Por HERMANN TERTSCH
El País, Copenhague,
27.09.2000
Nadie sabe quién va a ganar, y por eso ambas partes confían
en ser los vencedores cuando a las ocho de la tarde del jueves se cierren las
urnas en Dinamarca. La incógnita es total a poco más de 36 horas para que se
abran las urnas en el referéndum en el que los daneses decidirán si se integran
en la moneda única europea, el euro, o mantienen su corona e infligen así un
revés de imprevisibles consecuencias a la política económica de la UE, a su
ampliación y a la Conferencia Intergubernamental que cerrará la presidencia
francesa en Niza en diciembre.
Los últimos sondeos publicados el lunes daban una leve
ventaja a los partidarios del sí después de dos semanas en las que
los contrarios al euro habían logrado una mayoría aplastante, que muchos, no
sólo en Dinamarca, también en Bruselas y otras capitales de la UE, consideraban
ya insalvable. En la última fase de esta larga campaña las partes parecían
haber logrado cierta movilidad de criterios, dudas al menos, en las filas de
dos bandos que se habían atrincherado en sus posturas a favor o en contra de la
moneda común europea. En la fase decisiva, sin embargo, los frentes se han
endurecido de nuevo y sólo queda por saber la opción de ese 12% de indecisos
que siguen apareciendo obstinadamente en los sondeos. En un lado están, a favor,
prácticamente todas las fuerzas mayoritarias parlamentarias, la coalición
gubernamental de centro-izquierda, los conservadores, los sindicatos y los
empresarios, los industriales y los niveles más altos de formación de la
sociedad danesa. En la otra, en la que cree firmemente que la integración en el
euro pone en peligro la prosperidad, cohesión ejemplar y envidiable red del
Estado del bienestar de Dinamarca, están desde partidos como el Partido
Socialista Popular (PSP) hasta la extrema derecha, pasando por Verdes y
diversos movimientos ciudadanos. La oposición mayoritaria a la coalición del primer
ministro, Poul Nyrup Rasmussen, coincide hoy en que todo lo que pueda traer un
rechazo al euro son desventajas económicas y políticas, especialmente cuando la
corona danesa está de hecho vinculada en estrecha franja a las monedas del euro
y especialmente al marco alemán.
Pero los partidarios del no, tan presente en las calles
como el sí, confían en que los daneses repitan su "derecho de
autodeterminación" que les llevó en 1992, con un 50,7% en contra, a
rechazar el Tratado de Maastricht en un voto que conmocionó a la Unión. Pocos
meses después, el Gobierno danés negoció con la UE un acuerdo que dejaba a este
país fuera de la moneda única, la defensa común y aspectos legales como la
permeabilidad de las fronteras acordada bajo el Tratado de Schengen. Con estas
condiciones el Gobierno volvió a someter a referéndum el Tratado de Maastricht,
aprobado en 1993.
Para levantar ahora el veto a la moneda común, el Gobierno
tenía que someter a referéndum esta espinosa cuestión. Nadie sabe lo que
sucederá el jueves, pero claro está que el rechazo a la moneda única sólo
añadirá debilidad al euro y abrirá las perspectivas a una ampliación de la
Unión en la que entran países pobres del este de Europa mientras economías
ricas y estables se quedan con un pie fuera. Para los partidarios del euro en
el Reino Unido y en Suecia sería una catástrofe. Pero no sólo para ellos. Y es
improbable que una victoria por décimas de punto suponga un éxito para el
proceso europeo.
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