Por HERMANN TERTSCH
El País Martes,
19.11.02
COLUMNA
El mundo de los muertos está lleno de sabios. Debería ser un
consuelo recurrente para los aún vivos. Serán por siempre buena compañía. Este
fin de semana ha pasado a formar parte de ese gran elenco uno de los más
brillantes, lúcidos e inteligentes sionistas que hicieron de Israel un proyecto
de emancipación y libertad casi milagroso. Magnífico estadista y ahora un muy
reciente miembro del gran Ateneo de los hombres libres y sabios a recordar, nos
deja cuando Israel cae en la perversa tentación de fomentar su propia agonía o
promover su demencial suicidio. Ha muerto en Tel Aviv, a los 87 años, Abba
Eban, un hombre que fundó un Estado de grandes y muy profundos principios y sirvió
al mismo como embajador en la ONU y EE UU y como ministro de Asuntos Exteriores
cuando el recién nacido país, floreciente de humanismo en aquel páramo brutal
de satrapías, era una pura emoción para todo el mundo libre.
Probablemente, Eban haya muerto de viejo, pero podría haber
muerto de asco ante tanto desprecio y villanía como en los últimos días
despliegan los diversos líderes de la derecha israelí por hacerse con el favor
electoral del odio y el miedo, muchos intuíamos que Ariel Sharon y Benjamín Bibi Netanyahu,
pero también otros tantos que han mirado hacia otra parte para ignorar las
miserias, la humillación sistemática y el dolor de los palestinos en los
territorios ocupados, tenían un plan tan bien diseñado como encaminado hacia
ninguna parte. Ahora, con la iniciativa clara por parte de este Gobierno capaz
de crear un corredor entre las colonias de Kyriat Rabat y Hebrón hay algo muy
claro y es que el Gobierno de Israel va a violar una de las máximas de un
fundador e inspirador de Israel como era Eban y que desde 1967 no dejó de decir
que los asentamientos violan la "partida de nacimiento" de un Estado
que centenares de generaciones de judíos desearon ver existir en seguridad. No
va a haber menos como se prometió en Oslo, sino más y más armados y más
cleptómanos de tierra ajena. Y habrá menos seguridad y más muerte. Y más odio y
esperanza de destrucción.
Fue también Eban quien afirmó con toda razón que
"Arafat nunca pierde una oportunidad de perder una oportunidad". Pero
la casta en Israel de políticos, militares o civiles de mala conciencia por no
haberlo sido -con la inestimable colaboración de Arafat-, están estos días
enterrando las mínimas posibilidades aun vivas de buscar un acuerdo con la
horda de enemigos que los rodean y que cada vez están más seguros de que su
futuro pasa por la destrucción de Israel.
Se planean expropiaciones de tierra palestina, limpieza
étnica en corredores, vallas provisionales a sustituir por otras que roben más
tierra después, deportaciones y destrucciones de hogares y bases existenciales
de los palestinos, sus huertas, talleres y jardines. Se unirá Kyriat Rabat con
el asentamiento de Hebrón y después, más asentamientos con otros y otros. Y los
palestinos serán expulsados. Pero el gran expulsado de Palestina con sus habitantes
será el espíritu de Israel, el alma de millones de judíos que en los últimos
dos milenios creyeron que cuando estuvieran "el año que viene en
Jerusalén" se habrían acercado más a Dios, al bien humano y a la justicia.
De izquierda a derecha, Benjamín Netanyahu, Amram Mitzan y
Ben Eliezer asisten al funeral de Abba Eban. EPA
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