Por HERMANN TERTSCH
El País Martes,
23.12.03
COLUMNA
Ver al presidente George W. Bush elogiando las virtudes del
líder libio Muammar el Gaddafi es un espectáculo tan inesperado como
refrescante. Que la actual Administración norteamericana declare oficial y
solemnemente que tiene un enemigo menos es algo hasta hoy perfectamente
insólito. "Como el Gobierno libio está dando pasos esenciales para
demostrar su seriedad, su buena voluntad será recompensada". Ni más ni
menos. Combinar Gaddafi y seriedad en una sola frase requiere algo más que la
conocida capacidad del presidente norteamericano de poner patas arriba
gramática y sentido en su lengua materna y por supuesto única.
Pero resulta que son legión los que en los últimos dos días
coinciden con Bush en que el gran caudillo del desierto se ha caído del gran
guindo de la revolución permanente, abjura de aquel estrafalario Libro
verde que tanto nos divirtió en nuestra juventud y se ha vuelto buena
gente. Para Jack Straw, Gaddafi ha demostrado ser -tampoco está mal como
piropo- "un gran hombre de Estado".
Resulta que Gaddafi ha decidido renunciar a sus programas de
armas de destrucción masiva, especialmente a su programa nuclear al que tantos
recursos e interés dedicó durante pasados lustros y ha decidido firmar el
Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y permitir a partir de ya, las
inspecciones del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) sin límites
ni previo aviso. Inspectores contarán con la colaboración de las autoridades
libias para poner fin asimismo a programas de producción de armas químicas y
biológicas y liquidarlas si acaso ya han sido producidas.
Ante tan ejemplar conversión como la que certifican con
práctica unanimidad los líderes de la comunidad internacional, desde el jefe de
la política exterior y de seguridad de la Unión Europea al secretario general
de la Liga Árabe, Abu Musa, hay que interrogarse sobre las causas porque en la
larga biografía de Gaddafi puede uno encontrarse de todo menos arrebatos de
sentido común.
Todo indica que esta razonable decisión justamente
aplaudida, aunque quizás en términos excesivamente hiperbólicos, tampoco ha
sido un arrebato. El líder libio sufre desde hace muchos años la vida de un
paria y con él su pequeño pueblo que podría vivir en la opulencia si no hubiera
sufrido las consecuencias del mesianismo enajenado del galán de la jaima. Su
primer gesto de cansancio ideológico lo tuvo cuando entregó para ser juzgados
en Europa por la voladura de un avión sobre la localidad escocesa de Lockerbie
a dos agentes suyos. Durante dos décadas ha tenido a cientos de ellos dedicados
a organizar atentados y estragos en Occidente y a pagar a orientales y
occidentales por hacer otros tantos, jalearlos o justificarlos. Lo único que
consiguió con todo ello fue el más absoluto ostracismo y un par de bombas sobre
Trípoli. Ahora sabe que no le compensa.
Esto es precisamente lo que marca el éxito de la operación
llevada a cabo por EE UU y Gran Bretaña para convencer a Gaddafi de lo que no
se pudo convencer a Sadam Husein, que es un hecho que se vive mejor en la
comunidad internacional con sus reglas y leyes que como proscrito irredento.
Quizás Sadam hubiera hecho lo mismo si no hubiera tenido esperanzas de que
podía seguir tomando el pelo a la ONU gracias a la actitud de algunos países
que, de ser por ellos, lo habrían eternizado en el poder.
Las imágenes de Sadam con su barba y del zulo en el que se
escondía no habrán sino animado a Gaddafi a no equivocarse una vez más. Washington
y Londres le han ayudado a hacerlo. Probablemente también el presidente del
Gobierno español del que tanto se rieron algunos por su visita a Libia.
Todo el tablero de Oriente Medio se está moviendo con
rapidez y pese a todas las tragedias habidas y las que hay que esperar, lo hace
en un sentido que mejora la seguridad internacional y la europea especialmente.
También en Siria se sabe ya que está cambiando la historia de la región y
conviene adaptarse a los nuevos tiempos. Ahora hace falta que también Israel
sepa reaccionar ante los mismos y no se convierta en un obstáculo para un
proceso que le permita por primera vez en su historia, junto a un Estado
palestino, vivir sin miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario