece de inmensa importancia el hecho
de que, por primera vez, el Premio Nobel haga, a través de mi obra, un homenaje
a todas las víctimas de los totalitarismos, y especialmente a cuantos
padecieron el holocausto'.
'El gran trauma de Europa ha sido rememorado con este
galardón. Por eso es un premio que, según pienso, es muy importante para la
propia cultura europea, que ha estado durante tanto tiempo cautiva por lo
sucedido en el siglo XX', añadió el autor de Sin destino.
Preguntado por lo primero que pensó al recibir la noticia,
el escritor judío húngaro dijo: 'Rememoré el largo viaje que he recorrido hasta
el día de hoy y lo que me ha sucedido durante el mismo. Recordé aquel sitio
remoto y solitario donde escribí mi primer libro, la soledad de entonces y lo
que me ha tocado vivir'.
Pero Kertész es consciente de que se premia toda su obra.
'Mis libros forman un todo porque todos surgen de esa misma fuente de las
experiencias que conservo, de la memoria'.
El nuevo premio Nobel hablaba desde la capital alemana en
ese alemán con leve acento húngaro que evoca tiempos de la vieja Centroeuropa,
la misma que le hizo posible vivir como traductor de Joseph Roth, Arthur
Schnitzler, Friedrich Nietzsche y otros muchos autores de habla alemana cuando
las autoridades comunistas, pocos años después de salir del campo de
concentración, le prohibieron toda actividad como periodista.
'Creo que el premio no sólo es un homenaje al pasado, sino
también una señal de que en la actualidad, y en el futuro, nos tenemos que enfrentar
abiertamente a todos los totalitarismos y dictaduras'.
Porque, según insistió el premio Nobel, 'en Europa hemos
tenido varias dictaduras y todas terribles. No sólo tuvimos el
nacionalsocialismo y el holocausto, también tuvimos al comunismo, que en muchos
aspectos igualó su terror. Yo los tuve que vivir y sufrir a ambos'.
Si en algo se distingue Kertész y su literatura es en la
divulgación de la esperanza en el ser humano, desde el realismo que adquirió en
la más terrible de las escuelas, de que los hombres son capaces de lo mejor y
lo peor.
'Es necesario prevenir nuevas catástrofes y evitar toda
posibilidad de que se repitan los horrores del pasado. Por eso me parece que es
extremadamente importante este Premio Nobel para mi obra'.
Kertész recordaba ayer que había estado décadas sin poder
publicar, y cómo había sido ignorada su obra. También subrayaba el hecho de que
la literatura sobre el holocausto en general había sido silenciada tanto en el
Este como el Oeste, incluso en Norteamérica, durante mucho tiempo. 'Para casi
todos resultaba muy incómodo recordar'.
'Por eso es tan importante que se haya dado este premio
máximo a literatura de la memoria del holocausto', añade Kertész. 'Este hecho
supone una prueba magnífica de que el mundo reconoce la necesidad de que es
imprescindible mirar con claridad, sinceridad y honestidad hacia todo lo que ha
sucedido en este continente en el pasado y, con ello, manifiesta su voluntad de
impedir que jamás vuelva a suceder nada semejante'.
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