El País Martes,
16.12.03
COLUMNA
Era previsible. Nada más conseguirse lo que algunos
reclamaban con ahínco y recordaban como caso pendiente y prueba del fracaso
occidental, todo se ha vuelto reprimenda. En Europa, más aún que en Oriente
Próximo, son legión los que quieren minimizar las consecuencias de la captura
del sátrapa. Habrá más muertos. Pero siempre los habrá porque los vivos tienen
por esencia vocación de muertos. Unos dicen que a Sadam sólo se le ha capturado
por el vil metal, intentando devaluar la operación; otros hablan de traidores, porque
todos sabemos dónde están los malos en esta larga y sangrienta historia, y para
muchos de los que no cesan de equivocarse los malos son, por supuesto, los que
han impedido a Sadam seguir matando con la naturalidad con que llevaba
haciéndolo durante tres décadas. Lógico que a algunos les moleste.
El señor Llamazares, de Izquierda Unida, un coqueto defensor
de la sociedad libre frente al imperialismo, en la que tendría
mejores compañeros en Sadam y Laurenti Beria que en cualquier demócrata español
que como tal se sintiera, asegura que el problema no está en el sátrapa iraquí
que ha asesinado a decenas de miles de sus compatriotas, sino en la perversa
actuación ilegal de EE UU, Reino Unido y el Gobierno de España, esa terrorífica
fuerza del mal. Y por supuesto, también son culpables esos miserables polacos
que ya demostraron su catadura al derribar al imperio soviético que tan bien
financiaba los coqueteos de Llamazares y su partido con experimentos sociales
que habían causado, cuando don Gaspar aún no había hecho la primera comunión,
millones de muertos, más que Sadam en todo caso.
Visto lo visto y oído lo que aún habremos de oír más veces,
hay que decir a muchos de los que hoy lloran por el hecho de que EE UU haya
tenido éxito, y con ellos, quienes asumieron el riesgo de la intervención en
Irak y, por tanto, de los muertos, propios, norteamericanos, británicos,
polacos y españoles, que no se lamenten tanto porque, vengan las dificultades
que vengan, aún hay gente y estadistas con responsabilidad que no dudarían en
saber morir por lo mismo que han muerto tantos jóvenes que están en Oriente
Próximo para cambiarnos el mundo, para nuestra mayor seguridad, y modificar la
vida en el mayor foco de conflicto de la actualidad.
En San Sebastián avisan a Maite Pagazaurtundúa de ciertos
deseos perentorios de matarla, y en Madrid y Barcelona no son pocos los que
acusan a Maite y a Fernando Savater de ser culpables de que quieran matarlos.
Cuando en Israel mueren 10 niños, la culpa es de sus padres, y cuando son los
niños palestinos quienes son carne de cañón, alguien en Jerusalén intenta
convencernos de que era inevitable. Una mierda. Culpable de las muertes en Irak
es Sadam y nunca volverá a serlo. Culpables de las muertes que hubo y por
desgracia habrá en el País Vasco son aquellos que matan y aquellos que los
defienden y, de alguna manera, aquellos que creen poder negociar con quienes
matan y quienes negocian con ellos.
Hay pocas ocasiones en la historia en que tanto poder como
el de EE UU haya sido tan necio en la aplicación de sus poderes. Tiempo habrá
para la democracia americana de castigar a sus trotskistas de hemeroteca, tan
bien instalados en compañías e instituciones en Washington, con el desprecio
social y el destierro político. Hay pocas ocasiones en las que un Estado
minúsculo como Israel se haya permitido ser tan arrogante ante el gran poder
del siglo XXI. Pero también son pocas en la historia europea las veces en que
países con tradición y peso han sido tan ciegos y necios ante las amenazas
existentes. Y que además hayan profundizado en su ineptitud con el sabotaje
sistemático a quienes, desde allende el Atlántico, no han hecho sino salvarles
de calamidades de propio cultivo. Más vale un amigo que parece tonto que un
enemigo declarado con vocación -normalmente falsa- de espabilado. Es hora de
sensatez, en Europa, en EE UU y en el mundo en general. Los nihilismos,
cretinismos y nacionalismos que hemos generado y amparado desde el romanticismo
alemán sólo nos llevan a catástrofes muy alemanas. Y todo el cariño a la nación
alemana no es suficiente para justificar este tipo de suicidios. Ni en Euskadi,
ni en Cataluña, ni en el resto de España; tampoco en Europa, Israel, Irak o
Siria. Ha caído un criminal, Sadam, como días antes cayeron otros menores en
Euskadi. Que vayan cayendo. Y que nadie nos insulte con la manifestación de las
simpatías que albergan por ellos por razones cada vez menos digeribles.