El País Miércoles,
02.11.05
COLUMNA
¿Qué pasa en Alemania? ¿Cómo es posible que un proyecto
común de Gobierno de los dos principales partidos de la mayor potencia de
Europa, del que depende la estabilidad política y las esperanzas de futuro de
80 millones de ciudadanos, sucumba como una frívola apuesta entre aventureros?
Porque no de otra forma puede interpretarse esta catarata de acontecimientos
nefastos en los que rencillas, ambiciones personales cuasi pueriles y vanidades
frustradas han puesto al borde del fracaso a una gran coalición celebrada, con
razón, como la mayor esperanza de sacar a Alemania de su depresión económica,
política y anímica.
Todo parece un disparatado festival de malentendidos y celos,
pero amenaza con convertirse en una catástrofe política que acabe con los
últimos vestigios de credibilidad de los partidos tradicionales, la Unión
Cristianodemócrata (CDU-CSU) y el Partido Socialdemócrata (SPD). Nadie puede
predecir con qué consecuencias.
De todo se ha podido acusar a los políticos alemanes desde
la II Guerra Mundial menos de falta de responsabilidad a la hora de defender la
estabilidad, credibilidad y el carácter previsible de la República y sus
Gobiernos. Por eso supuso un trauma la deserción de Oskar Lafontaine, que
abandonó el Gobierno de Gerhard Schröder y la presidencia del SPD meses después
de llegar al poder. Aquel acto, calificado entonces de imperdonable por todos,
ha creado escuela. El lunes, después de que su candidato a la secretaría
general perdiera la votación ante la joven izquierdista Andrea Nahles, el
presidente del SPD, Franz Müntefering, máximo responsable de mantener la
estabilidad y respetabilidad del partido y de formar Gobierno con los
democristianos, anunció su dimisión. Ayer fue Edmund Stoiber, el presidente de
la CSU, el aliado bávaro de la CDU de Angela Merkel, el que anunciaba, ante la
estupefacción general, que no participará en la gran coalición que se estaba
ensamblando. Con las decisiones de Müntefering y Stoiber, los dos pesos pesados
de la coalición CDU-SPD de Merkel, Alemania vuelve al limbo político.
Si la dimisión de Müntefering se antoja exagerada, la
renuncia de Stoiber es a todas luces una huida a su cómoda jefatura del
Gobierno de Baviera, que ayer el semanario Die Zeit calificaba de
cobarde. La Grosse Koalition que surja de estas circunstancias será
crónicamente débil. No hay agenda posible de reformas para tal alianza y su
fracaso parece predeterminado. O cambian de inmediato las actitudes de los dirigentes
políticos, o el sueño de la gran cooperación nacional habrá muerto ya, ante la
avalancha de sectarismos y mezquinos cálculos personales. Habría que plantearse
unas nuevas elecciones. Se celebrarían bajo el signo del fracaso y el
agravamiento de la profunda crisis nacional, como nueva pesadilla para la
sociedad alemana y los vecinos europeos.
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