Por HERMANN TERTSCH
El País Domingo,
02.02.03
REPORTAJE: ¿QUÉ OCULTA SADAM?
Las burlas de Rumsfeld ilustran el desprecio de gran parte
de la Administración de EE UU hacia Francia y Alemania por sus críticas a la
guerra
"Queremos el desarme de Sadam Husein", asegura el
canciller Schröder, "pero tenemos que lograrlo por métodos
diplomáticos"
Quien está tan profundamente hundido en un hoyo no debería
seguir escarbando". Risas generalizadas en la conferencia de prensa en Washington.
El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, acababa de hacer su enésimo chiste
sobre Alemania. Controlada la hilaridad del público, Rumsfeld añadió sonriente,
con ojos pícaros y buscando fáciles complicidades del público: "Sé que no
debería haber dicho esto". Más risas. Rumsfeld tiene acostumbrados a los
alemanes a sus exabruptos desde hace meses. Por eso, su descalificación de la
proclamación de Francia y Alemania en contra de una intervención militar en
Irak, más que sorprender, irritó en extremo por ser una suprema constatación no
sólo del desprecio que gran parte de la Administración norteamericana siente y
expresa hacia los dos mayores países de la Unión Europea y hacia cualquier
manifestación de disenso político.
También porque el comentario sobre Francia y Alemania
como la Europa vieja en contraposición a la nueva y
oriental fue inmediatamente interpretada como un caramelo envenenado para
los candidatos a un próximo ingreso en la UE, especialmente Polonia, la
República Checa y Hungría. El pasado jueves se demostraba que la estrategia
norteamericana de aislar a la díscola vieja Europa franco-alemana ya
había cosechado sus frutos. Los tres países candidatos se unían al Reino Unido,
España, Italia, Portugal y Dinamarca para expresar, en una carta de sus jefes
de Gobierno, su pleno apoyo a la política de la Administración norteamericana y
provocaban así una grave fisura en la UE, cuyas ambiciones de lograr una sola
voz en política internacional quedaban ya no en evidencia, sino rayanas al
ridículo. Con amargura denunciaba un locutor de la televisión alemana NTV que
"esos tres países, los polacos, los checos y los húngaros, que nos deben a
los alemanes su ingreso en la UE, ahora se posicionan abiertamente contra la
postura alemana".
Ingratitud sangrante
Muchos alemanes han interpretado esta iniciativa, a la que
tan sugerentemente invitaba Rumsfeld, como una demostración de ingratitud
sangrante, cuando no de abierta traición. Incluso los democristianos de la CDU
y la CSU criticaron en su día a Rumsfeld, pese a su firme oposición a la
postura de Schröder contra la guerra. La opinión pública alemana entendió, tras
conocer la carta del pasado jueves, a qué se refería The New York Times la
semana anterior al informar de que la Administración norteamericana preparaba
una operación para marginar y denunciar a los Estados críticos con su política.
La crisis de Irak, o la forma de afrontarla por parte de EE
UU no sólo ha causado daños quizá irreversibles a las relaciones
transatlánticas que durante más de medio siglo han sido la garantía de la
seguridad común bajo el paraguas de la OTAN, sino que amenaza con dinamitar las
bases de confianza entre los miembros de la UE y su proyecto de política
exterior y de seguridad común. Pase lo que pase el miércoles en el Consejo de
Seguridad de la ONU, convocado por EE UU para estudiar pruebas de la
culpabilidad de Irak y forzar una decisión urgente, los últimos meses han
cambiado profundamente la relación entre los aliados en la OTAN. Es probable
que Francia no utilice su derecho de veto si se llega a un acuerdo para una
nueva resolución, incluso que vote a favor si logra negociar un texto con el
que salvar la cara y no verse marginada en el nuevo orden a surgir en Oriente
Próximo tras la caída de Sadam.
