Por HERMANN TERTSCH
El País Domingo,
04.05.03
REPORTAJE: ANÁLISIS
La Intifada y la política de Sharon parecen haber conferido
'respetabilidad' a la percepción de los judíos como un elemento social
indeseable
El nuevo antisemitismo se nutre ante todo del odio al Estado
de Israel y se manifiesta en la agresión verbal o física contra todo lo judío
El 29 de abril se conmemora todos los años la mayor tragedia
humana de todos los tiempos, el Holocausto. El exterminio industrializado de
seis millones de judíos por parte del régimen nazi alemán es un punto de
inflexión en la historia de la humanidad, para la percepción propia del ser
humano como tal y para la comprensión del mundo, que cambió irrevocablemente al
reventar lo que el premio Nobel de Literatura Imre Kertesz llamó "la fruta
oscura" del ser humano simbolizada por Auschwitz. En Israel, todo el país
se paraliza durante dos minutos y las sirenas gimen en recuerdo de tantos
hombres, mujeres y niños convertidos en humo o lodo por aquella perfecta cadena
de producción de muerte. En Madrid, ese día, el martes pasado, la minúscula
comunidad judía madrileña convocaba a una ceremonia en recuerdo de las víctimas
en la sede de la Asamblea de Madrid, que acoge el acto desde hace años.
Asistieron un par de cientos de personas, en su mayoría judíos, así como
representantes del PP y del PSOE. IU estaba ausente. Según su dirigente Gaspar
Llamazares, IU no acudiría a una ceremonia en la que
supuestamente sólo se recuerda a los judíos muertos y no a los demás,
entre ellos a los soldados soviéticos caídos en la II Guerra Mundial.
Llamazares
Que Llamazares no acudiera a la manifestación en contra del
régimen de Fidel Castro de la pasada semana era perfectamente lógico, dada la
incondicional defensa de la dictadura castrista que es aún piedra angular del
ideario de su formación política. ¿Cuáles son, sin embargo, sus motivos para
despreciar un acto en honor de millones de judíos, decenas de miles de ellos
comunistas, asesinados por el nazismo, supuesto enemigo mortal del comunismo,
ideología que Llamazares dice seguir profesando "a mucha honra"? Todo
sugiere que no es el pudor que cualquier comunista podría sentir al recordar
los dos años de vigencia del Pacto Hitler-Stalin de 1939 a 1941, durante los
cuales los dos dictadores no sólo se repartieron Polonia, sino que también
intercambiaron febrilmente exiliados en sus respectivos países, en gran parte
judíos, que perecerían después en los campos de la muerte de ambos regímenes.
Ni las purgas antisemitas de Stalin, de Clement Gottwald en Checoslovaquia, de
Matyas Rakosi -judío, por cierto- en Hungría o de Wladislaw Gomulka años más
tarde en Polonia. La memoria es selectiva.
Los motivos de Llamazares parecen mucho más actuales, según
coincidían en señalar asistentes al acto en Vallecas. Serían los mismos que han
llevado en los últimos dos años -y especialmente en los últimos meses- a
decenas de miles de ciudadanos europeos a manifestarse bajo pancartas que
equiparaban al primer ministro israelí, Ariel Sharon, con Hitler, y la estrella
de David con la cruz gamada. Las manifestaciones de apoyo a la Intifada
palestina en Francia han coreado, con más frecuencia de lo que algún
organizador pretendía, lemas como "muerte a los judíos" y "muerte
a Israel". Periodistas en toda Europa, de derechas y de izquierdas, han
hablado de "holocausto palestino" al referirse a la represión militar
del Gobierno de Sharon en los territorios ocupados. Decenas de sinagogas y
cementerios judíos han sido asaltados en los últimos tiempos en el Viejo
Continente, en el que, salvo en Francia y el Reino Unido, las comunidades
judías son minúsculas, cuando no inexistentes.
El nuevo antisemitismo se nutre ante todo del odio al Estado
de Israel y se manifiesta en la agresión verbal o física contra todo lo judío,
y especialmente contra aquellos judíos que decidieron permanecer o volver a la
diáspora en Europa y no establecerse en el Estado judío en Palestina.
Mala conciencia
Durante años, el peligro para los judíos en Europa procedía
únicamente del terrorismo árabe. El antisemitismo no sólo era políticamente
incorrecto, sino una actitud y un pensamiento despreciables. Incluso surgió un
filojudaísmo -basado, por lo general, en los mismos prejuicios que el
antisemitismo- producto de la mala conciencia europea, que no sólo alemana, por
haber participado o colaborado con la desaparición de los judíos del propio
entorno o haberla aceptado con más o menos complacencia.
