Por HERMANN TERTSCH
El País Viernes,
24.01.03
PREPARANDO LA COALICIÓN | EL CONFLICTO DE IRAK
El canciller federal alemán ya se lo había comunicado a Tony
Blair y a Jacques Chirac hace días. El ministro alemán de Exteriores, Joschka
Fischer, se lo anunció a Colin Powell. Lo que algunos calificaron en su día de
retórica electoral de Gerhard Schröder ("Ni participaremos ni aprobaremos
nunca una guerra contra Irak") es desde esta semana no ya la postura de un
Gobierno socialdemócrata alemán en apuros, sino la política oficial,
solemnemente anunciada, de Francia y Alemania, los dos países más grandes y
poderosos de la Unión Europea. Ambos exigen una nueva resolución del Consejo de
Seguridad para cualquier intervención militar, ambos están ahora en el mismo y
ambos anuncian votar en contra. Además, Francia cuenta con su derecho a veto
como miembro permanente. Casi simultáneamente, sus representantes en la OTAN,
acompañados por delegados de aliados menores, hacían añicos en Bruselas la
agenda norteamericana para la demanda de ayuda de la Alianza Atlántica en la
guerra.
Nunca se había llegado tan lejos, y todo indica que, igual
que los preparativos y planes norteamericanos podrían haber superado ya el
estado que impide la vuelta atrás -nadie puede ya, en su sano juicio, desear
que dentro de un año Sadam Husein siga en el poder y entonces sí como un gran
Saladino-, la Alianza trasatlántica como tal podría haber entrado ya en agonía
irreversible. Los comentarios del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld,
descalificando a Alemania y Francia como la "vieja Europa", más o
menos irrelevante y caduca frente a la parte joven del continente, sólidamente
partidaria de esta Administración norteamericana y sus métodos que adivina en
Polonia y otros países del Este, son un insulto menor. Peores son las amenazas
surgidas ayer de su entorno que amenazan a Alemania, Francia, Rusia y a todo el
que no participe en la guerra con quedar marginados de beneficios e influencia
en la región en la fase de reconstrucción y acceso al crudo.
No es la primera vez que surgen de Washington amenazas tan
obscenas sobre la repartición del supuesto botín de guerra. Ni la primera vez
que se intriga ante los candidatos a la integración contra la Unión Europea.
Pero es un paso más en la ruptura total de formas que Washington adopta con sus
aliados. Si nuestra comunidad de valores transatlántica se debilita, nuestra
comunidad de formas parece haberse diluido.
Mucho daño ya está hecho. Otros podrían quizás limitarse aún
si en Washington fueran capaces de ejercer la paciencia de la que presumía Bush
hace meses, si se pudiera desterrar un cierto estilo en esa Administración que
irrita más con la palabra que con hechos al cuerpo electoral europeo. Pero es
difícil ser optimista. Porque, por desgracia, estos caracteres sencillos que
ayer acusaban en el Congreso de los Diputados a Bush de actuar "sólo por
petróleo" se equivocan. Es petróleo, pero mucho más ideología y grandes
dosis de presbiterianismo militante y militar. En ocasiones letales.
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