Por HERMANN TERTSCH
El País Viernes,
29.06.01
MILOSEVIC, ANTE LA JUSTICIA INTERNACIONAL
Slobodan Milosevic está ya en una celda del Tribunal Penal
para la ex Yugoslavia de La Haya. El día de ayer pasará a la historia, a la auténtica,
a los días buenos en que se ha impuesto el criterio de que los demócratas y
quienes creen que los seres humanos son iguales en derechos, porque el mundo ha
impuesto unas normas que impiden el genocidio gratis, porque la humanidad ha
tenido recuerdo y compasión por los centenares de miles de víctimas para
impedir que triquiñuelas legales otorguen impunidad a un asesino en masa,
presunto, de momento. Es un día bueno para Serbia y para Europa, porque un
lastre en sus relaciones y una ignominia para su conciencia pasa a ser un
asunto judicial y un hito para su regeneración.
Serbia tiene la oportunidad de romper con quien parecía el
dueño de su destino y ha sido su maldición durante una década pasada y alguna
por venir. El hito no era el destino, era la agonía primero y después el
desastre. Como en su día otros pueblos, el serbio lo ha vivido y ha de
liberarse de él. Será doloroso, pero es necesario. Y no hay mejor pagador nunca
que el responsable.
Milosevic tendrá la celda y el trato digno que no ofreció ni
siquiera a su antecesor como presidente serbio y mentor entusiasta, Ivan
Stambolic, al que según las últimas informaciones, los servicios secretos
serbios, por orden de la mujer de Milosevic, Mira Markovic, disolvieron en
ácido en una bañera. Nadie ejecutará a Milosevic. Tendrá ocasión de hablar y
defenderse. Y nunca será condenado a la muerte que impuso a tantos seres de la
región que nunca le hicieron daño alguno. El mundo apuntó a Pinochet y mejoró y
ayer mejoró aún más al conseguir que este sátrapa al que la vida de los suyos
le valía lo mismo que las demás, es decir, nada, tenga al menos que ponerse un
uniforme de preso y explicarse.
Sus agitadores en Serbia podrán indignarse con la
interpretación legal, más bien chapucera, que las autoridades de Belgrado han
hecho de su causa. Él nunca se molestó en argumentar penas dramáticas. Mataba
por lógica. Ahora, en La Haya, donde jueces y fiscales saben con quién hablan,
tendrá ocasión de contar qué sucedió para que un banquero gris se convirtiera
en el mayor asesino europeo de la segunda mitad del siglo XX.
La vida siempre ha dado muchas vueltas, pero para algunos
que confunden su poder con la capacidad de imponerlo a sangre y fuego, con el
liquidar vidas y haciendas de compatriotas y vecinos y saquear el futuro de su
pueblo y otros, anegándolos en el terror, la vida parece haber dado ya una
vuelta definitiva. No puede ser, no se tolera, y además es imposible. Por eso,
la entrega de Milosevic al Tribunal de La Haya no sólo es un día de fiesta para
todo demócrata, sino también un momento de reflexión para todos aquellos que se
vean tentados a seguir estos ejemplos de satrapía.
Son momentos de alegría, pero quedan muchas sombras. ¿No
debieran los serbios, y a su cabeza el presidente yugoslavo Kostunica y el primer
ministro serbio Djindjic haber entregado a Milosevic por convicción y no por la
coacción que supone la amenaza de no recibir la ayuda internacional prometida?
¿Lo hubieran entregado sin la presión de EE UU? Son los serbios los que han de
decidir si buscan la ayuda financiera o unirse a una comunidad de valores que
abomina de personajes tanto tiempo adorados por el pueblo serbio, al menos por
su mayoría. El tiempo lo dirá.
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