El País Martes,
26.07.05
COLUMNA
"Revolucionarios airados que responden espontáneamente
a las provocaciones enemigas" -según fuentes oficiales cubanas- se
concentraron el sábado en La Habana ante las viviendas de diversos disidentes
cubanos para acusarlos de "mercenarios" y "vendepatrias" y
amenazarlos con palos y barras de hierro. Considerando la diferencia horaria,
este acto heroico de reafirmación patriótica casi coincide en el tiempo con uno
similar frente a la casa de la concejal socialista de Azpeitia Manuela Uranga
Segurola. El cóctel molotov lanzado contra la fachada no causó más
que un susto, pero, al fin y al cabo, de eso se trata tanto en el caso vasco
como en el caribeño. Si hay muchos motivos para preguntarse por qué la kale
borroka, que hace un año y medio parecía erradicada, ha sido de nuevo
reactivada con juvenil entusiasmo, lo de Cuba es un poco más de lo mismo.
Mientras los piquetes gubernamentales aterrorizaban a los disidentes y a sus
familias, la policía detenía a una treintena de disidentes para incentivar el
miedo y demostrar a los opositores lo solos que están.
Era de suponer que algo molestos estarían los 25 miembros de
la Unión Europea que, por iniciativa del Gobierno español, suspendieron las
sanciones a Cuba hasta el punto de dejar que en el futuro sea Castro quien haga
las listas de invitados de las embajadas en la celebración de sus respectivas
fiestas nacionales. Según informaba ayer nuestro periódico, "la Comisión
Europea continúa extremadamente preocupada por la actual situación política en
Cuba, señaló el Ejecutivo comunitario a través de un comunicado".
"Aunque la Comisión está satisfecha por las noticias de la liberación de
Marta Beatriz Roque, la detención de varios disidentes cubanos el viernes 22 de
julio ilustra la extrema tensión social en Cuba en estos momentos",
subraya la nota oficial. Es fácil de satisfacer en estas cosas nuestra Comisión
Europea. El régimen cubano detiene a 30, suelta después a 20 y la Comisión
subraya lo feliz que está porque la señora Roque sólo ha pasado un día en
comisaría. Aquí nos pasa un poco igual. Después de casi cuarenta años matando y
casi mil cadáveres, ETA no mata en dos años y ya nos están asegurando que la
"violencia de baja intensidad" es un entusiasmante indicio de madurez
que los auténticos demócratas han de aprovechar para el diálogo por la paz.
Viene todo ello a ser algo así como "el violador de mi hija lleva dos años
sin violarla, por lo que voy a invitarle a tomar el té. No se vaya a
enfadar".
El inmenso despliegue de buena fe en el trato de la Unión
Europea a Cuba viene a cosechar los mismos modestísimos éxitos que el alarde de
comprensión hacia los nacionalismos que no matan y los que no lo hacen ahora y
de momento. En lo que se han convertido ahora estas recepciones en las sedes
diplomáticas en La Habana se vio en la Embajada de Francia el 14 de julio,
cuando el ministro cubano Felipe Pérez Roque, en la solemne fiesta de la
libertad, igualdad y fraternidad, defendió con orgullo esta manida práctica
nazi de utilizar al lumpen paramilitarizado contra individuos discrepantes. No
cuentan las crónicas que a algún invitado se le cayera la cara de vergüenza.
Los abertzales cubanos o vascos que acosan
viviendas de quienes dicen no lo son, tienen de nuevo en común la convicción de
que han ganado el pulso a quienes están en contra de sus métodos, pero no
dispuestos a castigarlos. Los españoles -España es diferente- debiéramos ser
los primeros en sospechar de los regímenes que recurren a su "hecho
diferencial" para justificar lo injustificable. El hecho de que la
dictadura, la tortura y la ejecución sean tradición milenaria y presente
arraigado en China no los hace menos repulsivos. Y nuestra incontrolada empatía
hacia otras civilizaciones no puede llevarnos a aceptar tradiciones tan
abominables como las que abolimos nosotros en la larga senda al Estado de
derecho de la mano del humanismo y el respeto al individuo. Quien no relativiza
hoy todo bajo el Zeitgeist (espíritu de los tiempos) corre el peligro
de ser tachado de cavernícola. E puore, la civilización
democrática occidental sí es mejor, más humana y eficiente que las demás. En
todo menos en la firmeza de sus líderes en defenderla.
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