El País Martes,
18.07.06
ESCALADA MILITAR EN ORIENTE PRÓXIMO
Resulta extraodinaria la rapidez y contundencia con la que
la inmensa mayoría de los medios y de la opinión pública europea han llegado a
la conclusión de que la actual escalada bélica en Oriente Próximo es
fundamental cuando no exclusivamente culpa de Israel. Es extraordinaria porque
rara vez en la historia del conflicto ha sido tan evidente el detonante de la
crisis. Hace tres semanas el partido del Gobierno palestino, la organización
terrorista Hamás, hizo un túnel desde Gaza, atacó una base militar en suelo
israelí, mató a unos soldados y se llevó secuestrado a otro. Dos semanas
después, otro grupo terrorista, Hezbolá, también integrado en un Gobierno, el
libanés, atacó otro puesto militar israelí, mató a unos soldados y secuestró a
dos. Si las cosas fueron así -nadie lo discute-, tiene poco sentido, como dice
el escritor Henryk Broder, que los diarios titulen "Israel ataca en dos
frentes" y no "Israel responde a ataques en dos frentes". Pues
no. Es culpable. Si unos se limitan a la titulación torticera, otros lanzan
obscenidades antisemitas hasta sugerir o afirmar que las "judiadas"
actuales revelan que siempre hubo razones para expulsar o exterminar a este
incordio de pueblo. Sí, créanlo, cosas así se han publicado estos días.
Y en pleno salto cualitativo de la guerra islamista, algunos
Gobiernos europeos, el español entre ellos, pretendían ayer una rotunda
desautorización de la respuesta de Israel a la agresión. Si la cumbre de los G
8 en San Petersburgo ha recordado la obviedad del derecho de autodefensa de
Israel, a otros se les ha olvidado. Recetan paz, diálogo y desarme. Al
agredido. Apelan a la buena fe y a la armonía pero se apresuran a tachar a
Israel de responsable. Han olvidado todo y solo ven muertos en Beirut. Hay
alguna perversión de origen. Toda iniciativa de Israel para cambiar el status
quo, incluida la retirada del Líbano hace seis años y la de Gaza, es celebrada
no como un intento de buscar soluciones sino como síntoma de debilidad. En el
mundo árabe y en Europa. El islamismo, convencido de estar en una fase decisiva
de su guerra santa, se nutre de esta interpretación para aumentar la presión
terrorista, a sabiendas que cualquier respuesta israelí será objeto de condena.
Si ha sabido presentar como éxito propio la inhibición europea en la lucha
contra el terrorismo en Irak, también confía en que la discordia de la
comunidad internacional impida medidas de represalias serias contra los
adalides de esta nueva escalada que son Teherán y Damasco.
Ante la agresión de Hamás y Hezbolá, Israel solo tenía malas
opciones y una necesidad inaplazable de reaccionar. Resulta evidente que, en
esta nueva constelación con creciente protagonismo de Irán, Israel no se puede
permitir que la mitad meridional de su vecino esté controlada por una
franquicia iraní cada vez más y mejor armada. Ni tener en Gaza una lanzadera de
cohetes permanente. El pueblo palestino ha de concluir que su Gobierno
islamista los quiere convertir en colectivo suicida. Utilizar a los niños
como bombas o escudos y mostrarlos a las cámaras granjea simpatías y fomenta el
odio a Israel. Pero solo hunde más al pueblo palestino en el culto a la muerte,
multiplica la tragedia y profundiza la miseria.
Beirut no puede aspirar a la paz mientras su territorio
ocupado por Hezbolá es una cabeza de puente de un Irán cuya razón de Estado
proclamada es la liquidación de Israel, que podrá equivocarse pero nunca
permitirse el perder una guerra, porque siempre le va la existencia en ella y
por ello no reinterpreta a sus enemigos. Europa debe dejar de intentar
convertir a Hamás y a Hezbolá en interlocutores. Tratar con tanta
despreocupación y negligencia la seguridad existencial de Israel como hacen algunos
europeos raya en acto inamistoso. La cultura del apaciguamiento y el
desistimiento ante la amenaza pasa hoy por flexibilidad coqueta en Europa. Pero
es un insulto recetársela a Israel en Oriente Próximo. Ofensa inútil además.
Porque los gobernantes israelíes lo hacer mejor o peor. Pero jamás delegarán la
seguridad de la nación. Son niños quemados por la historia. En sentido estricto
y literal.
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