El País Martes,
06.02.07
COLUMNA
El señor de la silla de ruedas habla más bien bajito y en su
intervención insiste en que hay cosas que solo se dicen bien a media voz cuando
se habla de cuestión tan peliaguda y que tantas irritaciones produce como son
la inmigración y la integración del inmigrante. Alguien podría pensar que era
el entorno el que impresionaba al orador, que no se atrevía a irritar al
auditorio. Al fin y al cabo, nos hallábamos ayer en una villa junto al Wannsee,
un bellísimo lago en los aledaños de Berlín cuyo nombre quedó cargado de
oprobio en 1942, cuando, en la Wannseekonferenz, la cúpula nazi se reunió
para acordar el comienzo de la Endlösung -la solución final- que
supuso la puesta en marcha del programa de exterminio del pueblo judío.
Nada más lejos de la realidad. El marco era el mejor posible
y la ocasión también: se abría junto al lago, espléndido paraje junto a la
capital de la otra vez pujante Alemania democrática, en la magnífica sede de la
Fundación Würth -coorganizadora con la Fundación Rafael del Pino-, la primera
jornada del Foro Hispano Alemán, en el que políticos, empresarios, científicos
y gentes de la cultura hablan de las relaciones entre los dos países, sobre
problemas comunes y visiones diversas de afrontarlos. En pocas salas se
concentra tanta tolerancia, buena fe, competencia y madurez democrática.
Y sin embargo, el hombre de la silla de ruedas, que no era
otro que el ministro del Interior alemán, Wolfgang Schäuble, subrayaba que
quizás algunas cosas se prefirieran decir a media voz, pero insistía a un
tiempo en que tenían que ser claras. Hubo ayer claridad en algunas cosas y
quizás la principal está en que el Gobierno de Berlín y el Gobierno de Madrid
no hablan igual cuando sus principales responsables, ambos ayer presentes en
Villa Würth, hablan de lo mismo. Schäuble anunció que su país, Alemania, la
mayor potencia económica de Europa, en plena recuperación económica, de nuevo
con un crecimiento del 2%, ha dejado de tener inmigración. Así de concluyente.
Ni legal ni ilegal. Y, sin embargo, advirtió que los problemas de la
integración son muy graves y suponen un auténtico riesgo para la salud
democrática y la estabilidad de la sociedad.
El ministro de Trabajo y Asuntos Sociales de España, Jesús
Caldera, demostró estar muchísimo más relajado al respecto. Con una inmigración
que ha cuadruplicado su presencia en España en cuatro años, aseguró que las
medidas de regularización masiva tomadas por su Gobierno, criticadas en su día
severamente por Schäuble, fueron necesarias y adecuadas, pero no lo volverán a
ser. Proclamó modélica la integración que se está produciendo en España y
ejemplar el programa que con tal objetivo se aprobará próximamente en consejo
de ministros.
El ministro del Interior alemán está acostumbrado a que se
responda a sus advertencias contra la fractura social y los guetos con
acusaciones de xenófobo o, últimamente, islamófobo. De facherío puro o lacayo
de Huntington lo calificarían muchos en España, donde socialistas cultos han
oído con estupor a compañeros de partido tachar de fascista hasta al sociólogo
Giovanni Sartori, que advierte desde hace más de una década sobre el peligro de
ignorar los problemas de la integración, especialmente de la inmigración musulmana.
A ésta se refería ayer el ministro alemán, a una parte de la
misma que en su tercera generación genera muchas más amenazas a la convivencia
pacífica que la primera. No se cansó tampoco de advertir que uno de los
primeros deberes del Estado es garantizar una base común de derechos civiles a
todos los inmigrantes, por lo que la labor de integración pasa por una
ilustración que rompa el poder de los líderes religiosos de las comunidades y
evite la creación de espacios a los que no lleguen las leyes nacionales.
Dijo Schäuble que era ilusorio pedir reciprocidad a los
países islámicos, pero no el exigir a los que llegan que acaten los principios
fundamentales de la civilización europea, que tienen una base cristiana.
"Es un inmenso reto y urge. Porque existe una seria amenaza a la
convivencia". El ministro de la silla de ruedas debe de ser un miedoso
porque Caldera, responsable directo de la gestión de una inmigración en España
otra vez fuera de cálculos y estimaciones, no ve problemas en lontananza. Si
acaso la mala fe de quienes quieren inventárselos, "como sucedió en
Alcorcón".
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