sábado, 26 de agosto de 2017

EL ÉXITO DE LA MEMORIA

Por HERMANN TERTSCH
El País  Lunes, 03.03.03

ANÁLISIS

Cuando un hombre de lo que puede llamarse la Andalucía profunda escribe un libro precisa y necesariamente profundo, y bello, sobre un misterio y una tragedia que abarca un inmenso territorio, tanto geográfico como cultural y espiritual, que va desde Baena o, más allá, desde Conil o Lisboa hasta Lemberg o Lvov, San Petersburgo hoy otra vez, o incluso las riquezas y miserias de la remota Baku, sus pogromos y horrores, uno puede sentirse orgulloso, por leerlo y entenderlo. Eso es Sefarad, el libro de Antonio Muñoz Molina que ahora reciben admirados los lectores de otros países, y muy especialmente Francia.
En España se han roto muchos diques del olvido. Y ni las grotescas falsedades nacionalistas ni las obscenas ocultaciones de las diversas cavernas pueden ocultar que los españoles hoy tienen mucho más coraje -y posibilidades- para enfrentarse a esa amnesia que nos quería mantener permanentemente en ese fláccido olvido que impide la mirada enhiesta hacia delante por negársela hacia atrás. Por eso las palabras de un brillante escritor y joven académico de la lengua, Antonio Muñoz Molina, cunden tanto y ya se ven con aprecio en países tan escépticos respecto a nuestra capacidad de memoria como Francia.
Esa sensibilidad que nos fue negada, cuando no prohibida, durante tantos años, como es la compasión ante la tragedia que supone para la humanidad el desprecio, la marginación y, finalmente, la liquidación de gentes de credo o etnia distinta a la mayoritaria, es una calidad de dignidad. Si además es expresada con majestuosidad literaria, humildad personal y lucidez histórica, como sucede en Sefarad, se produce un doble efecto, porque dignifica tanto nuestra literatura como nuestra salida de las simas culturales de la intolerancia, el odio y la incultura.
España fue la cuna del antisemitismo político, la crueldad y miseria moral por antonomasia. Aquí comenzamos ese horror cultural que nos arrebató mucho de lo mejor de nosotros mismos. Por eso tiene especial significación ese gran libro que es Sefarad y su enorme éxito en España, pero también fuera, como demuestran las entusiastas críticas en Francia en Le Monde y Libération ahora que ha salido su traducción francesa.

Sefarad es un libro inspirado en lo que la mítica Sefarad fue para tantos cristianos, judíos, musulmanes y grandes librepensadores cuando este último término no se conocía. Y es un gran ejercicio de lo que podría o debiera llamarse la memoria ética, aquello que comunica a Maimónides con Primo Levi, con el premio Nobel Imre Kertesz o con este Günther Grass que ha tenido la suerte y el lujo de envejecer en la sabiduría, aunque a veces malhumorada. Muñoz Molina está con ellos creando esa continuidad magnífica europea y mediterránea que combina piedad con dignidad, entereza y memoria. Tantos huyeron y murieron, desde aquel gran español Espinoza que escapó hacia los Países Bajos hasta Jean Amery, también allí al final, u otras víctimas anónimas, millones, que sufrieron bajo aquel síndrome siniestro y oscurantista que nosotros inauguramos liquidando Sefarad, que la aportación de Muñoz Molina no sólo es muy buena literatura. Es además un acto de justicia.

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