Alemania se sabe en situación más difícil. Su canciller se
ha comprometido a hacer frente a una política de presiones y hechos consumados
por parte de Washington. "Nos lleva a una lógica de la guerra a la que nos
oponemos", reiteró el jueves. "Queremos el desarme de Sadam, pero
tenemos que lograrlo por medios diplomáticos", dijo en la campaña
electoral en Hesse, arrancando al público un aplauso ensordecedor. "El eje
de los cobardes", llamaba New York Post a Francia y Alemania después de la
insistencia de Schröder y Chirac de agotar los medios pacíficos y frenar lo que
el propio general norteamericano Schwarzkopf, jefe de las tropas aliadas en la
primera guerra del Golfo, ha calificado de "ansiedad por la guerra"
de Rumsfeld.
El socio menor de los socialdemócratas en el Gobierno de
Berlín, el partido de los Verdes, cuyo líder, Joschka Fischer, ha intentado
salvar en lo posible unas relaciones germano-norteamericanas que considera
imprescindibles, también parece haberse resignado a que EE UU haga imposible
cualquier diálogo en términos de igualdad y respeto mutuo. El 13 de enero, los
Verdes, que habían aceptado la intervención en Kosovo como mal menor, se
declararon radicalmente contrarios a toda intervención militar en Irak.
La retórica norteamericana sobre el eje del mal y el con nosotros
o contra nosotros y las continuas alusiones al compromiso divino y redentor de
una campaña en la que el semanario Der Spiegel no ve más que Blut für
Öl (sangre por petróleo) ha generado en la sociedad alemana una hostilidad
hacia los planes de Washington que son hoy irreversibles. Como dice Alice
Schwarzer, la gran dama del feminismo alemán, "el tono que usan es
revelador. Esta potencia mundial ya no está acostumbrada a que se la
contradiga. Estoy orgullosa del canciller. Es hoy líder de un intento en Europa
de no olvidar del todo el derecho internacional y los derechos humanos".
Alemania puede finalmente quedarse sola, tras lo que muchos
consideran deserción de sus vecinos orientales y un posible quiebro en la
postura francesa. Sumida en una crisis económica grave y esperando reveses
electorales Schröder sabe que en su postura de emancipación frente a EE UU
tiene a una sociedad muy compacta guardándole las espaldas.
AUGSTEIN VENCE DESPUÉS DE MUERTO
RUDOLF AUGSTEIN, el legendario fundador y editor del
semanario Der Spiegel, muerto hace unas semanas, no ha llegado a ver
cumplirse lo que durante décadas exigía a los Gobiernos alemanes y a sus
compatriotas, que no era sino el levantamiento contra el dictado de Washington
en el que, según él, se había transformado la llamada solidaridad
transatlántica. Augstein era menos un europeísta que un alemán convencido desde
hace mucho tiempo de que Europa sólo podría construirse con una decidida
voluntad de emancipación frente a Washington. La declaración franco-alemana del
22 de enero pasado en Versalles, con la solemne proclamación de Gerhard
Schröder y Jacques Chirac de rechazo abierto a la intervención militar en Irak,
le habría llenado de gozo. Los aplausos entusiastas de los jóvenes franceses y
alemanes que fueron testigos directos le habrían conmovido.
La historia propia, los errores y crímenes cometidos en su
nombre en el pasado no obligan a la obediencia ciega hacia vencedores y después
aliados, sino al permanente ejercicio de la conciencia crítica. Y desde luego,
a un firme rechazo a todo entusiasmo militarista, conquistador y redentor como
el que llevó al pueblo alemán a la miseria en el pasado siglo. Las tesis de
Augstein arrasan hoy día en Alemania. Las nuevas generaciones que no vivieron,
no ya la era nazi, la guerra y la derrota, sino tampoco el Plan Marshall y el
bloqueo de Berlín y apenas las postrimerías de la guerra fría, no sienten
complejo histórico alguno que les inhiba en sus críticas a la política de la
Administración de Bush.
"En una guerra de la familia Bush contra Irak no puede
derramarse una gota de sangre alemana", escribía Georg Lorenz en el
semanario de Augstein. Desde hace semanas, casi un inamovible 80% de los
alemanes se manifiesta contraria a cualquier implicación en la guerra. En este sentido,
el enfrentamiento entre Berlín y Washington refleja perfectamente las profundas
diferencias entre dos opiniones públicas que cada día son más extrañas.
Jacques Chirac (izquierda) y Gerhard Schröder, el pasado 22
de enero en el castillo de Versalles. AP
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