Por HERMANN TERTSCH
El País Sábado,
01.03.03
COLUMNA
Nada educa tanto como equivocarse mucho. Hace apenas ocho
meses escribíamos aquí que "no todo son malas noticias. A algunos se les
nota tanto el solipsismo megalómano que logran generar muy sanas
gratificaciones cuando fracasan en sus empeños. Caso destacado ha sido esta
semana el presidente del partido ODS de la República Checa, Václav Klaus, que
ha perdido probablemente su última oportunidad de asumir la jefatura del
Gobierno y ejercer -es cuestión de carácter- como Rey Sol en Praga".
Craso error y pronóstico erróneo. Desde ayer, Václav Klaus
es más que eso, es jefe del Estado y releva en el cargo a uno de los hombres
más dignos, intelectualmente más honestos y políticamente más veraces que ha
tenido Europa en muchísimos años. Pero además, su peor enemigo. Esto ya define
a Klaus como político y persona. Es la perfecta antítesis de ese hombre bueno,
dramaturgo reflexivo y humanista que, con los pulmones destrozados por el humo,
se retira sus últimos años a una vida tranquila con Dagmar, su mujer, quizás a
Lanzarote.
Klaus es todo lo que Havel desprecia. Tiene pose de Margaret
Thatcher con bigote cano, obsesión en favor de un liberalismo primario y mucho
desprecio hacia la Europa unida en la que la República Checa entrará en enero.
Su elección puede acabar con este Gobierno en Praga y muy pronto ser un
perfecto incordio más a sumar a la larga lista que los europeos sufrimos. El
castillo de Praga, el Hradsin, apenas desalojado por un gran estadista poeta,
es ocupado por un mercantilista implacable e iracundo. Malos tiempos para la
lírica sobre el río Vltava.
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