El País Martes,
07.11.06
CONDENA AL EX DICTADOR IRAQUÍ
La percepción del riesgo es difícil de evaluar. Como la
amistad, el amor y la memoria. Algunos recuerdan ahora que hace tres años
sabían exactamente lo que pasaría hoy en Irak. Son fantásticos. Han ayudado a
que sucediera aquello de lo que se vanaglorian. Afectará también a sus hijos.
Quizás ahora mirando atrás haya alguno con el coraje moral de pensar que con
una actitud occidental global distinta hoy Irak sería otra cosa. Pero la
tragedia de Irak tiene un culpable claro y, por tanto, tampoco preocupa en
general, sufra quien sufra. Da la razón.
"El cambio climático ha provocado ya más víctimas que
el terrorismo internacional y su potencial de destrucción es también muy
superior", dice Zapatero. Manuel Rivas, escritor gallego, se tortura aún
más: "¿Cómo escribir poesía después de Auschwitz?", parafrasea a
Celan y Adorno, a Arendt y a Amery, para añadir de inmediato, "después
del Prestige, ¿cómo mirar el mar y no ver su dolor". Nadie se
avergüenza ya ante comparaciones obscenas. Nuestros príncipes de la política y
las letras -tan osados- no temen ya por las cuitas de familiares de los muertos
de luchas razonables. Temen mareas, calores o sofocos. Son graves las amenazas
que las próximas generaciones han de afrontar. Pero es un poco duro que la
víctima del terrorista sea equiparada al ahogado en la riada. Y lo es más que
el lamento por la pérdida de nécoras y percebes se evoque a un tiempo con el
luto infinito por el desfile de un pueblo hacia las cámaras de gas construidas
por ideas nacionalistas muy europeas e ideologías de experimentación social muy
actuales.
"¿Por qué conmemorar la muerte de 10 millones de
soldados entre 1914 y 1918 si en cien años de accidentes de tráfico entre 1898
y 1998 han muerto veinte millones, y más de treinta millones murieron durante
la pandemia de gripe de 1918-1919?". Así comienza la introducción del gran
libro de David Stevenson Cataclismo, la I Guerra Mundial como tragedia
política. Y expone razones de peso. "Generó experiencias terroríficas
a los combatientes y una movilización sin precedentes en sus frentes
internos" y "obligó a la creación de mecanismos sociales para
afrontar la muerte, la mutilación y la aflicción en masa". Pero sobre todo
"fue un cataclismo de tipo especial, una catástrofe provocada por el
hombre por medio de actos políticos (...)". Esta diferencia entre la I
Guerra Mundial y la gripe española no parece entenderla Zapatero cuando
minimiza el fenómeno del terrorismo ante el hipotético Armagedón con que
amenaza el calentamiento del planeta.
Hoy, aniversario de la Revolución Soviética, hay elecciones
en EE UU, donde un Bush tan incapaz como demonizado ha servido a otros para
erigirse en supuestos jinetes de la razón frente a una catástrofe que por
desgracia auspiciaron desde un principio como máxima conveniencia. Pero el
cataclismo continúa. Las víctimas del terrorismo tienen nombres y patria y,
también en Irak, son mucho más cuantificables que las del cambio climático.
Tienen calidad distinta, como dice Stevenson. La humanidad puede sufrir muchos
avatares. Hasta su propia extinción si no tienen consciencia ante las amenazas.
Pero quizás algunos piensen que peor aún que esa opción es la que nos quiere
confundir a judíos y percebes, a humanos con moluscos. Mejor compañía entonces
aquellos que no tuvieran la suerte de elegir. Si no hay defensa ante tan
abominable malentendido, preferible la catástrofe climática.
No hay comentarios:
Publicar un comentario