Hoy, el antisemitismo, el antijudaísmo por utilizar un
término más exacto, celebra su retorno a discursos políticos, comentarios y
análisis de prensa y debate popular. La brutalidad del Gobierno de Sharon y las
injusticias que sufren los palestinos han hecho desaparecer esa mala conciencia
y cada vez son más los que se adhieren al discurso que considera que "los
judíos son los culpables". De la inestabilidad en Oriente Próximo, del
terrorismo árabe que ellos provocan, de la guerra en Irak. Los judíos son los
verdugos de los palestinos hoy, luego tampoco eran tan inocentes entonces, luego
nuestra culpa tampoco es grave.
Quienes esto escriben ya no ocultan su antijudaísmo. La
Intifada y la política de Sharon parecen haber conferido respetabilidad, no
a la apología del genocidio, por supuesto, pero sí a esa percepción de los
judíos como un elemento social indeseable y culpable de males ajenos. Luego si
no existieran, el mundo sería más armonioso. El judío vuelve como chivo
expiatorio ideal para momentos de crisis e incertidumbre. No todo antisionismo
es antijudaísmo, por supuesto. Si fuera así, una gran parte de los israelíes
tendrían que ser calificados como tales. El sionismo como sueño igualitarista,
socializante y liberador hace tiempo que no conmueve ya más que a los viejos
pioneros de aquella causa. Pero secuestrado el término en su momento por los
enemigos del Estado de Israel -la Unión Soviética y los árabes-, hoy sirve, la
mayoría de las veces, para mantener y multiplicar el odio contra la osadía que
para muchos supone la propia existencia de Israel.
Las supuestas conspiraciones para gobernar el mundo de los
Sabios de Sión, y las conjuras judeomasónicas de antaño, han dado paso como mal
absoluto y amenaza mundial a la alianza sionista-imperialista. Washington y
Bush, según esta teoría judeofóbica moderna, son rehenes o lacayos de un oscuro
contubernio judío. Todos en Europa parecen saber que Wolfowitz y algunos otros
miembros de la corriente neoconservadora norteamericana son judíos. Y a nadie
se le olvida recalcarlo mientras que a nadie se le ocurre decir que otros son
católicos, adventistas, agnósticos, de origen irlandés, chino o hispano. Se
advierte contra la amenaza judeocristiana. La guerra de Irak, tras
dos años de Intifada, ha confirmado esta corriente de opinión que genera el
clima necesario para que los más radicales o consecuentes pasen a la acción.
Las inquietudes que esto genera entre los judíos de Israel y la diáspora no
parecen tomarse en serio.
LA DIÁSPORA CIERRA FILAS
"En Estados Unidos sobre todo, pero también en Europa,
los judíos de la diáspora han cerrado filas tan incondicionalmente en torno a
Sharon que, en vez de ayudarnos, como ellos creen que hacen, están ayudando a
mantener una política que nos pone en peligro a todos y que muchos israelíes no
desean". El escritor Meir Shalev critica con tanta dureza la radicalidad
que ha generado en las comunidades judías norteamericanas la Intifada y los
atentados suicidas como la política represiva de Sharon y el apoyo recibido
para la misma por parte de Washington. Shalev, veterano de guerra, herido en
combate, con su hijo mayor en el ejército, considera que todo lo que no sea
crear un Estado palestino libre y viable en los territorios ocupados; desmantelar los asentamientos, muchos repletos de fanáticos, y firmar la paz
con todos los países árabes, sería un suicidio a medio plazo para un Estado de
Israel democrático.
Pero también se muestra indignado con la autocomplacencia y
la postura de superioridad moral que han adoptado respecto a Israel la mayor
parte de los Gobiernos y las opiniones públicas de Europa. La crítica a la política
del Gobierno de Ariel Sharon en los territorios ocupados y a la actuación del
ejército israelí es no ya legítima, sino imprescindible para buscar una
solución justa al conflicto. Pero en Israel, la confianza en Europa, que nunca
ha sido muy grande, está hoy bajo mínimos por lo que se considera una política
propalestina que no otorga importancia a la seguridad de Israel. La postura de
Francia y Alemania ante la crisis de Irak y la consiguiente división en la
Unión Europea han fortalecido la convicción de los israelíes de que su
seguridad depende única y exclusivamente de Washington y de sí mismos. Es éste
un fenómeno que se retroalimenta con la influencia de los grupos de presión
judíos en Estados Unidos, hoy más fuerte que nunca, paradójicamente, bajo un
presidente del Partido Republicano, que tradicionalmente no tiene unos vínculos
tan íntimos con la comunidad judía como el Demócrata. Esa influencia es para
muchos israelíes su único seguro de vida. De los europeos esperan muy poco
estos europeos milenarios que sobrevivieron a millones de familiares, dieron la
espalda a un continente que no supo protegerlos del exterminio y se adaptaron a
las duras condiciones de la vida en Oriente Próximo, donde las reglas son muy
distintas.
Ceremonia en recuerdo del Holocausto celebrada el pasado
martes en la Asamblea de Madrid. GORKA LEJARCEGI