El País Miércoles,
14.06.06
ALEMANIA 2006
Goethe la llamaba su "pequeño París" y situó en
una bodega local una escena del "Fausto", Johann Sebastian Bach se
pasó media vida en ella y Richard Wagner, Felix Mendelsohn-Bartholdy y Robert
Schumann se sintieron tan vinculados a esta ciudad como los escritores,
profesores, filósofos y científicos que la convirtieron en la lógica capital de
la edición de libros de toda Centroeuropa, junto a la Universidad más antigua
de Alemania. Berlín era un poblacho inmundo cuando Leipzig y Dresde eran ya
grandes capitales de la cultura, el ingenio y la vida social.
Lo que nadie podía imaginar en los siglos de esplendor de
esta ciudad que se enriqueció gracias a los yacimientos de sal y plata de las
montañas cercanas y a su pujante foro comercial y cultural, es que Leipzig
sería el centro más sofisticado de represión sobre suelo alemán después del
hundimiento del nazismo. En Leipzig, el comunismo alemán tuvo su mayor cuartel
de la policía política, su más moderno y desarrollado búnquer para concentrar a
los mandos supremos de la Stasi para casos de estados de excepción y de guerra,
así como su principal centro de ejecuciones judiciales o extrajudiciales de
prisioneros políticos.
También fue en Leipzig donde el pueblo alemán del Este se
rebeló contra la dictadura comunista siguiendo el ejemplo de los polacos y los
húngaros. Fue allí donde en el verano de 1989, cuando decenas de miles de
ciudadanos de toda la República Democrática Alemana (RDA) ya se hallaban en
Hungría y Checoslovaquia esperando la apertura de fronteras hacia Occidente y
se negaban a volver a la patria de Erich Honecker, los ciudadanos de Leipzig
comenzaron a salir todos los lunes en manifestación pidiendo derechos y
libertades y gritando "wir sind ein Volk" (somos un
pueblo). Hundieron así a gritos, los ciudadanos de Leipzig, teoría y práctica
de las dos Alemanias, desfilando con regularidad, coraje y obstinación ante el
siniestro cuartel general de la Stasi (policía política) en la Runde Ecke (la
esquina redonda), hoy museo.
Había razones para que Leipzig fuera pionera. Ciudad ferial
desde el medievo, no dejó de serlo bajo el régimen comunista que organizaba
allí sus ferias industriales. Eran el orgullo de la RDA pero también un peligro
por el contacto que generaban entre ciudadanos de ambos lados del Telón de
Acero. Por eso Leipzig era la ciudad con más policía política de Europa durante
muchas semanas al año. Estaban en todas partes, bares, restaurantes, cabarets,
teatros, estaciones y jardines. Intentaban, inútil y angustiosamente, controlar
a todos los extranjeros que por allí se encontraban y fotografiar, seguir y
escuchar a los alemanes orientales en contacto con ellos. Como no había
suficientes hoteles para tanto extranjero, eran muchas las casas privadas que
se ofrecían para albergarlos y ganar unas muy bienvenidas divisas pero así se
hacían sospechosos unos mientras otros ofrecían sus servicios a la Stasi para
cubrirse las espaldas y mostrar lealtad al régimen. Se creaban situaciones
fantásticas con mezcla explosiva de huéspedes de países comunistas y
capitalistas compartiendo incluso habitaciones. Eran constelaciones
pintorescas, rocambolescos episodios de la Guerra Fría en los que Leipzig era
marco de leyenda.
Si con la unidad del imperio alemán, lograda por Bismarck en
1871, Leipzig y Dresde no podían permitirse despreciar a Berlín, con Hitler las
cosas no mejoraron para los nostálgicos de la grandeza de la ciudad de la
cultura impresa, con una feria del libro que se remonta al siglo XV. Y sin
embargo, el que hoy la visita en una Europa libre no puede imaginarse todo lo
determinante que allí ha sucedido para que el mundo tomara los derroteros
habidos y para que, aunque pueda parecer una broma, hoy tengamos compitiendo en
el Mundial de Alemania 2006 a los países que allí están y no otros muy
diferentes, No lejos del centro está el espectacular monumento a la Völkerschlacht (la
batalla de los pueblos) erigida para conmemorar la derrota de Napoleón en 1813,
que decidió el destino de Europa. En 1989, el muro de Berlín se dinamitó en
Leipzig. Una victoria de España hoy no se nos debiera antojar gesta tan
improbable como aquellas allí habidas.
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